Villa María es una ciudad que desde el año 2008 ha endurecido brutalmente su llamada “seguridad” pública, poniendo en práctica el Código de Faltas, altamente ilegal por no respetar las garantías constitucionales de los ciudadanos.

El 7 de abril fue detenido en la vía pública un conocido periodista local, Gabriel Correa, con los cargos de resistencia a la autoridad y lesiones leves. Lo cierto es que Correa salía de hacer un trámite en el Juzgado de Faltas y pedir explicaciones sobre una multa que le labraron, y sin mediar palabra llegaron cuatro policías y lo redujeron al estilo Swat, provocándole lesiones importantes. En esas condiciones es trasladado a la UR8, cuando se dan cuenta de que es Correa, se transforma en un detenido de excepción ya que no pasa al calabozo y le leen sus derechos. El fiscal general Bezzaro da la orden al fiscal Atienza para que lo libere. Proceso que el resto de los ciudadanos no tienen, quedando a merced del ánimo del comisario Sosa que oficia de juez de faltas.

Correa escribió un libro (Todo Vale) donde denuncia la corrupción y el despilfarro de los dineros públicos y políticos como mercado persa de la gestión corrupta de Nora Vedano y su esposo, Euardo Accastello, ambos intendentes de Villa María e hiperkirchneristas. Una vez en su casa viene a su mente el nombre del policía que lo golpeó brutalmente: es el hijo de Ana María Carreras Espinosa denunciada en su libro.

Lo llamativo de este aberrante suceso, es que el policía Espinosa pareciera que esperaba el momento para vengar a su madre, una persecución personal permitida por la impunidad reinante en esta ciudad sitiada por la policía municipal y provincial con el padrinazgo del oficialismo, parte importante de la dirigencia política opositora, la justicia dependiente del patrón de turno que no sólo se reduce al nombre de Accastello sino a las asociaciones burguesas Acovin y Aerca, protectoras de los bienes de los poderosos señores comerciantes de la villa.