Salud

18/3/2021

pandemia

Se cierne la tormenta, hay que enfrentarla con un plan nacional de acción

La segunda ola.

No hay opinión divergente sobre la inminencia de la “segunda ola”. Tampoco sobre su gravedad –mayor que la de la primera- en términos de contagios y muertes, teniendo en cuenta la experiencia europea, la situación de Brasil y otros países vecinos y la segura circulación de variantes más agresivas y letales del virus, como la inglesa, la de Manaos o la sudafricana. Pero no es, lamentablemente, todo. Un factor central es que la posibilidad de una inmunización suficiente para mitigar el impacto está descartada. No ya del 60% o 70% de la población, incluyendo la que ya se infectó, que determinaría una inmunidad “de rebaño”, sino, por lo menos, la de las 7.300.000 personas de los grupos de riesgo para reducir formas graves, internaciones y muertes, que evitaría la saturación del sistema de salud. Para llegar a ese objetivo en abril, se requeriría un ritmo de 120.000 inoculaciones por día; el promedio nacional, mientras hubo vacunas es de menos de 50.000

Vacunación, un modelo de improvisación

No hay vacunas. Y si bien el cuadro internacional es crítico, en términos del acaparamiento de la mayor parte de la producción por los países ricos que controlan patentes y laboratorios, ello no exculpa al gobierno nacional por su propio manejo de la cuestión. En la primera planificación se entronizó a la AstraZéneca-Oxford como la solución total. Dada la producción del principio activo en el laboratorio local del acaudalado Hugo Sigman, millones de dosis llegarían en marzo. Cómo ignorar que el envasado en México no contaba con los frascos necesarios y no llegaría hasta abril. De la Pfizer, que estaba acordada, parte de cuyos ensayos se realizaron en el país y para la que se votó una ley especial de inmunidad ante daños, nunca se supo por qué se cayó. Sobre la Sputnik V, a la que se apeló de apuro ante esos fracasos, debió preverse que la producción rusa no abastecería exportaciones masivas o que se dependía de laboratorios de terceros países (India) cuya idoneidad resultó no probada. La llegada de una partida de la vacuna china Sinopharm, impresiona como otro manotón de ahogado.

Está claro entonces que el grado de improvisación fue y sigue siendo total. Que nunca hubo un plan real de vacunación, ni una centralización nacional bajo mando único, librando la logística y la aplicación a criterio de provincias y municipios, donde se han registrado innumerables irregularidades. Mucho menos hubo un informe al país sobre el cuadro existente, sus dificultades y posibles soluciones. Como si faltara algo, el “vacunagate” vino a quitar toda credibilidad al relato oficial, con una imagen bochornosa de funcionarios a los codazos para manotear vacunas para familiares, amigos y correligionarios.

Un dato central sobre la improvisación es la ausencia de prioridades epidemiológicas en la vacunación que marcha a los bandazos. No se ha privilegiado a la población de riesgo, no se terminó de vacunar a los mayores de 80 años y no se comenzó con los mayores de 70, los que más se mueren. En cambio se vacuna a funcionarios (“personal estratégico”) y fuerzas de seguridad. Otros países arrancaron simultáneamente con trabajadores de salud y adultos mayores. La vacunación de los docentes responde a dos motivos: la vacuna existente –Sinopharm- no está todavía autorizada para adultos mayores y la apertura de clases presenciales se convirtió en un leitmotiv de las presiones capitalistas y de las iglesias.

Están en otra

Hay un trascendido de un vuelo a Moscú que traería vacunas, no se sabe cuántas. Mientras tanto, oficialismo y oposición fatigan los medios con los choques sobre el lawfare y sobre el calendario electoral. Sobre la pandemia… nada. Los “infectólogos” oficiales salvan su honor diciendo que están muy preocupados y que habría que vacunar más. Las recomendaciones tipo “cuidémonos” se han convertido en muletillas para cubrir la inacción. La irresponsabilidad de ambos bandos y el sometimiento a la “normalización” exigida por los capitalistas es abrumadora. Véase que si entramos en segunda ola en estas condiciones de indefensión el panorama es sombrío. Si no va a haber vacunación suficiente –y no la va a haber– y la amenaza de las nuevas variantes de virus más la situación de Brasil y países vecinos es la que se palpa, Alberto Fernández, Kicillof, Larreta y todos los gobernadores deberían estar organizando un plan nacional de resistencia a la pandemia. No es así. Larreta en TN, preguntado sobre posibles cierres ante una segunda ola, lo negó enfáticamente. Fernán Quirós declaró hoy que los cierres de frontera no sirven, se habla de una reducción “parcial” de los vuelos (!?).

Por un plan de lucha sanitaria bajo control de trabajadores

Un elenco de irresponsables políticos, que están en otra, nos conduce al precipicio. No hay previsiones de fortalecimiento del sistema de salud. Hay que triplicar ese presupuesto para eliminar el pluriempleo de los equipos sanitarios aumentando sus sueldos. Y para multiplicar masivamente las detecciones, testeos y aislamientos para mitigar la circulación. No se centralizan los sistemas de salud; los privados están amenazando con una menor disponibilidad Covid alegando quebrantos. No se prevén confinamientos territoriales, ni acotamiento de horarios comerciales y locales nocturnos. No se encara el financiamiento de sectores desocupados para aguantar cierres focalizados; se eliminó el IFE y el ATP y los Repro son ineficaces. Hay que suspender el pago de los millones que van a bonistas y al FMI para invertir en la lucha anti Covid. Los protocolos en fábricas y transportes no se cumplen; hay que organizar comisiones de trabajadores y vecinos para controlarlo. Debe imponerse el control popular del plan de vacunación.

No tienen la voluntad política de hacerlo. Son, a su manera, “bolsonaros” vergonzantes, no explícitos. Casi da para pensar que, por si acaso, ellos y sus familias se vacunaron.

Es fundamental que la clase trabajadora, por medio de sus sindicatos, organizaciones barriales y movimientos sociales, tomen en sus manos el reclamo y movilización por un plan nacional de lucha ante la segunda ola por venir. Los recursos nacionales deben invertirse en eso y no transferirse al capital financiero y al FMI.