Políticas

23/9/2015|1382

Setiembre de 1955: hace 60 años la Revolución “Fusiladora” desalojaba a Perón del poder


Se acaba de cumplir el 60 aniversario del golpe cívico-militar que desalojó, en setiembre de 1955, a Juan Perón del poder. Y el silencio con el que el aniversario ha transcurrido, sin que ningún vocero oficial lo haya mencionado, “aturde”. Ni cadena nacional ni denuncia parlamentaria, ni siquiera una declaración de circunstancias. Nada. Tampoco el peronismo no kirchnerista ha abierto la boca. ¿Qué los lleva a ocultar uno de los mayores golpes reaccionarios del siglo pasado, que abrió una etapa de ataques sistemáticos contra las conquistas obreras, populares y democráticas?


Las nuevas generaciones tienen el desafío de entender los acontecimientos del pasado para juzgar y evaluar la conducta de las distintas clases y agrupamientos políticos. ¿No será la grosera capitulación de Perón y el peronismo ante el golpe lo que explica tamaño silencio? ¿Tendrán vergüenza de asumir que ante un golpe impulsado por la Iglesia, una fracción de las fuerzas armadas, el imperialismo y la burguesía, con el acompañamiento de todo el arco de los partidos democratizantes (incluidos socialistas y comunistas), el peronismo evitó defenderse (incluso contando con superioridad militar) por temor a abrir el camino a una irrupción popular? Y esto después de haber triunfado en las elecciones de vicepresidente, en abril de 1954, con el 64% de los votos.


 


Un golpe anunciado


 


Como se señaló en estas páginas1, el golpe frustrado de junio de 1955 había sido un ensayo general de lo que se preparaba. La Iglesia impulsaba una amplia coalición que agrupaba a todo el arco político opositor, incluidos los socialistas y comunista2 en una reedición de la Unión Democrática de 1945. La Democracia Cristiana, fundada en julio de 1954, se integró a esa coalición. 


 


Desde comienzos de la década del '50 el esquema económico sobre el que se sostuvo el régimen peronista había comenzado a agotarse. La caída de los precios internacionales de granos (40% sólo en 1954) y de carnes castigaban el saldo del comercio exterior. El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (Iapi), que en los primeros años capturaba parte del excedente agropecuario para volcarlo al subsidio a la industria y a políticas sociales, empezó el ciclo inverso transfiriendo fondos a la oligarquía. La industria, necesitada de reequiparse, comenzó a reclamar mayor apertura a las inversiones extranjeras. El gobierno peronista dio un viraje proyanqui. En julio de 1953, Perón recibió a Milton Eisenhower, hermano del presidente estadounidense. En junio de 1954, un golpe proyanqui derrocó al presidente reformista de Guatemala, Jacobo Arbenz, ante el silencio peronista. En el terreno económico, la nueva ley de inversiones extranjeras de 1953 permitió el arribo de Fiat y Kaiser. A esto le siguió un acuerdo con el Eximbank por 60 millones de dólares a comienzos de 1955 y el contrato con una subsidiaria de la Standard Oil, que le cedía para la explotación petrolera una vasta área de la provincia de Santa Cruz en condiciones leoninas. El problema de este viraje era en qué medida podía evitar la resistencia obrera y popular y descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.


 


Resistencia obrera


 


En febrero de 1952, el gobierno había lanzado el “Plan de Estabilización” y suspendido las paritarias por dos años, reemplazándolas por aumentos por decreto. Las luchas fabriles pusieron un freno a esta política y permitieron un ligero crecimiento del salario real en 1952-53. En setiembre de 1953, Perón impulsa la Ley de Convenios (la 14.250), que otorga al Ministerio de Trabajo un rol decisivo para “homologar” los acuerdos entre las partes en función “del interés general”. La reapertura de las negociaciones colectivas, en abril de 1954, muestra que los trabajadores no aceptaban ser el pato de la boda y la huelga metalúrgica de mayo de ese año, impulsada por los cuerpos de delegados, lo puso de relieve. El gobierno contraataca convocando dos “Congresos de la Productividad”, uno en agosto de 1954 y el otro en marzo de 1955.


