Políticas

19/9/1995|465

Régimen de pillaje

De acuerdo a un reciente informe del estudio Broda, la desocupación deberá llegar a casi el 19% en 1998, para descender luego a un “módico” 14% en el año 2006. Suponiendo una proyección igual para los “semi-ocupados”, tendríamos   4 millones y medio de trabajadores realmente desocupados hacia 1998 y más de 3 millones hacia el 2006.


Las estimaciones del estudio Broda parten de una hipótesis de crecimiento económico ininterrumpido.


Otro estudio, de la Fundación Cristal, estima para el año 2000 una tasa de desocupación que puede variar entre el 22.6% y el 23.6 %. Desocupados y subocupados llegarían, en este caso, a los 5 millones y medio de personas. La Fundación Cristal está dirigida por el ex ministro de Trabajo, Enrique Rodríguez.


Los datos fueron publicados por La Nación del 15 de setiembre.


Si éste es el futuro que depara a los trabajadores un capitalismo “que crece”, ¿qué cabría esperar de la alternativa más realista y probable de un capitalismo estancado o en retroceso? ¿De un capitalismo que debe destinar los fondos públicos al pago de la deuda externa, al subsidio a los exportadores, a la financiación de las megacoimas, al rescate de bancos fundidos, a bicicletas financieras que “reanimen” las Bolsas, a bancar fugas de capitales y, por qué no, a alimentar las cajas negras del clero (Primatesta y compañía)?


Todo esto viene a cuento cuando se observa la parálisis que sucedió al “cese de tareas” del pasado 6 de setiembre, no sólo por parte de la CGT, sino más aún del CTA y del MTA.


¿Será que están distraídos por la crisis Menem-Cavallo?


¿Será que están “palpitando” al ganador —los “cegetistas” en el bloque de Duhalde-Yabrán y los del CTA, en particular, del lado del “anticorrupto” Cavallo? Este último es el bando que han elegido, al menos, los amigos del CTA – “Cavallo” Alvarez y la “Cavallo” Fernández Meijide.


Este “balconeo” de la crisis política es simplemente criminal, porque la crisis acicatea la acción entreguista, superexplotadora y parasitaria de las grandes patronales y de su gobierno. Mientras se disparan con obuses, los grandes capitalistas no dejan de entregar el pétroleo de Malvinas o de largar un presupuesto para 1996 que prevé reducciones de salarios del 15% y mayores despidos.


Por otro lado, lo fundamental de la crisis es que agrava la situación de las masas y desnuda la completa impotencia del régimen capitalista y de su Estado, no ya para remediarla, sino atenuarla. El movimiento obrero debe dar una respuesta a esta descomposición social, no elegir el bando capitalista que siempre lo llevará a la derrota.


La situación reclama profundizar y generalizar las luchas mediante un plan de las organizaciones obreras y la huelga general. Fue esto lo que votaron a principios de mes centenares de delegados de la UOM de Córdoba.


¿Para qué un plan de lucha?


Para imponer un plan económico y social que haga recaer la crisis en los grandes capitalistas, no en los trabajadores.


Que imponga ya un seguro al desocupado (mínimo de 500 pesos, como se ha votado multitudinariamente en Neuquén); un salario mínimo de mil pesos; una jubilación equivalente al 82% móvil de los salarios; un reparto de las horas de trabajo disponible sin tocar los salarios; la apertura de las cuentas del Estado y de los capitalistas; el cese del pago de la deuda externa.


Frente a la crisis política, el movimiento obrero no debe aliarse a ninguno de sus verdugos en pugna, sino poner al frente del conjunto de la sociedad las necesidades apremiantes de las masas.


 


La disputa entre Menem, Cavallo, Yabrán, IBM, Citibank, Macri y todos los demás, es una lucha por el pillaje de los recursos de la economía y del Estado. A esto sólo puede ponerle remedio que los trabajadores desplacen del poder a la burguesía —no las “comisiones investigadoras”… con la inclusión del episcopado (copyright, “Cavallo” Alvarez, 1995, reproducción prohibida).


En este sentido, llamamos a enfrentar el pillaje capitalista mediante la convocatoria de congresos y asambleas de trabajadores; congresos de bases sindicales y de las centrales obreras; asambleas y plenarios de vecinos; asambleas estudiantiles. En fin, mediante una gran asamblea popular que hable en nombre de la inmensa mayoría, es decir, de los explotados.