Políticas

23/2/2006|934

Tucumán, la nueva etapa es crucial


Las elecciones del 19 de febrero han dejado conformado un nuevo escenario político. Alperovich las convocó luego de las elecciones de octubre como un simple trámite para conseguir la cláusula de la reelección. La cosa se perfiló incluso como más fácil cuando los cinco partidos que habían logrado más votos luego del oficialismo decidieron abstenerse. Para los analistas, el único obstáculo que enfrentaba Alperovich de ahí en más era vencer la apatía popular. En efecto, en las internas abiertas del mes de diciembre el gobierno tuvo que proceder a un grosero fraude para inflar el flaco interés popular por la elección a Constituyente.


 


Una nueva camarilla


 


El proceso reformista es una gran patraña porque su punto crucial es la eliminación de la cláusula que prohíbe la reelección y a todos los cargos políticos provinciales y municipales, ejecutivos y legislativos.


 


Ocurre que Alperovich ha logrado lo que sus antecesores no pudieron, una fabulosa concentración de poder. Es la cabeza de una camarilla íntimamente integrada a los grandes negocios de la obra pública, el sistema financiero, la promoción del juego y hasta el comercio de autos usados. Alperovich también está metido en el negocio citrícola. En este plano Alperovich se parece al salteño Romero. Las circunstancias políticas lo han llevadoVotaciones Partido Obrero a forjar una alianza con Juri y obtienen el apoyo del aparato justicialista. Esta alianza puede desvanecerse si Alperovich decide impulsar la reelección indefinida, ya que el jurismo quedaría desplazado incluso por la propia mujer del gobernador, electa diputada nacional en octubre. La cuestión generó tensiones en el curso de la campaña hasta el punto de que se frustraron varias actividades en común. El jurismo impulsa la reelección por única vez. Esto mismo explica que se haya vuelto a hablar de reflotar un régimen electoral de lemas. Esta tendencia a un régimen de camarilla ha producido ya otro choque; el de Alperovich con uno de sus principales aliados, el actual intendente de la capital, Domingo Amaya, otro con aspiraciones propias. Esta crisis se manifestó en la preferencia que Alperovich otorgó a Courel, candidato de Participación Cívica, en perjuicio de Amaya, que iba por el Frente por la Victoria. El fracaso en disminuir electoralmente a Amaya explica el desencanto político que reina en el círculo de Alperovich, después del domingo. Ha quedado planteada una escisión en el Frente para la Victoria y un realineamiento con Participación Cívica, que son ex radicales como el propio Alperovich. O sea, una múltiple disgregación del justicialismo.


 


Una oposición en descomposición


 


Todo el arco de partidos que optaron por retirarse de las elecciones lo hicieron condicionados por su descomunal fracaso en octubre. Simularon una falsa oposición a la reforma constitucional. La mayoría de los partidos que se retiraron están directamente interesados en que se habilite la reelección que incluye a legisladores. O sea que toda la oposición es reeleccionista, pero pretendieron que el gobierno hiciera la tarea sucia de imponer las reelecciones. Especularon con el clima de gran apatía. La enorme concurrencia desbarató esta expectativa y la votación del PO introdujo un elemento inesperado, pues en el escenario de los próximos meses la Constituyente va a concentrar más interés que la Legislatura y la oposición ha quedado concentrada en nuestro partido. La oposición se autoeliminó porque temió que sería eliminada, de todos modos, electoralmente.


 


Todo este arco patronal se encuentra atravesado por un agudo proceso de descomposición y paralizado para actuar porque está completamente desprestigiado ante las masas populares por haberle dado la espalda a todos los procesos reivindicativos que se han suscitados en los últimos años. Por otro lado, carecen de base social para poder ofrecer una política capitalista alternativa a la que esta ejecutando el gobierno. Los grandes grupos económicos apoyan el proyecto reformista porque, como nunca, están obteniendo grandes beneficios, sea en la actividad agrícola industrial (azúcar, citrus), en la textil, financiera o en la construcción. Alperovich les ofrece la continuidad de una política de miseria y explotación, en la que se fundan, precisamente, esos beneficios.


 


Este proceso de disgregación de la oposición preocupa al gobierno que ahora la llama a que se incorpore al proceso de la constituyente.


 


La UCR


 


Un análisis especial lo merece el descuartizamiento de la UCR. La cúpula llamó a la abstención. El sector que se presentó coquetea, indistintamente, con el jurismo y el alperovichismo. Está financiada desde el gobierno. Otra fracción de la UCR, Participación Cívica, es un clon de Alperovich. Reúne a ex dirigentes radicales junto a ex figurones del bussismo.


