Políticas

21/6/1989|271

Seineldín-Menem: entrevero entre “nacionalistas”

En la reciente contienda electoral, los carapintadas declararon públicamente su apoyo al ahora presidente electo Carlos Menem. “Un hombre nacional”, así lo definían en directa consonancia con el “ejército nacional” que ellos dicen comandar.

En la estrategia carapintada, la victoria del riojano debería arrojar por la borda al generalato “liberal” y “alfonsinista” y abrirles de par en par las puertas del comando del Ejército. Lamentablemente para Seineldín, trató de una ilusión.

Menem asume el gobierno no como representante de un movimiento “nacional” sino como testaferro del gran capital nacional y del imperialismo. Menem se ha aliado férreamente con Bunge y Born, Cavallo y Amalita, todos con fuertes ligazones con el Citibank, es decir, el imperialismo yanqui, sostén último y decisivo del generalato en todas las crisis militares.

En orden con su alineamiento general con el gran capital, Menem sostiene a la cúpula “institucional” del ejército, como lo indica la nominación de Luder en el ministerio de Defensa.

Está claro ahora que los reclamos de Menem en favor de una amnistía tendía a quitarles una bandera a los carapintadas, a acortar su margen de maniobra dentro de la fuerza, dejando la solución de los “problemas internos” a los propios militares, es decir a la Junta de Calificaciones dominada por los generales.

“Seineldín pateó el tablero” titula Somos, que alguna vez posó de vocero carapintada La destemplada reacción del coronel carapintada frente a la evidencia de que no entraba en el juego del próximo gobierno constituye la primera desilusión política que se procesa frente al “fenómeno Menem”, aún antes de que el riojano asuma el gobierno. No será por cierto la última ni la más importante.

El nuevo “pronunciamiento” cara pintada es su acta de defunción política Los autonominados “salvadores del ejército y de la nación”, es decir, porta- dores de un programa nacional por encima de las clases y partidos, han demostrado su nulidad política. Seineldín y compañía han sido la “carne de cañón de la burguesía, el imperialismo y el alto mando, a los que han servido para imponer una serie de reclamos fundamentales, tales como la amnistía y la militarización del Estado.

La brutal respuesta de Caceres (“Seineldín debe irse”) en momentos en que la amnistía es considerada un hecho, muestra que, en opinión de la burguesías el alto mando, al juguete se le terminó la cuerda.

Momento de decisión

Aun antes de haber asumido, Menem se encuentra ante una virtual sublevación dirigida contra su política militar. No deja de tener gracia recordar que el riojano señaló oportunamente que a Alfonsín se le habían sublevado “porque no tenía política militar”.

Para el riojano se trata de una primera prueba, quizás decisiva.

El alto mando está dispuesto a dar la batalla. Si Menem, apoyándose en los generales y en el consenso general de la burguesía, corta tajantemente la sedición depurando de raíz a los carapintadas, quedará revelado su total alineamiento con el Pentágono. Menem ganará “credibilidad” mostrándose como un juguete en manos del imperialismo.

La derrota carapintada dará paso a la ansiada “unidad del ejército” pero el gobierno será una marioneta del Pentágono pues gobernará de la mano de una mayor injerencia imperialista en la Nación y de una creciente militarización del Estado.

En caso contrario, si el riojano se deja acorralar por los carapintadas, antes de subir, ya habrá empezado a caer. Su “credibilidad” quedará destrozada en horas. Entonces, no habrá plan BB ni Amalita que valgan. Habrá entrado en la misma senda de declinación que amargamente debió recorrer Alfonsín.

¿Por qué Seineldín se “olvidó” del Pentágono?

En el documento en el cual Seineldín denunció el incumplimiento del Pacto de Villa Martelli, el coronel carapintada trazó un cuadro de los “enemigos” que enfrentaba el “Ejército Nacional” por él conducido.

Seineldín la arremetió contra el generalato, el trotskismo, el colonialismo británico, los “cipayos Alfonsín y Nosiglia” y hasta contra “la IV Internacional de Caputo” y “la renovación internacionalista”. En verdad, una fuerza formidable.

Sin embargo, el coronel carapintada “olvidó” mencionar al principal enemigo, al menos de la nación, el Pentágono yanki, el verdadero sostenedor del “generalato”. Ha sido precisamente el Pentágono quien apoyó a Alfonsín y a los generales en cada una de las crisis militares.

El “olvido” de Seineldín muestra que el estratega de los carapintadas o adolece de una completa ceguera política o que ha estado tendiendo los puentes al principal enemigo social y militar de la nación. Para los “nacionalistas” el imperialismo es un enemigo demasiado poderoso, con el cual es necesario llegar a algún tipo de acuerdo.

En uno u otro caso, el “olvido” de Seineldín revela su completa impasse política.