Políticas

23/3/2000|659

Una izquierda unida sionista y anti-judía

Por una vez, al fin, Izquierda Unida ha protagonizado un acto histórico. Un acto histórico contrarrevolucionario, es cierto, pero histórico de todos modos.


En efecto, llevando el oportunismo electoral hasta sus últimas consecuencias, ha digitado para la candidatura a vicejefe de gobierno de Buenos Aires a un representante ideológico y activista político del sionismo, Hermán Schiller. Es la primera vez que se produce un hecho de esta naturaleza en la izquierda argentina. Schiller, por su lado, no ha dejado de dar, él, su propio paso histórico. Pequeño, sí, pero no por ello menos inmoral. Ha aceptado representar a una coalición política que, en oportunidad del atentado a la Amia, le restó todo su apoyo a la movilización popular de repudio que tuvo lugar en aquel momento y acusó a los que participamos en ella, e incluso reclamamos un paro general de protesta, de ser nosotros, debido a este apoyo a la movilización, agentes del sionismo. En esa oportunidad, el partido comunista y en especial el Mst y todos los grupos desprendidos del morenismo, revelaron una faceta antijudía poco conocida hasta ese momento, aunque poblada de numerosos antecedentes. Lo que resulta, entonces, de la digitación de Schiller como candidato de IU y de la aceptación de esa candidatura por parte de éste, es una combinación harto especial, contrarrevolucionaria a ambas puntas, que raramente se observa incluso en la política más oportunista, o sea la formación de un frente sionista y antijudío al mismo tiempo.


Con la incorporación del sionismo a sus filas, Izquierda Unida ha dado un paso de principios hacia el imperialismo. Es que aunque el sionismo se fundó como un movimiento de liberación nacional del pueblo judío, es realmente un movimiento de opresión nacional, en este caso del pueblo palestino. El movimiento es hoy un Estado que se ha fundado sobre la confiscación sin precedentes del campesinado palestino y de una “limpieza étnica” de grandes proporciones, como lo han testimoniado los campamentos de millones de palestinos expulsados de sus tierras. La pregunta que se impone es: ¿qué clase de alianza es la que junta a la izquierda con un movimiento de opresión nacional? Es cierto que, en Argentina, la alianza del partido comunista con la embajada norteamericana, en 1945, contra el movimiento nacional encabezado por Perón, es una suerte de antecedente. El acuerdo entre IU y Schiller es un equivalente rioplatense de los acuerdos de Oslo, mediados por Clinton y Allbright, porque significa la capitulación de un movimiento de liberación nacional, y en nuestro caso de la izquierda, ante el imperialismo. En esto consiste el ‘aggiornamento’ de IU.


Schiller fue muy claro sobre la oposición entre la izquierda y el sionismo cuando escribió (Orientación Socialista, 8/94) que “no coincidimos para nada con la caracterización que el PO formula habitualmente del desencuentro árabe israelí”, aunque la palabra “desencuentro” retrata al sionista vergonzante que no tiene más remedio que encubrir las fechorías de su régimen. Pero el sionismo no es solamente un factor de opresión nacional en Palestina, como lo muestra su rol en la política de la Otan de establecer un protectorado internacional desde los Balcanes al Medio Oriente, pasando por el Cáucaso. A esta estrategia responden los recientes acuerdos entre Israel y Turquía y el papel del Mossad, el servicio secreto sionista, en la captura de Ocalam, o sea en la represión del movimiento nacional del Kurdistán.


¿Y qué decir del otro lado de esta historia? ¿Qué decir de Schiller, que ha decidido aliarse con una izquierda que falló en el primer test histórico de lucha contra el antisemitismo, el fascismo y la Bonaerense? Una izquierda que se negó a movilizarse contra el atentado a la Amia  la primera gran acción antisemita en Argentina desde las acciones antijudías de la Liga Patriótica, en oportunidad de la huelga general de la Semana Trágica de enero de 1919.


Mientras Schiller escribía, en la publicación mencionada, que el Partido Obrero “… concurrió al acto de Plaza Congreso con su cartel identificatorio y… resulta meritorio (en medio de la chatura y mentiras convencionales) el sincero dolor que trasuntan ciertas notas de su publicación con respecto al atentado…”; el flamante aliado de Schiller, el Mst, que (digamos de paso) apoyó el tratado de Oslo (Semanario Socialista, 18/5/94), denunciaba al Partido Obrero por participar de esa movilización y nos acusaba de que “no denuncia a Israel como la verdadera causa del monstruoso atentado” (Semanario Socialista, 27/4/94). O sea que para el Mst el atentado era una represalia de las víctimas árabes del sionismo, por lo que el “monstruoso” atentado era menos monstruoso de lo que parecía. Que la causa eficiente del atentado fuera el fascismo local y la Bonaerense  o, como se dijera en un acto público, “la conexión local es el Estado argentino”  , esto a los seudorrevolucionarios que dirigen el Mst no se les pasó por la cabeza. Después de todo, su jefe histórico y mentor espiritual les había dicho, en abril de 1976, que la de Videla era una “dictablanda” (publicación La Yesca) y les había ‘enseñado’ que la solución nacional en Palestina pasaba por la expulsión en masa de la población judía (Correo Internacional, setiembre de 1982). Este mismo personaje, Nahuel Moreno, había calificado al mismísimo Schiller como un “nazi judío”. En abril de 1984, el entonces Mas sacó una ‘carta abierta’ donde denunciaba al PO incluso por conceder entrevistas a Schiller, aunque en esas entrevistas hubiéramos subrayado el carácter sionista de la publicación de Schiller (Prensa Obrera, mayo de 1984).


¿Cómo explicar este frente sionista y antijudío al mismo tiempo? Naturalmente, se trata de la exacerbación del oportunismo electoral, es decir, la banca es todo, los principios son nada. Es también una maniobra inmoral para obtener votos en la colectividad judía de la Capital. Pero es algo más, por cierto: son las emanaciones podridas de una profunda descomposición. No sólo hay que repudiar este frente proimperialista y antijudío por su connotación política; es necesario hacerlo en defensa de la salud moral de todos los militantes.


El Partido Obrero reafirma su oposición de principios al sionismo y su inquebrantable solidaridad con los judíos en toda lucha contra el racismo y la persecución antisemita.