Políticas

24/1/2002|738

Un ensayo general contrarrevolucionario

Cada vez son más las evidencias de que la represión y los asesinatos que se produjeron durante el 20 de diciembre en todo el país, y especialmente en las cercanías de la Plaza de Mayo, fueron el resultado de una política deliberada, donde entraron en escena los escuadrones de la muerte del Estado, los autos sin patente, los servicios de inteligencia.


La conclusión de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires es contundente: “hay seis muertos, probablemente siete, y cincuenta y dos heridos de bala. Estas cifras no hablan de un desborde policial, sino de un hecho absolutamente institucional. No hay un solo testimonio que diga que hubo manifestantes armados. Hubo balas de un solo lado. Hubo uniformados que dispararon contra los manifestantes. Y también civiles que dispararon contra la gente” (Clarín, 20/01).


Modus operandi


Los testimonios de los testigos recogidos en el estudio de un grupo de periodistas del diario Clarín, el 20 de enero, deja en claro que grupos de la Policía actuaron con autos de civil emboscando a los manifestantes y tirando a matar.


Las pericias realizadas demuestran que se usaron armas de gran potencia, como las itacas, cargadas con perdigones de 8,5 milímetros, es decir una munición equivalente a una de nueve milímetros. La forma de operar de los grupos de tareas ha sido denunciada por varios testigos que fueron baleados. Paula Simonetti, herida de bala, declaró que “cerca de las 19:45 hs aparecieron desde Rivadavia tres autos oscuros. Vinieron a toda velocidad con los vidrios polarizados y una pequeña luz verde en el techo. Frenaron de golpe, en abanico, y creo que de cada auto bajó un hombre. Sí, recuerdo que cerca mío bajo un policía. Estaba vestido de negro, con un chaleco que supongo era antibalas. Apoyó el pie derecho con fuerza, levantó la itaca, tiró un tiro al aire y después hizo un barrido de balas en semicírculo” (idem).


Todos los testionios hablan de una acción similar. Al joven que cayó en la puerta del HSBC lo mataron policías desde adentro, que dispararon más de 50 tiros, y luego llegó un auto de civil disparando sobre los manifestantes. En Carlos Pellegrini y Sarmiento, por ejemplo, cuando ya se conocía la renuncia de De la Rúa, varios autos de civil paran y se bajan policías de civil que empiezan a disparar a discreción con escopetas y pistolas. El resultado fue la muerte de un manifestante y heridas de balas para otros. En todos los casos los grupos de tareas se movían en autos sin identificación, mientras los motociclistas de la policía de civil iban marcando a los manifestantes que luego eran baleados.


Responsabilidad política


La tesis de que las muertes fueron accidentales es insostenible. Antes de la matanza la jueza Servini de Cubría había ordenado parar la represión. El Ministerio del Interior y la Presidencia ya habían dado la orden de actuar. Hubo una orden política de poner en marcha los escuadrones de la muerte.


La represión se ajustó a lineamientos preestablecidos. Los periodistas de Clarín señalan que “la represión tuvo una hora concreta de inicio, alrededor de las tres y media de la tarde; empezó a incluir civiles armados que actuaban en solitario o junto a uniformados y que balearon a los manifestantes y, por último, contó con el apoyo de autos particulares en los que también viajaban civiles y uniformados que disparaban a mansalva”. También es falsa la tesis de que los asesinatos se cometieron contra personas que querían copar la Casa de Gobierno, pues la mayoría de ellos se cometieron a varias cuadras de la Rosada, en general cruzando la 9 de Julio.


Las patotas duhaldistas


A la acción de los grupos de tareas, el gobierno duhaldista ha sumado ahora la acción de grupos de choque. Estos grupos atacaron a la izquierda el mismo día de la asunción de Duhalde y atacaron, por ejemplo, a militantes del PO en el distrito bonaerense de José C. Paz. La finalidad de las patotas es disputarle la calle a la izquierda y a los sectores más avanzados del pueblo.


Los diarios de los últimos días han revelado que existe un debate en el gobierno acerca de la conveniencia de recurrir a los grupos de choque. Según las fuentes, se habría optado por no hacerlo. Pero la alternativa está planteada.


Prepararse para la nueva etapa


En Argentina ha comenzado una revolución y, por lo tanto, la reacción contrarrevolucionaria de la burguesía. Los acontecimientos del 20 de diciembre han sido sólo un ensayo general de las fuerzas represivas, cuyo alcance continental lo demuestran Colombia y Brasil.


Las organizaciones populares deben tomar conciencia de la situación. La mejor defensa es desarrollar la organización, ganar a sectores más amplios de las masas, trabajar sobre la base social en la cual se reclutan las bandas de choque, implantar los locales y las comisiones entre los vecinos, preparar la autodefensa, impedir la provocación y la inflitración, y actuar en frente único contra los grupos parapoliciales y fascistas.