 


Las bases de la UCR oficial están sumidas en la confusión.


 


Nuestra política


 


La primera observación que emerge de las elecciones es que durante varios meses cohabitarán en la provincia dos instituciones parlamentarias – la constituyente y la legislatura. La contradicción no tendría relevancia si no fuera porque, uno, el temario de la constituyente es más relevante que el de la legislatura y, dos, porque la composición política de cada una es bastante diferente. La constituyente debe tratar lo que más importa a la política oficial, la reelección, e incluso dirimir el choque de camarillas en relación a si debe habilitar un período o ser indefinida. En su temario se han colado, además, otros temas, como los judiciales, introducidos por distintos grupos de presión, y otros de tipo social o educativo, contrabandeados por el gobernador para ‘adornar’ la campaña reformista. Esta temática opacará a la legislatura, que no tiene en carpeta ningún asunto de interés popular. Esta fuerte contradicción sería un asunto menor si no fuera por el hecho de que la oposición patronal está representada en la legislatura pero es casi nula en la constituyente, y si no fuera por el otro hecho de que, en la constituyente estará presente una oposición socialista, la cual, según el propio presidente de la Corte de Tucumán ‘tiene un enfoque diferente sobre el poder’. Podemos dar por seguro que todo el esfuerzo del arco patronal se concentrará, de aquí en más, en impulsar una resurrección de la legislatura y de manejar la reforma constitucional en forma sigilosa, o sea por afuera de las sesiones públicas de la constituyente. Esta táctica es fundamental para los partidos patronales, porque, como lo han observado los editorialistas de los diarios, si ellas desaparecen del escenario público en los próximos seis meses, habrán quedado afuera de la campaña electoral de 2007.


 


Nuestro esfuerzo estará dirigido a concentrar la atención en la constituyente, en oposición a la legislatura, exactamente por las razones que se acaban de exponer. Con más razón todavía, porque sus posibilidades de introducir una reforma realmente progresista en la sociedad tucumana son nulas. Nos empeñaremos en que las masas puedan contrastar el abismo que existe entre la constituyente de la camarilla político-económica de Alperovich y las aspiraciones que animan, cotidianamente, a esas masas a la acción. Sobre la base de una activa promoción de esta contradicción, buscaremos desarrollar una oposición obrera y socialista de masas.


 


A partir de esta caracterización, nuestro método político debería ser el siguiente:


 


1. Por relevante que pueda llegar a ser el escenario político de la constituyente, el poder efectivo del Estado se encuentra en manos del Poder Ejecutivo, o sea del gobernador. Las reivindicaciones populares deben seguir apuntando al gobierno, para imponerle la satisfacción de los reclamos. Un desvío en este método implicaría una distracción política y un desgaste de las fuerzas en lucha. Nuestros constituyentes cumplirán la función de amplificar las denuncias contra el Poder Ejecutivo que rechaza los reclamos populares y de potenciar esos reclamos con razones y explicaciones, o sea valiéndonos de la constituyente como de una tribuna.


 


2. Con total indiferencia por la abrumadora mayoría del oficialismo en la constituyente, presentaremos nuestros planteos, estén o no contemplados en la ley que autoriza la reforma de la constitución, con la comprensión de que se trata de una lucha política que la provincia debe conocer entre la posición de los capitalistas y la posición del socialismo sobre el régimen social y político. La constituyente debe ser una tribuna de propaganda socialista. Para que esta propaganda tenga eficacia será necesario interesar a las organizaciones populares en los planteos que hará el PO, y por sobre todo, en organizar a quienes no están organizados para impulsar estos planteos políticos. Todos los planteos políticos de nuestra parte concluirán siempre en reivindicaciones políticas contra el sistema existente. De este modo se plantea la oportunidad de la movilización política. En todos los casos, procuraremos que la movilización política cristalice en la forma de asambleas populares, comités barriales, comités por lugar de trabajo y comités interfabriles. La oposición política al Estado existente debe ser teórica y práctica.


 


Es claro que la perspectiva política del gran ascenso electoral que acabamos de obtener, el cual es la culminación de una enorme lucha partidaria, de propaganda y de organización, depende del desarrollo de la crisis política en la provincia, cuya agudeza se encuentra oculta por la enorme votación de la lista oficial, y de las nuevas posibilidades de organización y lucha que ofrece este aglutinamiento político nuevo de decenas de miles de trabajadores. Nuestra consigna, de todos modos, es: convertir a la constituyente en la tribuna que permita organizar una oposición obrera y socialista de masas.