Políticas

23/4/1992|355

Todman-Cavallo Vs. Menem-Vicco: Los deudores “morosos” nos gobiernan

La sospecha de que el Departamento legal del Banco Central habría demorado la tramitación del cobro de las deudas del amigo de Menem, Miguel Ángel Vicco, por valor de 40 millones de dólares, para que éste pudiera beneficiarse con la “prescrip­ción “de su pago que se produce al cabo de tres años del inicio de la gestión de cobro, motivó la intervención del poder judicial y el estallido de un nuevo escándalo que tiene por protagonista al ex secretario privado del presidente.

La ofensiva contra Vicco fue desalada desde los ministerios de Economía y de Interior, dentro de la batalla que tiene em­peñada la embajada norteamericana para desmantelar el clan íntimo del presidente y el equipo del ministerio de Defensa que resiste la entrega de Ezeiza a una empresa de correos norteamericana. El paso siguien­te de este plan preveía un ataque al dan Alsogaray con denuncias acerca de fas manifiestas irregularidades que existen en la gestión de Somisa y que podrían superar holgadamente los curros y coimas que signaron la gestión de Entel con anterioridad a la “privatización”.

Esta feroz lucha de clanes y de intere­ses, en la que están en juego las “cometas “ de 20.000 millones de dólares previstos para el resto de las “privatizaciones”, explica la reacción de Menem de decidir la publicación de la lista de todos los que se encuentran en la misma situación que Vicco. Esos deudores morosos del Banco Central, incobrables o “prescriptos”, tota­lizan un perjuicio de 15.000 millones de dólares. La cuenta no la pagó el Banco Cen­tral, que no tiene capital real, ni el Tesoro nacional, que nunca contó con una cuenta para prevenir el pago de semejantes pérdi­das. La cuenta fue integralmente pagada con emisión de moneda, es decir con infla­ción e hiperinflación, las cuales permitieron transferir miles de millones de dólares de los trabajadores a los capitalistas. Lo que nin­gún diario explicó al pueblo fue, precisa­mente, esto: que la inflación no está causa­da, como arguyen los charlatanes a sueldo, Por los “elevados” salarios, o por los gastos en salud y en educación, siempre decre­cientes, sino por el usufructo de créditos que nunca devolvieron, por parte de los grandes grupos capitalistas.

Se dio, así, el fenómeno, que puede extrañar a más de uno, de que los deudores que alegaban una situación de quiebra para 00 cancelar lo que debían, en jugar dejarse a la quiebra y desaparecer del escenario económico se transformaran en más ricos todavía, Vicco tiene hoy más plata que cuando alegó su quiebra — y podría perfec­tamente cancelar la deuda de 40 millones. Lo mismo vale para Macri, el dueño de Sevel, Manliba, empresas constructoras; o Bulgheroni, que gana licitaciones de petró­leo mientras deja sin pagar sus cuentas al Central. Si según Marx la acumulación origi­naria del capital fue un proceso de “sangre y lodo”, la acumulación capitalista de la clase que gobierna Argentina no le va en zaga; es un proceso de fraude, estafa, des­integración económica y rapiña. Mientras protestaban una incapacidad para hacer frente a sus deudas, estos grupos capitalis­tas desataron la mayor fuga de capitales que haya conocido el país: unos 40.000 millones de dólares. Los créditos que se negaban a pagar se iban, convertidos en divisas, al exterior. De estos fraudes salió la deuda externa que Argentina aún debe pagar, exactamente a quienes se niegan a pagarle a ella, a los Techint, Pérez Com­parte, Macri, Bulgheroni, Banca Robarte, etc. que tienen en su poder gran parte de los títulos correspondientes. A estos grupos les sobra el dinero para pagar sus deudas al Banco Central — no lo van a hacer porque el Estado los protege. La publicación de las listas, una maniobra de Menem para salvar a su clan contra la acción de Todman-Cavallo, constituye al mismo tiempo una manio­bra para “inocentar” al gobierno y al Esta­do argentinos de su responsabilidad como protector de los intereses de esos grupos capitalistas. En realidad, los deudores frau­dulentos gobiernan la Argentina; sus hom­bres son los que ocupan los ministerios, son ellos los que elaboran los planes de gobier­no, son ellos los que se benefician con la política oficial.

Pero la burguesía argentina y los gran­des capitales internacionales no sólo adeu­dan a la Argentina el dinero que no le devuel­ven al Banco Central o el que fugaron al exterior; también le deben el que correspon­de a la extraordinaria evasión impositiva y previsional, que el descarado Alemann habla evaluado en 12.000 millones de dóla­res anuales en su conjunto. Aquí tenemos otra fuente de fuga de capitales. Pero una reciente disposición de Cavallo, en realidad la cuarta en menos de un año, autoriza al blanqueo de capitales y al blanqueo imposi­tivo y previsional, es decir condona todas las deudas por evasión y hasta por indemnización por despidos de trabajadores registrados parcial o totalmente en negro. ¡Cómo va a empeñarse en cobrar las deudas al Banco Central, el mismo gobierno que “perdona” las contraídas con el Fisco!

Pero hay una diferencia entre el “lodo y la sangre” al que aludía Marx y el lodo y la sangre de los Cavallo. La acumulación origi­naria del capital, que caracterizó a los siglos XIV al XVIII, fue la forma inhumana y dolorosa que tomó el despegue de las fuerzas productivas modernas. La exacción del capital internacional y nacional actual ha servido en lo fundamental para consolidar una riqueza parasitaria y para provocar el derrumbe nacional en el conjunto de los países de América Latina.

La suma de los fraudes de la burguesía en Argentina supera holgadamente los 200.000 millones de dólares Una de las funciones de la ''privatización'' es borrar los rastros y registros de este enriqueci­miento de piratas. Toda esta historia permi­te entender por qué los capitalistas no quieren abrir sus libros al escrutinio público, ni la abolición del secreto comercial. Convertirla al proceso económico en un proceso de justicia popular. Esta gente hace la apología del mercado para ocultar la realidad de la explotación fabril, un lugar en donde no se admite libertad de comercio ni de otro tipo, sino que sólo entiende el lenguaje del capa­taz o del control de tos ritmos de producción. Del mismo modo defiende la democracia para echar un veto sobre el secreto de sus espurias fortunas.