 


Pero las patronales desconfían. Tanto el imperialismo como la patronal nativa reclaman el desmantelamiento completo de las conquistas obreras y sindicales para avanzar en la política de ajuste. La patronal metalúrgica, una de las más favorecidas y más cercanas al gobierno dudó incluso en participar en los Congresos de la Productividad, insistió en acabar con el poder de las comisiones internas y los cuerpos de delegados dentro de las fábricas e incluso “expresó una ligera aprobación del derrocamiento de Perón en 1955”.3


 


De junio a setiembre


 


Después del fallido golpe de junio de 1955, Perón impidió toda acción independiente de los trabajadores y llamó a confiar en las fuerzas armadas, a quienes adjudicaba el haber hecho fracasar al golpe de junio. Un mes después insistía: “Como en los tiempos de nuestra vigilia pasada, la consigna sigue siendo la misma: “del trabajo a casa y de casa al trabajo”. La CGT acompañaba esta orientación con llamados a “mantener la calma”. 


 


Su política durante esos meses fue contemporizar con los golpistas. Cambió el gabinete para mostrarse conciliador, convocó a una tregua, permitió a Frondizi utilizar la cadena nacional para dirigirse al pueblo y ofreció dos veces su renuncia: una, ante el gabinete, que lo rechaza, y la última, el 31 de agosto, ante la cual la CGT convoca a una gran movilización. Allí proclamó el famoso “cinco por uno”, que no era más que una bravata en medio de la completa impotencia.


 


El golpe de setiembre


 


El triunfo del golpe de setiembre, “desde una óptica exclusivamente militar, parece inexplicable. Perón capituló, renunció y huyó del país contando con fuerzas militares ‘leales' inmensamente superiores a los amotinados. En Córdoba, única plaza terrestre que tomaron los rebeldes, la proporción de efectivos militares que la rodeaban le era favorable 5 a 1. En el litoral, el alzamiento de Aramburu fue sofocado rápidamente, mientras que la poderosa guarnición de Capital y Gran Buenos Aires, así como la Fuerza Aérea, la Gendarmería y la Policía permanecían ‘leales'”4.


Perón explicó lo “inexplicable” a los pocos días al diario El Día de Montevideo (5/10/1955), con los acontecimientos frescos. “Las probabilidades de éxito eran absolutas, pero para ello hubiera sido necesario prolongar la lucha, matar mucha gente, destruir lo que tanto nos costó crear. Bastaría pensar en lo que habría ocurrido si hubiera entregado armas de los arsenales a los obreros decididos a empuñarlas”5.


 


El espectro de la Revolución Boliviana de 1952-3, cuando un golpe gorila pretendió desconocer el triunfo del nacionalismo boliviano (MNR) y el proletariado intervino para derrotarlo, abriendo la posibilidad de su intervención independiente, debía estar muy presente en el Perón de 1955.


 


Balance 


 


La caída de Perón fue una aguda manifestación del agotamiento del movimiento nacionalista burgués que se desmoronó por dentro. Antonio Cafiero, ministro de Economía, renunció por sus “convicciones” (clericales) ante la crisis abierta con la Iglesia. Las fuerzas sociales que protagonizaron el golpe (la oligarquía y el imperialismo, pero también la burguesía industrial, como vimos) tenían preservados sus recursos después de una década. Los partidos burgueses y pequeño burgueses democratizantes, incluidos los izquierdistas, sirvieron servilmente de cobertura a la contrarrevolución de los explotadores.


Por todo esto, seguramente ni el gobierno ni los peronistas antikirchneristas democristianos como De la Sota, ni los continuadores de los golpistas en los partidos democratizantes abrieron la boca a 60 años del golpe fusilador, antecedente del que Videla y sus secuaces, con las mismas complicidades, darían 20 años después.


 


 


1. El golpe de junio de 1955, Prensa Obrera N° 1.371, 6 de julio 2015.


2. Codovilla señala a principios de 1955: “El Estado corporativo de tipo fascista creado por Perón cierra las posibilidades de coalición de fuerzas democráticas y nacionales para presentarse unidas en las elecciones”. Una trayectoria consecuente, T. III, pág. 164).


3. Metalurgia Nº 167, setiembre de 1955, citado en James P. Brennan, Marcelo Rougier, Perón y la burguesía argentina, 2013.


4. Hace 30 años la Revolucion Fusiladora de los partidos democratizantes y la Iglesia, Prensa Obrera, setiembre 1985.


5. Citado en ídem nota 4.