Políticas

12/8/2004|863

Tragedia en La Boca

Un estado que no resuelve nada

Una familia del Polo Obrero de La Boca ha quedado des­truida por la tragedia. tres niños, uno de ellos de 14 años, de 11 el otro y de dos el tercero, murie­ron calcinados al incendiarse la pieza del conventillo donde vivían, en la calle Coronel Salvadores, a metros de su cruce con las vías del tren ferroportuario.


El desastre adquiere mayor magnitud aún porque, según se desprende de las primeras pericias, el siniestro habría sido intencional. El presunto homicida también es menor de edad. Otro sospechoso, quien, al igual que el anterior, se entregó voluntariamente, quedó en libertad después de un extenso in­terrogatorio.


Pero dejemos a la miseria de la prensa amarilla y a los provocado­res profesionales regodearse con las aristas más macabras del caso.


Por nuestra parte, admitimos que en los primeros momentos no sabíamos muy bien qué hacer ni qué decir. Sólo reaccionamos por instinto y ese instinto, al desenvol­verse, nos mostró a nosotros mis­mos que tenemos bien arraigado el espíritu de cuerpo, de solidaridad entre compañeros, de camarade­ría.


En ese sentido, vaya nuestro re­conocimiento a los compañeros de Apel (Asociación de Profesionales en Lucha), organización del Polo Obrero que de inmediato envió psi­cólogos, médicos y abogados para asistir a la familia de las víctimas. Y a todos los compañeros del Polo y a los camaradas del Partido Obrero que permitieron resolver lo más ur­gente: el rescate de los cadáveres de la morgue judicial —trámite que normalmente cuesta una fortuna— y la organización del velatorio y el sepelio. También se debe citar la solidaridad de la capilla San Pedro, en La Boca, donde pudimos velar los restos de esos niños nuestros.


Un estado inútil


Una vez más, el Estado mostró su incapacidad para resolver cosa alguna. Si el barrio, con sus organi­zaciones piqueteras, no hubiera or­ganizado las cosas, los cadáveres habrían ido a parar a una fosa co­mún dos o tres semanas después en un furgón municipal. Los rituales mortuorios, que tanto impulsan la Iglesia y el propio Estado, están re­servados para gentes con dinero.


Por otra parte, La Boca en par­ticular parece no existir para el Go­bierno de la Ciudad. Buenos Aires Presente brilló por su ausencia. Los bomberos, cuya eficacia debe desta­carse porque llegaron de inmedia­to, tuvieron que demorar su traba­jo porque no funcionaban las tomas de las bombas de agua callejeras. Eso sucede en un barrio hecho con chapa y madera. Aquí sólo existi­mos para pagar impuestos.


Por último, una simple refle­xión: estamos ante un caso en el cual todos, en mayor o menor medida, todos, incluido el supuesto ho­micida, resultamos víctimas. Vícti­mas de la barbarie, de la miseria material y moral a la que quieren condenamos y contra la que pelea­mos cada día y seguiremos pelean­do hasta aplastarla.