Políticas

22/5/2003|801

Reutemann transforma a Santa Fe en un campo de refugiados

Si no vuelve a llover en Santa Fe (una hipótesis contraria a los informes meteorológicos), para sacar los 20 millones de metros cúbicos de agua que todavía cubren a vastos barrios de la ciudad deberán pasar más de veinte días. La catástrofe producida por el gobierno de Reutemann ha convertido a la mayor parte de los barrios obreros de Santa Fe en pueblos fantasmas, a los cuales los trabajadores no podrán regresar en mucho tiempo. Nada menos que “4.000 familias, según el gobierno provincial, no podrán volver a sus casas cuando baje la inundación” (La Nación, 13/5).


Lejos de la pintura oficial, la cantidad real de evacuados todavía supera a las 100.000 personas.


La respuesta de Reutemann frente a esta barbarie son los campamentos de refugiados, un “plan piloto montado nada menos que en las cercanías del Hospital de Niños, una zona altamente contaminada”, para unas “20.000 personas, muchas de ellas niños, que se quedarán sin viviendas, dado el alto grado de deterioro que sufrieron como consecuencia de la gran inundación” (Página/12, 13/5). Los campamentos de evacuados, como el que ya funciona en el barrio La Florida, con 400 inundados, estarán bajo el control del Ejército; es decir, serán verdaderos campos de concentración.


Reutemann organiza la militarización permanente de Santa Fe para desactivar los actuales centros de evacuados que funcionan en las escuelas y en los edificios a lo largo de toda la ciudad, y quitarle a la población toda posibilidad de organización independiente. La militarización de los centros de evacuados, según denuncian los organismos de derechos humanos de la provincia, ha colocado toda la “logística y la distribución de la ayuda social en manos del Ejército, el que operando acorde con su tradición autoritaria genera situaciones indignas y degradantes para las personas damnificadas”; en muchos centros, el Ejército ha expulsado a los asistentes sociales y a los voluntarios.


 


Fuera el Ejército


La excusa del gobierno para evacuar las escuelas, es volver a prestar el servicio educativo; pero los damnificados “rechazan el traslado a carpas u otros centros de evacuados” (Clarín, 15/5). Lo reconoció el ministro de Educación provincial al decir que “queremos que los evacuados se vayan de las escuelas voluntariamente. No está previsto hacerlo por la fuerza” (ídem).


En la mayoría de los centros de evacuados se votó que “no aceptarán ser trasladados ni a carpas ni a otros centros de refugiados. Pretenden permanecer en esas escuelas hasta que se les garantice su reubicación en viviendas definitivas” (ídem).


En el Colegio Nacional “Simón de Iriondo” se realizó una asamblea de la que participaron delegados de otros centros de inundados, que resolvió la “permanencia de los evacuados en los centros ubicados en las escuelas y en los clubes”, pero también “en las casas ocupadas y en otros inmuebles, hasta su reubicación en viviendas definitivas” (ídem).


La “preocupación” del gobierno por reanudar las clases no se la cree nadie. Todavía hay “12 escuelas que quedaron completamente destruidas a causa de la inundación. Y otras 8 siguen bajo agua y también probablemente sean irrecuperables. Las autoridades estiman que a raíz de todo esto 30.000 estudiantes de esta ciudad deberán seguir sus estudios en establecimientos diferentes de los que iban” (ídem).


El plan de Reutemann también es enfrentado por los docentes, que se han negado a reanudar las clases hasta tanto no se releve a todos los chicos que todavía no han aparecido en los centros que funcionan en las escuelas, sea porque están autoevacuados o desaparecidos (ver nota).


La reacción popular aún es incipente. Si no ha progresado más no es sólo por la aguda militarización, sino en particular por la pasividad de la burocracia sindical, en particular la Cta, Ate y la dirección del gremio docente provincial, que han limitado su presencia a la colaboración asistencial. Se plantea elegir delegados en todos los centros de evacuados y en todos los barrios afectados por la inundación, la constitución de comités de inundados y de trabajadores, y la tarea de echar a los milicos que han copado todos los rincones de Santa Fe.