“Regulando” a favor de las prepagas
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El gobierno “nacional y popular” dio un paso más que decisivo en el afianzamiento, consolidación y avance de la medicina privada, y en la “desregulación” menemista de las obras sociales. Todo esto con el apoyo entusiasta de La Cámpora, que, por ignorancia o ex profeso, celebró con tanto entusiasmo como lo hicieron, por su lado, los representantes de Swiss Medical, Osde y Galeno.
De un plumazo, a través de un DNU, el gobierno colocó en un mismo plano jurídico-comercial a las mutuales, cooperativas y obras sociales sindicales con las prepagas y, a través de la reglamentación, puso negro sobre blanco el 90 ó 95% de las exigencias de las prepagas.
Esa equiparación por ahora comprende a las obras sociales sindicales en relación con los llamados planes complementarios o superadores, una creación del menemismo que benefició a las prepagas. Por el mecanismo de la “libre opción”, y con el acuerdo de la burocracia sindical, las prepagas pudieron llevarse 3 millones de beneficiarios de las obras sociales, los de mayores ingresos, “descremando” el sistema “solidario” de salud. Hoy, sobre 4,5 millones de afiliados de las prepagas, 3 millones provienen de obras sociales.
En lugar de derogar esa desregulación menemista, perfeccionada por la Alianza, la ley, el DNU y la reglamentación la confirman y avanzan más.
Como bien declaró un “especialista” vinculado con las prepagas, al equiparar “los derechos y obligaciones de prepagas, mutuales y obra sociales hay un antecedente para que más adelante las prepagas puedan captar en forma directa los aportes de afiliados sindicales” (Clarín, 2/12). Estos dichos se apoyan en un hecho simple: las prepagas quedaron colocadas, por ahora en forma parcial, en un mismo plano con entidades que forman parte de la seguridad social. Por eso, en nombre de esa pertenencia, podrían reclamar recibir directamente el aporte de los afiliados “desregulados” y captar directamente a los restantes. Eso es lo que apuntó el “especialista”.
Lo mismo pasa con las mutuales y cooperativas de salud. Estas entidades eran una especie de “competencia desleal” de las prepagas porque al tener un régimen propio por tratarse de sociedades sin fines de lucro, eximidas del pago de impuestos, podrían ofrecer planes más baratos que las prepagas. Ahora, esa posibilidad va a desaparecer y las prepagas podrán concentrar aún más el negocio (cuatro o cinco tienen el 90% del padrón).
La reglamentación directamente parece escrita por las prepagas, quienes si hubiesen sido perjudicadas por todas estas normas no se hubieran quedado en silencio. Claro está, tampoco salieron a aplaudir para no arruinar el engaño K.
El kircherismo presenta como un triunfo nacional y popular que se derogó la posibilidad de que las prepagas rechacen la afiliación de personas de más de 65 años o con enfermedades preexistentes. Ahora, no pueden rechazar a nadie. Pero los K ocultan que les podrán cobrar mucho más (“habrá tres cuotas diferenciadas por patología”), y mucho más que la cuota encarecida del sistema. Lo que no era un negocio y por eso las prepagas rechazaban esas afiliaciones, se convirtió en un negocio.
El valor de las cuotas será diferenciado por edades en hasta tres veces, algo que reclamaban las prepagas. A mayor edad, más caro el plan, una forma de rechazar la afiliación de los de más edad. Pero, además, si al cumplir los 65 años el afiliado no tiene más de diez años de antigüedad en la prepaga, le pueden volver a aumentar la cuota por edad.
Con estos antecedentes, la exigencia de que las prepagas requieran la autorización de la Superintendencia de Salud y la Secretaría de Comercio para aumentar las cuotas, no es más que un simple trámite, como sucede con el resto de los sectores que obtienen las autorizaciones de Guillermo Moreno. Finalmente, con Moreno en la Secretaría de Comercio y en el Indec, la inflación es del 25% anual. No por casualidad, el mismo día que se publicó el DNU, comenzó a regir un aumento del 9,5% en las cuotas de las prepagas.