Políticas

19/6/1997|544

Se viene otro Punto Final

En 1992, cuando arreciaba el Yomagate, excluimos, desde estas páginas, la posibilidad de que el escándalo provocara la caída de Menem.


Dimos como razón que la clase capitalista no podía apoyar una salida semejante, cuando gracias al gobierno de Menem estaba realizando los negocios más brillantes en muchas décadas.


¿Puede caer Menem ahora, cuando el crimen de José Luis Cabezas involucra ya claramente a gran parte de su clan y a más de medio gobierno?


A diferencia de 1992, sin embargo, la crisis política no solamente afecta ahora al gobierno, sino a un arco mucho más grande del presente régimen político.


Porque si Menem está vinculado a Yabrán (y parece que Alfonsín, Massaccesi y Jaroslavsky también), Cavallo (y la embajada norteamericana) también lo están con IBM y con los contrabandistas de la Aduana, y Duhalde nada menos que con la gigantesca ‘maffia’ de ‘la bonaerense’. Es precisamente el temor a que el hundimiento de uno pueda provocar la caída de todos los otros, lo que explica esa danza de elogios recíprocos que se prodigan, unas veces Cavallo y Duhalde, otras veces Duhalde y Menem.


(Hay que añadir que el crimen del funcionario del ANSeS, Freddy Pochat, involucra al Sindicato del Pescado de Mar del Plata, cuyo recientemente fallecido secretario general, Abdul Saravia, era ‘amigo’ del ya desaparecido ‘petrolero’ Ibáñez y del propio Menem, quien asistió especialmente al velorio en calidad personal).


Destituir a Menem, entonces, importaría para sus adversarios el ‘riesgo’ de provocar su propia caída en forma sucesiva y abrir un ‘vacío de poder’. Por eso se busca la salida ‘indolora’ de un cambio de gabinete que preserve las ‘jurisdicciones’ de todas las ‘maffias’ que controlan el poder del Estado.


Es para este operativo que se ha anotado, presuroso, el ‘Chacho’ Alvarez. A instancias de un editorial de La Nación que reclama la renuncia del ministro de Justicia, Jassan, el frepasista salió con los tapones de punta a plantear el juicio político del funcionario, aun a sabiendas de que Menem no se encuentra rodeado por “ningún cerco” (Alvarez, textual).


La posición del Frepaso es la que con mayor exactitud coincide con la del imperialismo yanqui y del FMI, que son los que pilotean la depuración limitada del gobierno.


Los capitalistas están obligados a caminar con cuidado de no pisar los huevos. Con una Bolsa que creció en un 60 por ciento en los últimos nueve meses (concentrada en veinte grandes empresas), mientras los salarios han retrocedido y la desocupación en masa se ha transformado en estructural, una caída de Menem pondría fin a lucrativos negocios y profundizaría la brecha por donde podrían irrumpir con toda fuerza los trabajadores.


La operación ‘limpieza de gabinete’ exigiría, naturalmente, una larga tregua en los procesos judiciales en curso, es decir otro “punto final”. Sería, por lo tanto, una operación de encubrimiento.


La conclusión es que la burguesía sólo puede gobernar por medio de un régimen político delictivo.


El juicio político hay que aplicárselo a Menem, a Duhalde, a Cavallo y a Alfonsín, pero el tribunal que tenga a cargo esa tarea no podría ser el actual Congreso trucho, sino una verdadera Asamblea Popular.