Salud

11/3/2021

CORONAVIRUS

Un año de pandemia

El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaraba al brote de Covid-19 como una pandemia debido a sus alarmantes niveles de propagación, su gravedad y por la inacción frente al avance de la enfermedad. Un año después, el saldo son 120 millones de casos y más de 2,5 millones de muertes; en Argentina, 2 millones de casos y más de 50 mil muertes. Aunque también hay otros saldos, como el de la destrucción masiva de puestos de trabajo y la disminución en la calidad de vida de los trabajadores.

Días antes, el 3 de marzo, Argentina confirmó su primer caso de Covid positivo. Un hombre se había infectado en Italia y luego había viajado de vuelta al país. Rápidamente empezaron a aparecer más casos, primero relacionados con viajes al exterior, luego contactos estrechos y, por último, alcanzamos la circulación comunicaría. El 16 de marzo se cierran las fronteras, pero el virus ya estaba dentro. La presión de la población por una cuarentena finalmente incide en el gobierno y el 19 de marzo empieza el aislamiento preventivo y obligatorio, sin medidas de fondo para paliar una crisis económica que, pronto se vería, sería profundizada por el coronavirus e imposibilidad de cumplirla para al menos el 40% de la población que en aquel entonces tenía trabajos informales. En la conferencia de prensa el gobierno anticipó que iba a entregar una ayuda de 10 mil pesos para monotributistas y desocupados, entre otros, luego de que el reclamo entre las organizaciones sociales se hiciera más fuerte. No solo fue una suma miserable, sino que llegó 2 meses más tarde, en junio de 2020.

A partir del 5 de abril comenzó la flexibilización. La presión de las patronales fue clave para que el gobierno defina las actividades que se abrían: la industria minera, agrícola y de energía fueron de las primeras.

Sistema de salud

En el centro de la discusión siempre estuvo el sistema de salud. Dañado por años de abandono, su reforzamiento era necesario para evitar el colapso del mismo y las consecuencias más crudas de la pandemia, que ya se habían visto en Europa.

Rápidamente desde la llegada del virus a la Argentina los profesionales de la salud pusieron sobre la mesa la necesidad de garantizar elementos de protección para aquellos que se encuentran en la primera línea. Los contagios entre el personal de salud eran un problema porque, en primer lugar, sin los elementos de protección podían sencillamente contagiar a pacientes u otros trabajadores; en segundo lugar porque una baja en el sistema de salud es difícil de reemplazar. Formar un médico tarda 10 años, un enfermero unos pocos menos y así. La esencialidad de su profesión marcó también la esencialidad en sus reclamos y luchas.

Las denuncias de la falta de dichos elementos no se hicieron esperar, y así fue como a principios de mayo el 16% de los contagios eran del personal de salud. Luego descendió y en diciembre se ubicó en un 4,3%, pero incluso hoy con varias vacunas efectivas en el país se siguen conociendo casos de médicos fallecidos a causa de Covid.

Ese no fue el único problema que azotó a los trabajadores del sector. Un enorme movimiento por mejoras salariales y de condiciones laborales se desató en todo el país, aunque tuvo su apogeo en CABA de la mano de residentes y concurrentes. Dicho sector encabezó, incluso en el 2020, paros y movilizaciones que demostraron que el sistema de salud no estaba en la situación actual exclusivamente por la pandemia, sino que arrastraba años de abandono.

La carrera por la vacuna

La presión capitalista por el cese de las cuarentenas se transformó en una carrera descomunal por el desarrollo de la vacuna y la captación de dicho mercado. Los pulpos farmacéuticos fueron subsidiados por los Estados, quienes a su vez le entregaron leyes leoninas con blindajes jurídicos ante efecto adversos y la firma de contratos secretos multimillonarios sobre la base de entregas que los laboratorios no pudieron cumplir. El problema de las patentes no tenía nada que ver con la defensa de la propiedad intelectual y el patrimonio de investigación, sino el intento de los laboratorios de acaparar y monopolizar ese mercado.

Argentina quedó relegada a recibir las sobras de los países imperialistas. Lo que iban a ser 10 millones de vacunados se transformaron en 300 mil en enero, y ni siquiera. Los ritmos de vacunación siguen siendo una de las principales cuestiones. Incluso hoy, cuando Argentina llega a las casi 3 millones de dosis recibidas y distribuidas, no llega al tercio aplicadas. De las 24 jurisdicciones, 20 no pasan el 60% de dosis aplicadas vs dosis distribuidas.

La pandemia no terminó

Luego del paso del ASPO al DISPO, las medidas de seguridad se redujeron considerablemente. Las actividades se abrieron en su totalidad, haciendo evidente que, aunque la pandemia no haya terminado (Argentina tiene un promedio de 7.000 casos diarios), el gobierno desde ese momento en más iba a actuar de esa manera. Acompañando este proceso se votó un presupuesto con una reducción del 10% en términos reales, desentendiéndose de la posibilidad de preparación frente a una segunda ola.

No solo eso, sino que el gobierno eliminó el IFE y recortó la ayuda social aunque la crisis económica continúa agudizándose semana a semana y, la inflación, comiéndose los salarios de los trabajadores.

La gestión ha sido de un rotundo fracaso e improvisación. Hoy se demuestra no solo en los números de muertos, sino también en la falta de un plan de vacunación que funcione a un ritmo adecuado y permita conseguir la inmunidad tan necesaria para los grupos de riesgo y quienes realizan actividades de exposición, como la docencia y el personal médico.

Ya se ha demostrado las consecuencias de llegar a una segunda ola sin preparación, como lo vive nuestro vecino Brasil por estos días. Por eso los trabajadores debemos tomar en nuestras manos lo que el gobierno no nos dará. La organización mediante comisiones obreras y de profesionales para reclamar una campaña sanitaria de emergencia frente a la segunda ola, de la mano del aumento del presupuesto en salud y de los salarios para los trabajadores del sector. También la centralización del sistema de salud y la puesta en marcha de una gran campaña de testeos masivo y vacunación, con la asignación de presupuesto para llevar adelante toda la logística necesaria para aumentar el ritmo de vacunación. Manejo de la pandemia y de la vacunación por parte de los trabajadores.