Salud

22/5/2022

testimonio

Las trabajadoras invisibles y las reposeras

Experiencia en el Hospital Larcade de San Miguel durante fin de semana del 1 de Mayo.

Foto de archivo

Fuimos a la guardia con mi hija por un típico cuadro de broncoespasmo, esos que acechan en esta época, esos que esperan un poquito el frío para arrasar. Mi hija se llama Amelia, le decimos Ame.
Pasadas las horas mi hija no podía respirar, en 24 horas la bronquitis se transformó en neumonía y necesitaba oxígeno, no podía hacer eso que todos hacemos sin pensarlo demasiado que se llama respirar. Algo de lo impotente estaba ahi, dije: puedo hacer de todo por Amelia, pero no puedo hacer nada para que pueda respirar, es algo que solo su cuerpo puede resolver, por esto la desesperación se presenta en la impotencia.

Nos enteramos ahí que ya no teníamos obra social, nos derivaron con una ambulancia que tardó siglos en hacer 5 cuadras y con un tubo de oxigeno llegamos al hospital Larcade, la guardia explotaba, no nos podían atender ya porque un bebé se estaba muriendo, las madres esperábamos sentadas en sillas de plástico con nuestros bebés conectados a los pocos oxígenos que había en la pared. Los pediatras y enfermeros y enfermeras corrían sin parar de un lado a otro, estaban salvando pequeñas viditas que se escapaban, las camillas no alcanzaban pero por suerte estaban nuestros brazos que sostenían a upa esos bebés.

Ahí estábamos nosotras también, aupándonos con teta y teta para calmar. Pinchazos, hisopados, vías y a encerrarse en una especie de pecera hasta que el resultado de Covid dé negativo. Y ahí estábamos las madres sosteniendo, aupando, acariciando, dándolo todo para salvar a nuestros hijos junto a los enormes profesionales del lugar. Dos días, hamacando a mí bebé en la pecera en un rango de un metro que es hasta donde llegaba el “cosito” del oxígeno. Nos pasan a sala porque no tenemos Covid justo cuando habíamos llenado la pecera de libros y muñecos para no sentirnos tan solas. La sala es un lugar de internación donde están los que no tienen Covid, son muchas camitas todas juntas donde los niños están. Las madres duermen en reposeras, sí, sí, esas que llevas para sentarte en una plaza, los niños no quieren estar en las camitas y así terminamos madres y niños a upa durmiendo en las reposeras. Los baños están lejos, si querés mear le pedís a la de al lado que te lo miré y corres al inodoro, ni se te ocurra cagar a ver si en esos 15 minutos (porque desde que parimos nos acostumbramos a cagar en 15 minutos) a tu pibe le pasa algo.

Cada vez que aupamos nos aupamos también a nosotras, como queriendo abrazar aquellos niños que fuimos. Cada vez que tomamos sus manitos nos buscamos, dónde estoy, dónde está eso que era. Cada vez que damos la teta nos seguimos buscando, cuando parimos también morimos, nos vamos a uno donde vaya a saber y ya no nos encontramos, esto roza la locura, todo se pone en juego, lo que nos hicieron y lo que nos pasó se revive todo el tiempo en el vínculo con nuestros pibes.

Volviendo a las reposeras me digo, ¿qué onda? Claro sos madre, entonces ¿tenés que sufrir? ¿Por qué no hay padres aquí acunando a sus bebés? Luego entro en conciencia, no duermo hace tres días y todo se revuelve, a veces en un parpadeo me quedo dormida me hundo en mi cuerpo pierdo la conciencia y vuelvo, solo pasaron dos minutos; “tranquila” me digo, estás despierta, las reposeras de mierda estas no están para que cumplas tu mandato de dejarlo todo porque sos madre, están porque el intendente hijo de yuta bajó el presupuesto para el hospital.

Al rato pasa una psicóloga preguntando: “¿estás bien? ¿Necesitas algo?”: Cambien estás reposeras de mierda digo, o ¿acaso la idea es que no durmamos por un mes? Sigo con mí hija. Hoy es el día internacional del trabajador, ahora deberíamos estar con Amelia en la Plaza de Mayo luchando, pero estamos luchando acá, recuerdo las marchas en las que vinimos a apoyar a los trabajadores del hospital Larcade y me siento orgullosa de haber estado ahí con mí hija. Sigo pensando, tengo ganas de gritarles a todas: hoy es su día  compañeras, a ustedes que trabajan siendo madres sin que nadie les reconozca un puto derecho, a ustedes que son juzgadas a pesar de haber muerto un poco cuando parieron.

Me imagino yendo todas a Plaza de Mayo con nuestros niños, sentándonos en esas putas reposeras, dándonos las manos, levantando los puños, acá estamos dejando todo ¡carajo!