Una crítica política a la “economía popular”
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El kirchnerismo, etapa superior de la precarización laboral
Las cooperativas de trabajo, el monotributismo, los contratos eventuales y las becas fueron, en esta década, una de las formas más habituales de un sistema de precarización laboral que no sólo aprovecharon los capitalistas privados, sino también el Estado.
La llamada “Economía popular o social” es otro ejemplo. En una serie de notas publicadas por la kirchnerista Agencia Paco Urondo, referentes de la CTEP (un reagrupamiento K de cooperativas que incluye al Movimiento Evita, la Darío Santillán, etcétera), del MTE, de ATE y de funcionarios del Estado, se informa sobre las bondades de este sistema en enorme crecimiento.
Utopía reaccionaria
En la crisis de 2001, desde el movimiento piquetero surgieron corrientes que impulsaban la economía social o piquetera, que suponía una autogestión basada “en la creación de una conciencia sobre el proceso productivo” y hasta “la lucha contra la alienación inherente a las relaciones de producción capitalistas”.
El resultado material, aún en las experiencias más exitosas, apenas logró una economía de subsistencia, que en general no lograba llegar al salario mínimo de un trabajador, para colmo en negro y sin beneficios sociales.
En aquel momento, desde el Polo Obrero realizamos una crítica política a este planteo. Detrás de una fraseología izquierdista o anticapitalista se renunciaba a la lucha por el control obrero de los medios de producción, por la expulsión de la burocracia de los sindicatos y por el pleno empleo. Por otro lado, la multiplicación de cooperativas y microemprendimientos aislaba al trabajador del conjunto de su clase, y hasta producía antagonismos con otras cooperativas que competían por el mismo mercado.
El modo de producción capitalista ha socializado, a su modo, el proceso productivo, aunque no los beneficios y ha desarrollado un proceso de concentración y centralización del capital, que hace inviable que una economía social o piquetera pueda competir con los grandes capitalistas, porque es una economía de producción marginal en un mercado dominado por aquéllos. La pretensión de que una “economía social” puede “convivir” con el capital no pasa de una ilusión.
Re-flexibilizados
El kirchnerismo alentó y explotó esta línea política. Las cooperativas de trabajo, impulsadas desde el Estado, fueron un gran instrumento de cooptación que quebró a varios movimientos piqueteros otrora combativos -como el MTD Aníbal Verón-, sumó al oficialismo a otros -como Barrios de Pie- y sedujo a la CCC -que llevó a Néstor Kirchner a La Matanza. El desconocido Movimiento Evita tuvo un crecimiento descomunal de la mano de esta política.
Así se fue armando un inmenso plan gubernamental de reemplazo de trabajadores públicos y de la industria de la construcción por mano de obra barata sin derechos laborales y sin beneficios sociales. En 2008, esta política pegó un salto con la creación del programa Argentina Trabaja, que formalizó la creación de 5.000 cooperativas (una fiebre de cooperativismo nunca vista) que agrupan a 170.000 trabajadores, con ingresos que no superan los 2.000 pesos, que prestan servicios en ámbitos estatales y con tareas perfectamente identificadas en convenios colectivos de trabajo, que debieran realizar trabajadores de planta.
“Por lo que falta”
La CTEP, con el apoyo de Patria Grande, MTE y otros quieren cristalizar este fraude: están reclamando al Ministerio de Trabajo el reconocimiento de una federación de cooperativas, la cual -dicen- les permitiría “pelear por más derechos”.
Los trabajadores de la “economía popular” son, en la mayoría de los casos, empleados en negro del Estado. Lo que corresponde es el encuadramiento de sus trabajadores en el convenio respectivo y el pase a planta del sector que corresponda; no una federación de cooperativas que legalice el fraude laboral y cristalice una burocracia administrativa rentada.
El Polo Obrero propone romper con los punteros y funcionarios del Estado, elegir delegados por lugar de trabajo e impulsar la lucha por la jornada laboral de 8 horas con un salario igual a la canasta familiar, el pase a planta y convenio respectivo, contra las cooperativas truchas, denunciando la precarización y la tercerización laboral.