Políticas
1/7/2016
Según pasan los semestres
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El humor popular ha prodigado todo tipo de ironías a un segundo semestre que iba a llegar, según los voceros del macrismo, con un sinfín de augurios económicos favorables. Muchos menos risueña, en cambio, fue la difusión de los datos de la actividad económica en los primeros meses del año. Después de la devaluación de diciembre, la actividad agropecuaria registró una caída del 5% en el primer trimestre, el mismo porcentual que marcó la industria de la construcción. En el país que aguardaba la “lluvia de dólares”, la inversión fija retrocedió un 3,8%. Pero en relación al esperado segundo semestre, “los expertos esperan un panorama con caídas más pronunciadas”. (La Nación, 30/6).
Los voceros del macrismo, sin embargo, han encontrado un consuelo: una revisión de las estadísticas nacionales de los años K señala que el producto bruto creció casi un 20% menos de lo que informaban Guillermo Moreno y compañía. Esa revisión da cuenta de caídas del producto en 2009 y 2014. En consecuencia, la actual recesión sería ¡la cuarta de los últimos ocho años! A diferencia de lo que señalan los K, la crisis presente guarda un poderoso hilo conductor con la que protagonizaron Kicillof-Vanoli. A diferencia de lo que prometieron los macristas, su viraje a “los mercados” no ha sacado a la economía del marasmo.
Unos y otros, más allá de sus enfrentamientos, reconocen un denominador común: la minimización – o incluso el desconocimiento- del verdadero alcance de la crisis nacional, como crisis de las relaciones sociales vigentes. Todavía hoy, los K sostienen haber gobernado en el mejor de los mundos, ocultando que mucho antes que los Macri esbozaron su misma receta ajustadora –el arreglo con buena parte de los buitres de la deuda, la devaluación de enero de 2014, la creación de una gigantesca especulación a costa de la quiebra del Banco Central (Lebacs) y, como consecuencia de todo lo anterior, la recesión y la caída del salario.
Por su parte, el macrismo se propuso llevar hasta el final el ajuste que los “nacionales y populares” no pudieron ejecutar. “Cambiemos” debutó prometiendo una salida del pozo más o menos rápida –el “segundo semestre”- con sólo operar un “reacomodamiento de precios” (este término, varias veces empleado por Prat Gay y los suyos, fue acuñado varios años antes por un ucedeísta “nac y pop”, el imprentero Boudou).
Pero las “correcciones de precios” macristas terminaron agravando todos los desequilibrios precedentes, y chocaron con los límites infranqueables de la bancarrota capitalista internacional y, principalmente, de la quiebra brasileña. Después de una devaluación del 50%, la balanza comercial argentina no ha podido salir del rojo, y sólo la recesión ha impedido resultados aún más negativos (los que resultarían, por ejemplo, de mayores importaciones de insumos industriales).
La tentativa devaluatoria ha chocado con el agravamiento de la competencia internacional. La intención de corregir la quiebra del fisco sólo tuvo expresión en los 50.000 despidos de estatales. Pero como contrapartida, los fondos públicos salieron al rescate del capital agrario (reducción o eliminación de retenciones), de los pulpos petroleros y otras corporaciones capitalistas. La “lluvia de inversiones” no tiene lugar en un mercado mundial y regional sobreofrecido.
En este cuadro, los capitales que han ingresado no han hecho sino reforzar una bicicleta financiera. La abundancia de capital monetario agrava las tendencias inflacionarias, en pesos y en dólares. Como consecuencia de ello, y a seis meses de la devaluación, los lobbies exportadores reclaman otra. Los Aranguren, por su parte, advierten por lo suyo: si se vuelve a devaluar, viene otro tarifazo.
En suma: la tarea de rescatar simultáneamente a todos las fracciones capitalistas acentuó todas las contradicciones heredadas de la quiebra del “modelo”. La pretensión de resarcirlas a costa de un retroceso histórico del salario y las condiciones laborales de los trabajadores también ha encontrado límites –ello, a pesar del feroz cepo de los Moyano, Caló y otros a enfrentar el ajuste con una lucha de conjunto.
Los macristas – y sus opositores amigos- quieren salir del laberinto por medio de un endeudamiento feroz. Pero este rumbo también está cuestionado cuando la crisis mundial, después del Brexit, ingresa en una fase aún más aguda. La revaluación del dólar amenaza con hundir a la economía norteamericana en una nueva recesión –ello, cuando el endeudamiento de consumo ha retomado los niveles explosivos que precedieron al estallido subprime de 2008.
Los gurués del segundo semestre, los propios y los ajenos al macrismo, han mostrado una vez más su completa cortedad de miras. No es una fiebre pasajera la que ha postrado al enfermo. Es la crisis de una organización social, que requiere ser transformada en sus raíces.