Políticas

16/7/2009|1091

Un "nac

Coscia en la Secretaría de Cultura

El gobierno ha designado al cineasta Jorge Coscia como nuevo secretario de Cultura. Antes de ello, le había ofrecido el cargo -sin éxito- a una de las “cabezas” de Carta Abierta, Ricardo Forster, luego de que José Nun abandonara el barco por la evidente falta de recursos económicos.

El nuevo secretario se encuentra investigado por enriquecimiento ilícito durante su gestión al frente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La elección forzosa de Coscia revela la escasez de recursos políticos de la camarilla gobernante. 

Caja negra

Aunque ahora Coscia se hace conocer por sus ataques a la “puta oligarquía” durante el conflicto del campo, llegó al INCAA de la mano de Duhalde. Su gestión es conocida como la de una camarilla corrupta.

Luego de conseguir la autarquía en el manejo presupuestario del Instituto, llevó adelante un régimen de subsidios a discreción. Para ello, se valió de un artículo de la ley de cine  -el 3ºJ- que faculta a la presidencia del INCAA a otorgar partidas especiales a realizaciones que éste considere “de interés público”, sin la necesidad de pasar por ningún concurso.

Cuando la asociación de Documentalistas Argentinos (DOCA) reclamó al INCAA la inclusión del documental en formato digital -no contemplado por la Ley de Cine- dentro sus planes de fomento, apuntó también al régimen de los “3ros J”. DOCA denunció que era falso que no hubiera fondos, sino que éstos se utilizaban discrecionalmente por la dirección política del Instituto. Entonces, lanzó una campaña para que se abrieran los registros de todo lo que se filmó a través de esa “caja negra”.

Estas denuncias generaron renuncias masivas y la apertura de la información. Una lectura veloz de estos libros revela que, a través de testaferros, se otorgaron  partidas para películas que costaron menos de lo que recibían, y hasta para algunas que nunca se realizaron. En la lista de beneficiarios aparecen desconocidos, amigos del gobierno, la Iglesia y la burocracia sindical. Pero también Solanas se sirvió de esta caja, sin pasar por ningún concurso y con presupuestos considerablemente inflados para sus costos reales de producción.

La política cultural de la excepción

En declaraciones a Clarín (9/7), el flamante funcionario afirma que “no trabajaré para los intereses de corporaciones de la cultura”, para luego precisar que “hay quienes creen que no se debe intervenir en nada. Yo soy defensor de la excepción cultural como concepto, de que la cultura sea exceptuada de impuestos que recaen sobre el resto de las industrias”. Coscia pretende extender el régimen de exenciones y “cajas paralelas” que impuso en el INCAA al resto de las “industrias culturales”. Con ese fin, ya colocó en el primer lugar de su agenda a la Ley del Libro, un régimen que prevé gravar con impuestos a ciertas ediciones, por caso, los libros importados, para con esos recursos armar otra caja -un “Instituto del Libro”- que administre un régimen de subsidios hacia editoriales medianas y talleres, y una plataforma de cooptación política sobre los escritores.    

Para Coscia, la proliferación de estas cajas constituiría un “proyecto de cultura para la transformación nacional”. Sin embargo, el ex presidente del INCAA no ve -o finge no ver- que se hizo cargo de “cultura” en medio de una bancarrota, de los capitalistas y de su estado. Cuando contaron con recursos, los “nacionales” no desarrollaron ninguna transformación. Dilapidaron esos recursos en beneficio propio, o sea, de las camarillas empresariales aliadas al gobierno. Pero bajo la crisis, incluso esa posibilidad está cuestionada. Las propias “industrias culturales” ligadas al turismo-que Coscia reivindica- han ingresado en esa quiebra, que llega también a la caja del Estado.

El primer secretario de cultura K, Di Tella, “reclamaba un presupuesto de 300 millones de pesos, y supo trabajar con apenas 148 millones, que ahora se redujeron en un 20 por ciento”(Perfil, 9/7). Será por eso que Coscia, atajándose, ya advirtió que “no contamos con un presupuesto europeo”, por lo que “tampoco podemos reducir a una mera vía presupuestaria el fomento de la cultura” (Clarín, 10/7). Coscia fantasea con “políticas proactivas” y nuevas cooptaciones, cuando todos los recursos del estado están dirigidos al rescate del capital. 

Frente a ello, necesitamos ingresar en esta nueva etapa con un programa, en rechazo a cualquier “ajuste”; terminar con las “cajas negras” de la cultura; triplicar el presupuesto y colocarlo bajo un fondo único dirigido por las organizaciones de los trabajadores de la cultura; ningún despido, nacionalizar y colocar bajo la gestión de los trabajadores a productoras, editoriales y toda “industria cultural” que cierre o despida. También, en este plano, la crisis la deben pagar los capitalistas. 

Julián Morcillo