Una tempestad sin calma previa
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Los socios del macrismo “están cabreros”. La Coalición Cívica y la UCR vienen inundando con quejas los medios de comunicación, que se muestran solícitos en ampliar las críticas. Ahora mismo la han emprendido contra los aumentos de tarifas en ‘ingrata’ compañía con el peronismo, ladero del gobierno y el kirchnerismo. En esto hay mucho más que disputas faccionales ‘por arriba’.
La inflación, sólo un síntoma
En diciembre pasado, una conferencia de prensa convocada de apuro por parte del gobierno puso de manifiesto el agotamiento del planteo económico del oficialismo. La modificación de la llamada “meta de inflación” suscitó una corrida hacia el mercado de cambios y una devaluación del 20% del peso. La crisis dejó también al desnudo una disputa al interior del gabinete entre el secretario de Industria, Fernando Grasso, y el presidente (aún sin designación legislativa) del Banco Central, Federico Sturzenegger. Desde el exterior, el Financial Times advirtió que un corte de la ‘bicicleta financiera’ armada por el Central podía causar un encarecimiento de la deuda externa de Argentina y, en consecuencia, un principio de cesación de pagos.
El ‘recalibramiento’ de fin de 2017 ha pasado a mejor vida. La nueva ‘meta de inflación’, de un 15% anual, ha quedado superada ampliamente en un solo trimestre. El aumento desbocado de los precios no obedece, sin embargo, al aumento de las tarifas de los servicios, que en principio deberían tener un efecto contrario, deflacionario, pues amputan o confiscan los ingresos de los consumidores y, por lo tanto, la demanda. El gobierno ha financiado esta suba de precios por medio de deuda externa y la consiguiente emisión de moneda que genera, que ha alcanzado el 30% anual y financia el crédito al consumo, así como parte del gasto y de la obra pública. Con ese método ha salvado de un derrumbe de beneficios a la gran industria, que ha trasladado los mayores costos de los servicios a los precios. Claro que lo ha logrado hasta cierto punto porque, de acuerdo con el Ministerio de Trabajo, “crecieron los pedidos de empresas para activar el procedimiento (preventivo) de crisis” (La Nación, 15/4). Algunas patronales han ido incluso más allá, reclamando el retorno de las Repro -o sea el pago de los salarios por parte del Estado. La crisis del consumo (y la competencia del comercio electrónico y del ‘chino’) ha alcanzado al pulpo francés Carrefour, que explota a 15 mil trabajadores aunque, según algunos, afectaría al conjunto del supermercadismo, que obviamente no está dispuesto a resignar superganancias.
La inflación horada a la ‘niña bonita’ del macrismo, los créditos UVA. El recurso de alargar los plazos de rescate para aliviar la carga a los deudores ha entrado en una crisis potencial enorme, como consecuencia de la venta de esos activos, por parte de los bancos, a fondos financieros que rechazarán esa clase de compensaciones. El propósito de enchufar el muerto al Fondo de la Anses podría quebrar el sistema jubilatorio.
Impasse
La ‘meta’ del crecimiento vía exportaciones se encuentra mucho más que empantanada -el déficit comercial previsto para 2018 llegará a los 10 mil millones de dólares, el mayor de toda la historia. Ocurre que Estados Unidos ha bloqueado la importación de biodiesel de Argentina y lo mismo prevé la Unión Europea. A cambio de la compra de limones, Trump le ha impuesto la venta de carne de cerdo a la Argentina. Lo más significativo es, por lejos, ¡la importación de soja! por parte del agronegocio nacional, que la compra más barata en el mercado de Chicago, y desde antes en Paraguay. El gobierno choca con la ‘patria sojera’, su base por excelencia, que enfrenta un ‘dumping’ norteamericano después de haber sido acusada de ‘dumping’ por Estados Unidos en el choque por el biodiesel.
El ‘vigoroso crecimiento’ del PBI, que el macrismo anuncia para el año corriente, no supera el 2% y con pronóstico en baja. El déficit fiscal de 2018 se estima en casi 40 mil millones de dólares, incluso después del ‘ahorro’ que implican los tarifazos. Para los críticos ‘neo-liberales’ del macrismo, o sea los de su mismo palo, la incapacidad para reducir ese déficit obedece al abrumador endeudamiento externo -el carísimo recurso para financiarlo. No es causado por los mentados ‘gastos sociales’, sino por los negociados de los compinches financieros del gobierno.
Este impasse enorme explica la pseudocrisis que protagonizan ‘lilitos’ y radicales. Denuncian que los tarifazos ocultan arreglos, por deudas impagas, con los pulpos de servicios y petroleras. También al elevado componente de impuesto que hay en las tarifas, lo que convierte a los tarifazos en un método sigiloso de confiscación a los contribuyentes. Suponen que una prórroga de las cuotas de aumento aliviarían a los consumidores de una carga onerosa. Los tarifazos son, en realidad, una confiscación económica gigantesca, porque apuntan a lograr la dolarización del precio de los servicios, como ya ocurrió con Menem y De la Rúa. No tienen nada que ver con el costo de producción, que en gran parte se computa en pesos.
“No me muevo”
La respuesta del oficialismo a esta crisis ha sido reafirmar las famosas “metas de inflación” por un lado, y el cronograma de tarifazos por el otro. Sturzenegger advirtió, incluso, que volvería a aumentar las tasas de interés, aún cuando repite que la baja monetización de la economía argentina convierte a las tasas en inocuas. Sería otra vuelta de tuerca a la política de financiar la economía con mayor deuda externa y la emisión monetaria que tiene como contrapartida. Como Argentina debe pagar este año 30 mil millones de dólares solamente en intereses de la deuda externa, este recurso se estrecha. La Bolsa refleja la insolvencia potencial del país a través de una reducción del volumen que se transa, y que podría anunciar ventas masivas para expatriar el dinero invertido.
Este impasse no lleva solamente a un choque de astros en el campo patronal y la economía general. El desborde inflacionario ha quebrado cualquier sombra de pauta del 15% para las paritarias -que es menor porque se paga en cuotas. Ni siquiera ha prosperado un intento de dibujar un porcentaje superior en el convenio metalúrgico. Las huelgas parciales no se han hecho esperar, incluso bajo la loza pesada de la burocracia y de los ‘anti-macristas’ que apuestan al 19. La depresión económica, a su vez, se traduce en cierres y despidos, que llevan a la lucha a un sinnúmero de empresas. La tregua por tiempo indefinido acordada por la burocracia de la CGT comienza a ser horadada desde abajo. La posibilidad del gobierno de salir de esta crisis por medio de un endurecimiento político y un ajuste económico más violento, choca con las condiciones políticas cada vez más negativas que la crisis ha ido desarrollando.
En este cuadro de conjunto se ubican las consignas de paro activo nacional y congreso de bases de los sindicatos y la CGT.