Políticas

22/1/2004|834

Torturas, un método de gobierno

Las imágenes de la “escuela de torturas” de los comandos del Ejército en Córdoba y los testimonios de los conscriptos torturados en ella horrorizaron al país. No sólo porque trajeron el recuerdo de la dictadura videlista sino, por sobre todo, porque confirmaron que sus métodos están presentes en la “democracia”.


Porque en la Bonaerense, en la Federal, en las policías provinciales, en el Servicio Penitenciario y en la Gendarmería, la tortura se practica cotidianamente. Se tortura en las cárceles, en las comisarías, y hasta –como denunciaron compañeros detenidos el 20 de diciembre del 2001, en la Plaza de Mayo, en los transportes con picanas “portátiles”. Se tortura en el Ejército, como lo demostró el asesinato, entre otros, del soldado Carrasco. Solá acaba de reconocer que no hace mucho, cuando Duhalde y Ruckauf gobernaban la provincia, el Servicio Penitenciario compró picanas con su propio presupuesto.


Nadie debería sorprenderse. La tortura se “estudia” y se planifica. No son “excesos” ni sus autores son “descontrolados”. ¿De dónde salen los torturadores? ¿Dónde aprenden?


El fenomenal aparato represivo armado por la dictadura militar, que la democracia conservó y amnistió, es tan inseparable de la tortura como del asesinato a sangre fría. Los “grupos de tareas” de ayer son los policías del “gatillo fácil” de hoy.


El torturador Astiz era un comando naval; el golpista Rico era un comando del Ejército. Pero ni uno ni otro fueron “formados” por la dictadura; su “educación” fue obra de la “democracia”. Las imágenes de la “escuela de torturas” nos muestran cómo hoy la “democracia” está formando a los Rico y a los Astiz del futuro.