En la marcha del 18 de abril a la sede de la cámara empresaria, Héctor Morcillo, secretario general de la Federación, advirtió que “si no llegamos a un acuerdo (salarial) en las próximas horas no saldrá ninguna producción”. La amenaza no se concretó y el acuerdo finalmente llegó, pero tiene demasiado gusto a poco: 9% para marzo y 7% para abril; el porcentaje de ambos meses se toma en base a febrero, maniobra que hace que el aumento de abril tenga un impacto menor en el valor hora real. Estos porcentajes quedaron bastante lejos de las expectativas de la base y el descontento en las plantas no se ocultó.

La burocracia aduce que la paritaria anual terminó por encima del 300%, un porcentaje similar al aumento interanual de alimentos que, en enero, llegó al 296.2% (en algunas provincias fue superior). Pero partimos de un piso bajísimo. Mientras las patronales se la vienen llevando en pala, con este acuerdo el salario inicial pasa a ser de 680 mil pesos, contra una canasta de pobreza superior a los 700 mil, y aún falta la homologación. En el caso de STIA no es un dato menor, ya que los dos últimos acuerdos de revisión siguen sin homologarse.

Las dilaciones, conciliaciones obligatorias y reuniones que se suceden sin avanzar un milímetro son una práctica habitual de desgaste a la que el sindicato se presta sin apelar a medidas que apuren la negociación. El resultado de no tener un plan de lucha está a la vista.

Por otro lado, con el argumento de la caída de las ventas empiezan a crecer los despidos. Como ocurre en Bimbo-Córdoba; con una patronal que controla el 60% del mercado nacional de panificados y que impone precios más que abusivos (un pan de molde se comercializa aquí a 3.6 dólares contra 1.87 dólares en EEUU). También hubo despidos en PepsiCo de Mar del Plata donde la empresa busca avanzar con un turno de trabajo más flexible (12 horas por 3 días). En ambos casos los trabajadores reaccionaron con fuertes medidas resueltas internamente. Esto demuestra que es en la base donde está la fuerza para luchar por lo nuestro.

Para frenar los despidos y recuperar el salario, necesitamos superar los límites que nos impone la burocracia sindical.

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