Políticas

11/10/1989|283

Una CGT de Bunge y Born

Cuando este periódico esté en la calle se habrá consumado uno de los objetivos más importantes de los grandes capitalistas que han copado el gobierno: la conquista de la CGT por parte de la fracción menemista, lo que equivale a decir que se transforma en un engranaje del Estado de los Bunge y Born y de los Citibank. Los pulpos capitalistas podrán elogiar muchas cosas de Menem, pero si éste conquista el objetivo de estatizar a la CGT en forma completa, es indudable que lo considerarán una victoria estratégica. A partir de aquí comenzará un implacable proceso de enfrentamiento contra el movimiento obrero y la persecución igualmente implacable de los activistas independientes o combativos.

En un reciente reportaje concedido a La Nación (2/10) Triaca fue brutalmente claro: "Acá hay que subordinarse al poder político existente"; "la CGT es parte del gobierno”; “los trabajadores son todos de Menem". El ataque contra la independencia de los sindicatos es frontal, la política de los Bunge y Born no admite ninguna clase de obstáculos. La CGT y los sindicatos son presas estratégicas para los pulpos.

Menem no fue menos claro. En la declaración en la que acepta mediar en el conflicto cegetista (ver La Nación, 24/9) dice: “...espero el decidido apoyo de las organizaciones sindicales y de la CGT en la implementación de las leyes fundamentales que constituyen los carriles básicos de mi gobierno...”. Esos carriles son los del FMI, la banca acreedora, los pulpos telefónicos y petroleros, Bunge y Born, la oligarquía. Y el presidente enumera esas "leyes básicas": la de Emergencia, la del Empleo, la de Reforma Impositiva. Es decir prescindibilidad de los empleados públicos; desenganche salarial; privatizaciones; capitalización de la deuda externa; bajos salarios; eliminación de la estabilidad laboral; derogación de las reglamentaciones laborales.

Esta clara ofensiva estratégica no ha encontrado ninguna respuesta en las filas de los dirigentes sindicales. Lorenzo Miguel, a quien toda suerte de democratizantes persistía en presentar como un "resistente" al ataque menemista, fue quien tomó la iniciativa de propiciar la mediación de Menem, el zorro en el gallinero de la fábula, mediación que quedó definida en los términos ya citados en la declaración. A partir de aquí Miguel se preparó cuidadosamente para propiciar a Alderete como secretario general de la CGT, abandonando a Ubaldini a la mano de dios. Todos los pasos atrás los dio el miguelismo. Es indudable que el gobierno no quiere una división sindical, que pueda convertir en opositores a los que pierdan. Por eso la presión va dirigida a la capitulación del miguelismo a través de un "componedor” que sustituya a Ubaldini. El propio sector miguelista concibe su política dentro de los límites de las negociaciones secretas entre burócratas, por eso busca la salida en el arbitraje de un sector “neutral”. Pero el descabezamiento de Ubaldini consagra, en cualquier variante, la completa victoria menemista.

Los trabajadores asisten ajenos a esta crisis que tanto tiene que ver con el destino de sus organizaciones. No tienen acceso ni participación a través de las direcciones burocráticas. Los que esperaron que Ubaldini y Miguel apelaran "a las bases", volvieron a tragarse un buzón. El destino de la CGT y de los sindicatos pasará por andariveles diferentes a los del congreso cegetista: se decidirá en el curso de la gigantesca lucha que enfrenta ya a los trabajadores con el gobierno pro-imperialista. A través de esa lucha la clase obrera deberá imponer una nueva dirección. Entonces la CGT será, como debe ser, elegida por las masas.