Políticas

28/6/2001|712

Salta es una herida abierta

Es casi la medianoche del jueves 21. La delegación de organizaciones de derechos humanos, diputados, sindicatos y partidos, proveniente de Buenos Aires, acaba de participar en una asamblea multitudinaria en Mosconi. Es el territorio liberado el día anterior. Cuando la pueblada echó a los gendarmes. Cuando la dirección piquetera se apoderó de la plaza páblica. Ahora, poco más de 24 horas después, centenares de mosconenses se agolpan frente a las intervenciones de “los venidos de tan lejos”.


La voz prácticamente unánime es una sola: que se retire la Gendarmería, investigación de los delitos y asesinatos de los uniformados, libertad a todos los presos, cese de las persecuciones y procesos, que se reconozca a la organización de desocupados. El representante de la CTA plantea la necesidad de un paro nacional. Nos presentan para hablar en nombre de “nuestros compañeros de lucha, Pepe Barraza y César Raineri, compañeros del Partido Obrero”. Mosconi es el país todo: la masiva movilización que recorre en esas horas la Capital Federal, los cortes de ruta, el apoyo y la acción directa que se extiende en la geografía argentina.


Casi la medianoche. Poco antes la Asamblea se había interrumpido ante el anuncio de que la casa de César Raineri había sido saqueada por los servicios y las fuerzas de seguridad. Una delegación concurre a verificar la situación. Nos desplazamos unos metros a un local, a solicitud de la dirección piquetera.


Toma la palabra Juan Carlos ‘ Hippie’ Fernández. Informa la descomunal labor de organización de los desocupados, su lucha, sus proyectos de reorganización social y productiva de la región, la enorme tarea realizada con los miserables planes Trabajar. La intervención toma fuerza y un tono creciente de denuncia: la dignidad degrada hasta la prostitución de los hijos de este pueblo, orgulloso de sí mismo. Es un alegato preciso, con cifras y datos que contrastan la opulencia de los pulpos petroleros y capitalistas instalados en la zona y la existencia paupérrima de sus habitantes.


La intervención de Fernández se eleva en el silencio y la tensión creciente: nos están matando y estamos amenazados. La Gendarmería se retiró del pueblo para apostarse a apenas algunas cuadras de distancia; la policía está más cerca aán. Esta noche inclusive, luego de que se vaya la delegación de dirigentes llegados de Buenos Aires, puede haber una represión sangrienta. La denuncia se transforma en reclamo: no pueden irse en este momento, hay que garantizar la vida de esta plaza con todos los recursos a nuestro alcance, necesitamos la presencia de ustedes.


La demanda es muy concreta. Se cruzan las miradas. Algunos diputados se lanzan a febriles gestiones telefónicas, nadie cuestiona la urgencia y el dramatismo de la solicitud. Se aprueba rápidamente quedarse en la zona de Mosconi esa noche, plantear la situación por todos los medios y decidir a la luz del día nuevas medidas. Tomamos la inciativa de proponer junto con los piqueteros de Mosconi un comunicado oficial a favor de un comité permanente de organizaciones para asegurar la plaza “liberada”, los reclamos de los luchadores.


Medianoche del jueves 21. Mosconi es el país. Los piqueteros pugnan por todos los medios para imponer su lucha. El imán de su poderoso movimiento nos llevó a Mosconi y a Mosconi a las calles de todo el país. El propio gobierno se quiebra. Cafiero viaja casi clandestinamente horas después para hacerse ver con los “prófugos de la justicia”. Palo y zanahoria: es el turno de las mediaciones, de la tentativa de integrar a los piqueteros bajo la tutela estatal-clerical. Una batalla más. La plaza piquetera afirma que el primer punto de cualquier negociación es la libertad de los presos. La lucha contináa: la Argentina piquetera está en marcha. El Partido Obrero con ella.


(Pablo Rieznik y Christian Rath integraron en nombre del Partido Obrero la delegación de organizaciones que viajó a Mosconi y Tartagal el jueves 21 pasado.)