Políticas

26/3/2009|1076

Soldados israelíes denuncian crímenes de guerra del sionismo

“un tiro, dos muertos”

Matar el mayor número posible de palestinos, sin que importara la edad o que estuvieran desarmados, y aunque fueran personal médico o socorristas, fue la directiva del gobierno de Israel durante los 22 días de masacre a Gaza. Por supuesto, el sionismo negó su estrategia de “solución final”. Pero la orden de limpieza étnica ha sido corroborada, sorprendentemente, por una asamblea de oficiales y soldados israelíes que intervinieron en la invasión. Pensada como un ámbito de “contención y balance”, la asamblea de graduados de la academia militar Yitzak Rabin, en el norte de Israel, fue una catarata de acusaciones espeluznantes sobre órdenes expresas de ejecutar civiles inermes.

Un jefe de escuadrón de infantería dijo que su comandante le ordenó salir al exterior a una familia que había tenido cautiva varios días pero “olvidó” avisarle al francotirador que estaba en el techo. Este mató a la mujer y sus niños. Otro oficial narró: “La orden era entrar a las viviendas con un vehículo blindado, echar abajo la puerta y abrir fuego contra quien viéramos. Lo llamo asesinato a sangre fría. Los superiores contestaban que era legal porque todos los que se quedaron eran terroristas, ya que no escaparon”. Un tercero describió cómo asesinaron a una anciana que confundió hacia dónde debía caminar. Dijo que discutió con su comandante, que le respondió: “La orden es matar a todos (en el centro de Gaza). Todos son terroristas”. “Disparen y no se preocupen por las consecuencias”, fue otra de las fórmulas. A otro oficial, su comandante le dijo: “Lo que es genial en Gaza es que, cuando veas una persona en un camino, no es necesario que esté armada, simplemente disparále”. “Había una enorme sed sangre”, fue su conclusión (New York Times, 19/3). “También influyeron las consignas de rabinos que conminaban a no tener piedad”, dice otro (El País, 20/3).

El director de la Academia, Dani Zamir, giró el registro de la asamblea al jefe de personal del Ejército, Gabi Ashkenazi.  Pero “es evidente que Zamir estimó que sus inquietudes no se tomaron en serio y por eso difundió los testimonios” (New York Times). El documento, que comenzó siendo publicado por el diario Haaretz (de Tel Aviv), dio la vuelta al mundo en 24 horas. Zamir se declaró “absolutamente conmocionado” y, sobre todo, “muy preocupado por el impacto en la moral del Ejército”. El escándalo obligó, finalmente, al departamento legal de las Fuerzas Armadas a anunciar el inicio de una investigación, rechazada por las organizaciones de derechos humanos israelíes que reclaman una comisión investigadora independiente. “Si Israel no investiga, otros países tendrán que hacerlo”, pidió una de ellas (La Nación, 20/3).

El intento del gobierno sionista de desmentir a sus soldados también fracasó. “Las crónicas tienen una gran precisión” y otros sectores del ejército israelí “ya han planteado cuestiones similares, lo que ha generado un acalorado debate en círculos militares” (New York Times).
No se pueden desmentir las imágenes. Haaretz mostró unas remeras que, según informa, habrían vestido los soldados israelíes. En una se ve el dibujo de una palestina embarazada en la mira de un rifle, con un texto (en inglés y en hebreo): “un disparo, dos muertes”. En otra camiseta, el blanco era un niño y la leyenda decía: “cuanto más pequeños son, más difícil resulta”.

Las revelaciones de Haaretz coincidieron con la publicación de un informe de la ONU que denuncia que las tropas israelíes usaron niños palestinos como ‘escudos’, dispararon contra niños, demolieron una casa con una mujer y sus hijos aún dentro y bombardearon un refugio luego de ordenar a civiles palestinos que ingresaran en él. Según la propia ONU, “esto son sólo algunos ejemplos; las violaciones (son) demasiado numerosas para enumerarlas” (El País, 24/3).

Mientras, el ministro de Defensa, Ehud Barak, repite como un orate: “Les digo que desde el jefe del estado mayor hasta el último soldado, el ejército más moral del mundo está listo a recibir órdenes del gobierno de Israel”.

El primer documento que  prueba que el personal sanitario también fue un objetivo militar fue reproducido por Haaretz. Bajo el título “Evaluación situacional” aparece la frase: “Reglas de enfrentamiento: disparar también contra los rescatadores”. Según la organización israelí Médicos por los Derechos Humanos, “el Ejército atacó 34 instalaciones médicas y 34 centros de atención primaria”, además de matar 16 miembros del personal sanitario y herir otros 35. Violando la legislación internacional, el Ejército no sólo no evacuó a los heridos sino que impidió a los equipos médicos palestinos acercarse a ellos (EFE, 23/3).  

El Estado de Israel y las agencias sionistas intentaron paliar el rechazo generado por la invasión a Gaza y cohesionar a los judíos de todo el mundo acusando de antisemitas – incluso ante la Justicia-  a las organizaciones y personas que se manifestaron contra la masacre en Palestina. La Cancillería y el Ministerio de Absorción israelíes reclutaron centenares de voluntarios para que “contrarrestaran las críticas en los diarios digitales de todo el mundo” y organizaran “manifestaciones favorables a Israel” (Público.es, 31/1). En la Argentina, la Embajada sionista tuvo el cinismo de acusar al Partido Obrero de llamar a un pogrom (se debió retractar públicamente). La mayoría de los medios de comunicación dieron fe del “recrudecimiento del antisemitismo”, mientras ocultaban el uso israelí de armas prohibidas y la masacre de civiles. El genuflexo gobierno kirchnerista también acusó de “ola antisemita”, a la solidaridad con el pueblo palestino.  

La política de limpieza étnica del Estado sionista ha logrado fabricar “antisemitas” incluso entre los que visten su uniforme. Por una república laica y socialista que una al pueblo árabe y al judío en el territorio histórico de Palestina.

Olga Cristóbal