Políticas

10/7/2008|1045

Respuesta al diario “La Nación”

En su edición del 7 de julio, desde la tapa, tituló: “El PO conduce la toma del Buenos Aires”. Luego presenta un informe detallado de las fuerzas políticas que integran el centro del histórico colegio, de las secretarías de cada fuerza y de la cantidad de sus militantes, lo que huele a informe de inteligencia. Las tratativas de legalizar el espionaje policial en las escuelas ya lleva casi dos décadas.

El artículo presenta sus propias conclusiones, articulando e instrumentando para tal fin declaraciones de los estudiantes. Como si fuera un guión teatral, cada estudiante aparece declarando lo que sirve a los editores: que la UJS-PO conduce la toma y el Centro de Estudiantes del colegio mediante “métodos verticalistas” y donde “todo viene de arriba”. El “arriba”, incluso, estaría fuera del colegio, en algún lugar (alto) de la jerarquía partidaria.

Como si fuera un teórico de la “nueva izquierda”, La Nación despotrica contra “las vanguardias iluminadas”. Omite que la ocupación del colegio y el reclamo que le dio origen fueron apoyados sistemáticamente por la amplísima mayoría de los estudiantes. La Nación reconoce que todas las agrupaciones del colegio apoyan el reclamo y las medidas de lucha.

Es muy probable que La Nación no haya meditado adecuadamente sus afirmaciones. Mientras califica de ‘vanguardista’ una medida que no lo es, dado que cuenta con el impulso de la mayoría, sí apoya el desabastecimiento a 38 millones de habitantes por parte de una “vanguardia iluminada” de “piqueteros” de 4×4, que defienden la plusvalía extraída a casi dos millones de obreros rurales, en un 60% en negro.

La Nación ha sido el máximo defensor de las “vanguardias”, cuya ‘iluminación’ no conocía como límite ni el crimen, como las dictaduras militares.

Los que piensan como La Nación oscilan entre denunciar a “las vanguardias iluminadas” y exigir que los dirigentes populares deben “encarrilar” los reclamos sociales. Cada vez que hay una lucha y las masas deciden en asamblea el rumbo a seguir, los medios de comunicación se fastidian. “¿Son dirigentes o son dirigidos?”, se interrogan falsamente. Por eso saludan a las “vanguardias” sojeras y a las “retaguardias” de los movimientos populares.

La Nación integra la numerosa legión de todos aquellos que se alegran por el triunfo de los kirchneristas el año pasado en las elecciones del Pellegrini (por muy poco margen y aunque nuestra agrupación sigue siendo, por lejos, la más numerosa en la actualidad). Festejan el triunfo de un adversario táctico, como es el kirchnerismo, contra un adversario estratégico, como es la UJS-PO.

Pero La Nación debe reconocer que los jóvenes de la UJS-PO, a quienes pretende responsabilizar por la crisis de los colegios de la UBA, son los mejores estudiantes. “Obtuvo el cuarto lugar en el examen de ingreso al colegio”, informa La Nación sobre una de nuestras compañeras. ¿En qué quedamos? ¿Los mejores estudiantes quieren destruir la educación? La Nación no cree conveniente explicar por qué los estudiantes que militan en la UJS tienen un gran desempeño académico. Si se hubieran interesado, habrían debido reconocer que existe una línea de conducta.

La crítica de La Nación apunta en una única dirección: sacar a la juventud de la política, sobre todo de la política que busca realmente asumir posiciones transformadoras. Por eso, en su juego de declaraciones instrumentadas, los estudiantes son presentados primero, rechazando los objetivos de lucha, luego aludiendo a las ya mencionadas “vanguardias iluminadas” y, por fin, como si fuera una tragedia con final evidente, un chico hace un “mea culpa” de sus errores de “lesa militancia”, pronuncia frases de resignación, promete no volver a la política y sintetiza todo con la siguiente sentencia: “Pasé de militar a meditar”. La crítica de La Nación apunta a recluir a la juventud en un convento o en la discoteca.

La UJS-PO está compuesta por los jóvenes que pretenden cambiar la historia. Nuestras diferencias con La Nación son irreconciliables.