Salud
28/5/2020
Hospital Fiorito de Avellaneda, al borde del colapso y con un director contagiado de coronavirus
La pandemia agrava el cuadro explosivo de un centro de salud vaciado.

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El Hospital Fiorito de Avellaneda, uno de los dos principales del distrito, sigue dando que hablar por su estado cada vez más crítico. Como ya señalamos previamente, el desarrollo de la pandemia de Covid-19 y su enorme potencialidad de contagio expusieron fácilmente sus pésimas condiciones. Es el resultado de una destrucción sistemática de la salud pública, basada en el ajuste presupuestario y la fragmentación.
En las últimas horas, trascendió que uno de los directores del hospital dio positivo a un test. Las autoridades hospitalarias trataron de calmar las aguas al respecto, alegando que el director contagiado no tenía prácticamente contacto con el personal del hospital. Tanto él como su colaborador deberán cumplir el aislamiento pero todo seguiría funcionando con “normalidad”. Sin embargo, las denuncias al interior de la institución se apilan y revelan un escenario que puede convertirse fácilmente en tragedia. Si ya el precarizado personal de limpieza venía alertando que la desinfección e higiene se hacía con productos vencidos, los trabajadores de salud del Fiorito alertan ahora sobre cosas todavía mucho peores.
Los reclamos más urgentes que viene planteando el personal sanitario, que se sustentan ante todo en las condiciones deplorables en las que día a día ejercen sus tareas, no han sido resueltos en lo más mínimo. Por el contrario, la precariedad al interior del hospital se ha profundizado al compás del avance del virus. Los trabajadores de la salud bonaerenses ya habían denunciado anteriormente la entrega de insumos absolutamente deficientes, que presionó al gobierno de Kicillof a argumentar que “eran provisorios”, a la espera de los elementos provenientes de China. Hoy día los trabajadores del Fiorito reciben los insumos chinos, que sin embargo, no han mejorado en lo más mínimo el panorama. Muchos de los camisolines que utilizan dicen en su empaquetado, textualmente, que no son aptos para uso médico. Como si esto fuera poco, los trabajadores no solo son sometidos a jornadas extenuantes y condiciones de superexplotación laboral, sino que también deben encargarse de lavarse ellos mismos los camisolines para volver a utilizarlos. Un hecho a todas luces temerario, cuando todas las organizaciones sanitarias alertan sobre la peligrosidad y rechazan rotundamente el lavado y reutilización de los Equipos de Protección Personal (EPP) -ni que hablar cuando los mismos no están catalogados como aptos para utilización médica.
En este cuadro, los contagios continúan expandiéndose entre los trabajadores del nosocomio, incluso cuando a muchos en grupos de riesgo se les denegaron las licencias. Es el resultado inevitable de la destrucción del sistema de salud pública, no solo en Avellaneda, sino en toda la Provincia de Buenos Aires como en el resto del país. Esto tiene otras tantas expresiones dentro del hospital. Ya de por sí, lo que resultó por demás clarificador fue que, tan solo dos semanas después de que el municipio le asignara a fines de marzo, $5 millones a la cooperadora que lo administra, el hospital tuvo que iniciar una campaña solidaria para abastecerse ante el avance de la pandemia. Basta con entrar a la página web de la cooperadora del Fiorito: en la página principal se informa de esta campaña solidaria, y se apela a las donaciones voluntarias para que el hospital pueda equiparse de insumos y elementos necesarios.
Hoy por hoy, el hospital se encuentra saturado casi a capacidad máxima, cuando nos encontramos en la antesala del pico de contagios. Esto vaticina, lógicamente, un desenlace dramático, sobre todo porque hay muy pocas camas disponibles para ser utilizadas.
Ante este gravísimo contexto, más que nunca es menester que los trabajadores de los hospitales deliberen, discutan y se organicen por sus reivindicaciones de manera independiente. Ante los límites que plantea la burocracia de los sindicatos médicos para organizar los reclamos, las riendas de la situación deben ser tomadas por el personal de la salud, que en muchos otros lugares lograron arrancar sus reclamos más urgentes, negándose a prestar servicio sin los EPP correspondientes.
La pelea por los elementos de bioseguridad en condiciones, la reducción de la jornada laboral a 6 horas, el pase a planta permanente y el aumento salarial a no menos de $30.000 es, inevitablemente, una cuestión de vida o muerte. Lo que el vaciamiento del Fiorito desnuda a su vez es que en esos mismos términos se dirime la cuestión del sistema de salud de conjunto. La centralización de todo el sistema sanitario, la triplicación de su presupuesto, el no pago de la deuda externa y un verdadero impuesto a las grandes fortunas para destinar esos recursos a salud son, de igual forma, una cuestión de vida o muerte.