Políticas

14/9/1993|401

Rico: Hijo de Menem

Después de haber intervenido, sin éxito, en la privatización de Obras Sanitarias, el “nacionalista” Rico ha decidido “privatizar” su partido, es decir, venderlo al mejor postor. En consecuencia, ha pasado a apoyar furiosamente la reelección de Menem … apenas seis meses después de haberse declarado públicamente, en una solicitada, “en contra de la manipulada y traqueteada reforma constitucional”. Ahora que se sabe, gracias a Béliz, que desde la Rosada se están “comprando” votos para la reelección, el “giro” de Rico apesta a soborno.


“Dime de lo que te jactas y te diré de lo que adoleces”, dice el viejo refrán. Precisamente, Rico denomina a su partido “Movimiento de Dignidad e Independencia”.


El partido de Rico carece de toda “dignidad” y no sólo por el hecho de que su mentor es un antiguo torturador. Cada una de las rupturas que viene sufriendo el Modín en los últimos meses está directamente relacionada con el dinero. En Capital, otro “héroe de la picana”, como Venturino, le rompió el partido para quedarse con el dinero que el Ministerio del Interior paga por los votos obtenidos en los comicios. No es casual que muchos ex-“modines”  recientemente alejados del partido, “llegaron a deslizar sospechas de negociaciones bajo la mesa entre el riquismo y el Poder Ejecutivo” (Clarín, 8/9).


Pero si carece de “dignidad”, menos aún es la “independencia” de que pueda vanagloriarse el carapintada. Es que el voto por la reelección de Menem es el voto por la liquidación de la independencia nacional, el voto por la entrega más desaforada del patrimonio nacional al imperialismo “anglo-sajón” y el “alineamiento” automático de Argentina con el imperialismo norteamericano contra todos los pueblos del mundo.


El “voto” riquista por la reelección ha provocado una enorme crisis en el Modín. Dirigentes y militantes del Gran Buenos Aires, Capital, Formosa y Córdoba lo han abandonado denunciando la componenda de Rico con el gobierno. La fuga de los capitostes riquistas anticipa la fuga de sus votantes. Se empieza a escuchar “Rico se vendió”, algo matemáticamente exacto, en las mismas barriadas populares donde antes el carapintada había despertado simpatías como “enemigo de Menem”.