Políticas

4/12/2023

Un país “estallado” por la pobreza

Lejos de la afirmación de Alberto Fernández, la pobreza supera el 40% de la población y amenaza con escalar aún más con Milei.

Pobreza.

El presidente en salida Alberto Fernández declaró ante los medios de comunicación que si en la Argentina hubiera un 40% de pobreza –como afirman las estadísticas oficiales- el país estaría estallado. Se trata de una afirmación temeraria cuando todos los estudios y analistas convergen en que la pobreza real supera las mediciones del Indec, y se avizora un fuerte crecimiento gracias al legado del Frente de Todos y a la ofensiva que anuncia el próximo presidente Javier Milei.

Estas declaraciones tuvieron lugar en el marco de una entrevista ante la agencia Noticias Argentinas, este domingo 3 de diciembre, donde el actual mandatario enfatizó que la pobreza está “mal medida”, alegando que “si hubiera semejante cantidad de pobreza, la Argentina estaría estallada. Yo no puedo entender cómo se concilia que haya 40% de pobreza y al mismo tiempo llevemos 37 meses consecutivos de creación de empleo registrado”.

Las palabras de Fernández son más que un encubrimiento a la responsabilidad de su gobierno, ya que cuestiona la situación social crítica que padecen millones de trabajadores que pronto se verán de frente con un nuevo gobierno que amenaza con profundizar las asfixia económica sobre el pueblo trabajador.

Hablemos sin saber

El intento de Alberto Fernández por relativizar los daños de su gestión presidencial no pasa de meras especulaciones: para Fernández la gente pobre “miente” al declarar sus ingresos y situación laboral ante los encuestadores. Según los expertos en la materia, lo de Fernández es parcialmente cierto y totalmente falso, debido a que los más pobres suelen sobredimensionar sus ingresos por vergüenza, mientras los más ricos hacen lo contrario.

Eliminado el factor subjetivo, Fernández hace caso omiso a la abundante evidencia científica y estadística respaldatoria del crecimiento de la pobreza.

Yendo a alguno de los principales indicadores económicos, tenemos que desde el 2017 hasta el 2022 la inflación promedio creció un 514%, mientras que la canasta alimentaria –que determina la línea de indigencia- lo hizo un 558%, contra los salarios medios de los trabajadores no registrados creciendo un 429% y 415% para el caso de los registrados. Sumado a que el salario mínimo –del cual dependen planes sociales y diversas prestaciones- solo se incrementó un 300% (Clarín, 3/12). Son números irrefutables del ajuste antiobrero.

El crecimiento nominal de los trabajadores registrados es el verdadero dato que Fernández debería escrutar. Para el caso del sector privado registrado se trata de un leve incremento, inferior al crecimiento vegetativo de la Población Económicamente Activa. A su vez, el salto en cuentapropistas, autónomos y monotributistas solo se explica por el fraude laboral de miles de empresas, que conlleva la quita de derechos laborales y salariales a los trabajadores.

Según más datos oficiales del Siempro (Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales) la pobreza alcanza al 40% de trabajadores asalariados no registrados y cuentapropistas y al 45% de trabajadoras de casas particulares.

El mismo organismo informa que para el caso del empleo privado registrado y el empleo público, la pobreza creció un tercio entre los asalariados, por el impacto de la inflación y las negociaciones salariales a la baja. Ser trabajador registrado no es ninguna garantía de escape a la pobreza.

Cuando Fernández señala que la medición del Indec es deficitaria su afirmación tiene algo de verdad: el Indec solo mide la pobreza respecto a determinados ingresos económicos (exceptuando ítems indispensables como la vivienda). Las estadísticas más rigurosas se basan en la multidimensionalidad (acceso a la vivienda, salud, condiciones de vida, educación, ingresos, etc.), donde la pobreza escala más del 60% de la población.

Que el país está estallado no quedan dudas, lo que habilita todas las condiciones para un estallido social que, si aún no se ha dado, es por el trabajo de contención de la burocracia sindical, la Iglesia las organizaciones sociales del Estado.

El presidente entrante, Javier Milei, ya ha adelantado una ofensiva en toda la línea contra la población trabajadora, con un ajuste abrupto en la obra y los servicios públicos, y con inflación y recesión económica, lo que solo augura más hambre y pobreza en la olla de presión social que vive el país.

No es momento para negar la pobreza irrefutable, sino para organizar la lucha de los trabajadores contra el hambre y la miseria, algo que las organizaciones piqueteras combativas ya están discutiendo abiertamente, preparándose para enfrentar al próximo gobierno ajustador y sus planes antiobreros.

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