Políticas

15/10/2009|1104

Salió la nueva ley

Se ha creado una situación interesante: un gobierno derrotado ha conseguido una victoria abrumadora en el Congreso para aprobar la ley de medios. Tampoco está claro de qué le servirá, pues es incierto lo que hará con ella. La Presidenta, por un lado, ya ha adelantado que el ingreso (vedado) de las telefónicas no podrá bloquearse porque no convenía al progreso ni podía taparse el cielo con las manos. Por otro lado, la distribución de medios entre el “tercer sector” desatará, con absoluta certeza, una guerra de camarillas, con la excepción probable de la tajada que se le atribuirá a la iglesia. Es cierto que el kirchnerismo tiene un mandamás en su cúpula, pero esto no lo convierte en un movimiento de masas conducido por un caudillo. Los festejos por el resultado de la votación en el Senado mostraron a un contingente esmirriado, que no podría rivalizar con la barra brava de un equipo de medianas proporciones. En suma, la montaña parió un ratón.

Está claro que si los pocos le ganaron a los muchos, es porque los muchos son menos que los pocos. En efecto, el llamado arco opositor que ganó la votación de retenciones a la soja se ha convertido en un desbande incontrolado. La atomización ya era evidente antes de la ley de medios: el divorcio Carrió-Stolbizer, Reutemann-Duhalde, Morales-Cobos; el vicepresidente temible, que había bloqueado la 125 y se erigía en amenaza destituyente para el oficialismo, no pudo retener en su regazo a los cobistas de Corrientes, que votaron con los K. Los K, por otra parte, se han largado a una frenética cooptación de sojeros: primero, la secretaria de Binner, María del Carmen Alarcón, y ahora el viceministro de Agricultura, un fanático de los agroquímicos para extender la soja y de los grandes pools de siembra. Un representante de estos conglomerados ya participa de las reuniones del nuevo Ministerio de Agricultura con la Mesa de Enlace. Los K, sin embargo, no solo le han birlado sojeros a los llamados opositores; también se han quedado, por afano, con los especuladores internacionales, que se han dedicado a engordar sus cajas con la compra de bonos argentinos a la espera del acuerdo con el FMI. Los diarios contaron, sin pestañear, que los bancos solamente tienen un 15% de los depósitos aplicados al crédito; el resto está en acciones y en bonos, incluso del Banco Central, que paga más que la inflación. Por eso las acciones de los bancos se han disparado en el Merval.

La cosa está tan linda que Cavallo le acaba de pedir a Kirchner que lo cuide a Boudou, el ministro de Economía. La delicia de los especuladores no podía ser mayor cuando el peso se aprecia en lugar de devaluarse, o sea que las ganancias, medidas en dólares, son aún mayores.

El ‘mercado’ argentino se beneficia de la fuga de capitales de los Estados Unidos, atemorizados por la devaluación del dólar. Entre tanta euforia noventista y neoliberal apenas se escuchan, como un susurro, las voces del modelo productivo que postulaba un tipo de cambio alto (devaluado) para convertir a Argentina en una exportadora industrial. El aumento de los costos internos en dólares, debido a la apreciación del peso, las patronales lo compensan con una mayor flexibilización laboral –como ocurre en el caso de Kraft. Sumado todo esto, el arco opositor se ha quedado sin mecenas, porque las cartas de una nueva negociación con el capital internacional han vuelto a las manos de Kirchner, por lo que pueda durar. Los progres del kirchnerismo no dicen ni mu, justo ahora que han “liberado al lenguaje” del grillete de los monopolios.

Es cierto que el FMI viene por el ajuste, pero no a los capitalistas. Precisamente, promete que si aplica el torniquete al gasto social y los salarios, y se eliminan los subsidios al transporte y los combustibles, podría venir dinero de afuera para financiar el déficit fiscal y a los capitalistas en apuros. Lo que será un achique para las masas, es una onda expansiva para banqueros e industriales. Esto se ve en la decisión de eliminar la ley de responsabilidad fiscal, que limita el endeudamiento de las provincias. No tendremos, por ahora, patacones, pero no faltarán siglas de bonos provinciales. La bancarrota fiscal y financiera que los K creen haber evitado en esta fase de la crisis capitalista mundial, la están preparando ahora para la fase siguiente de la bancarrota internacional.

En este cuadro hay que ubicar la repercusión de la lucha de Kraft, que creció, paradójicamente, luego de que el monopolio lograra, policía y gendarmería mediante, normalizar la producción. Es que el país es una caldera social, que el gobierno no puede contener y la pseudo oposición es definitivamente incapaz de canalizar.