Sindicales

23/4/1992|355

Balance: La derrota de la huelga ferroviaria

El pasado martes 21, los ferroviarios de las “secciónalas rebeldes” de La Fraternidad del Roca y del Sarmiento tuvieron que admitir la realidad de la derrota y levantar la huelga. Lo hicieron con dignidad y con entereza, y con la certeza por sobre todo de que el gobier­no menemista no va a gozar por mucho tiempo de los resultados de su “victo­ria”.

La huelga de los fraternales, que comenzó hace cuarenta días, fue una lucha absolutamente obligada, que un conjunto de activistas empeñaron como un último recurso para impedir la definitiva liquidación de sus derechos y la ani­quilación de sus baluartes sindicales — las seccionales. Fue una batalla de reta­guardia, porque fue librada en un marco de enorme aislamiento, debido al boicot descarado de todas las burocracias sin­dicales, no ya de la CGT y de su propio sindicato, La Fraternidad, sino en espe­cial de los “izquierdistas” del Encuen­tro de Burzaco, que se negaron a apoyar la huelga en su última reunión en Rosa­rio. La conducta rompehuelga de la burocracia de Burzaco ante la lucha de los fraternales define en forma contun­dente su carácter de corriente anti-obrera y de ladera política del “plan” Cavallo.

Con excepción del puñado dirigente de la huelga, y del Partido Obrero, no existió ante las corrientes políticas que “participaron de ella la menor conciencia sobre el carácter obligado de esta lucha” y sobre su naturaleza de último recurso para defender las conquistas históricas últimas de La Fraternidad. En el caso del Mas, los dirigentes que responden a su fracción interna mayoritaria se dieron como único propósito levantar la huelga lo antes posible y en cualquier condi­ción. En esta huelga se pudo apreciar el carácter fundamental de la crisis del Mas, que es el de la quiebra política y completa desmoralización. Estos “trotskistas” simplemente se han venido abajo bajo la presión de las tuer­zas hostiles a la clase obrera y a la revo­lución, tanto nacionales como interna­cionales. El partido comunista no tuvo política como partido, porque en reali­dad estaba haciendo “méritos” con el grupo de Burzaco y con las “estrellas” que quieren subir al escenario con “Pino” Solanas. SI jugaron un gran papel de lucha los activistas y dirigentes que han roto con el partido comunista y con el Fral.

Los fraternales y los ferroviarios en general han pagado un tributo a la demora con que iniciaron la lucha con­tra los gobiernos “democráticos” y a las características parciales de los pri­meros enfrentamientos. Durante el gobierno de Alfonsín, el planteo de huelga indefinida era entendido como fuera de lugar en los tres gremios ferro­viarios, que confiaban en arrancar “pla­nes de lucha” de huelgas parciales a las burocracias de Pedraza y de Jaime, las que por su lado se cuidaban de pre­sentarse como “ubaldinistas”. En el caso de la Unión Ferroviaria, la desmo­ralización llegó mucho antes de que se esbozaran los primeros planes de “pri­vatización”. En La Fraternidad, en cambio, la Ofensiva menemista acentuó la radicalización de la base, en lo que deben haber influido un conjunto de factores, pero uno de los cuales era la composición Izquierdista de sus activis­tas. Sin embargo, fueron estos propios izquierdistas los que impidieron que las huelgas de marzo de 1990, con la for­mación de la inter-seccional, llevaran a la formación de una dirección indepen­diente para acabar con la burocracia de Jaime. A la luz de esta experiencia, la huelga que acaba de ser derrotada fue también un esfuerzo final de los activis­tas más conscientes para recuperar al gremio de las consecuencias de todos los errores pasados.

Lo más grave de una derrota no son las pérdidas de conquistas frente a la clase enemiga sino la ausencia de en­señanzas. La vanguardia de los lucha­dores debe empeñarse en sacar las conclusiones políticas hasta el final — que no son otras que la necesidad de una estrategia y de una organización jugada a la lucha de clases consecuen­te. Es decir a construir un partido propio revolucionario.

La derrota de la huelga no significa para nada el fin de los grandes conflictos de clase que tendrán por eje a tos ferro­viarios Por delante hay un plan de supe­rexplotación y de cierre de estaciones, es decir, de avivamiento de las contra­dicciones entre el gobierno y sus capita­listas con el pueblo explotado. La política oficial enriquece naturalmente a unos pocos usureros, pero amplia la base social que sufre los perjuicios. Se trata, entonces, de defender lo que la victoria de los explotadores no ha logra­dos destruir, de reorganizar las filas con un trabajo concebido en profundidad y de dar batalla organizada contra el más mínimo de los atropellos para ir reconstruyendo la fuerza del gremio y de las masas, y preparar las nuevas condicio­nes para una lucha decisiva.


¿Qué pasó en Remedios de Escalada?

Desde el comienzo del conflicto el Mas y particularmente Poeto, de la Ejecuti­va, tuvieron una política de derrota de la huelga. De entrada lucharon a brazo partido contra la decisión de ir al paro votando conjuntamente con la burocracia —que todavía concurría a las asambleas. Declarada la huelga, aceptaron realizar una asambleas con 20 futuros carneros ante una “apretada” de la burocracia, a sabiendas de que la masa fraternal no iba a estar presente. Esta asamblea trucha “Votó” el levantamiento y Remedios sólo volvió a la huelga cuando los trabajado­res se enteraron de la maniobra, concurrieron en masa y revirtieron la situación.

Fue de esta crisis que surgió la propuesta de hacer asambleas conjuntas de los fraternales del Roca, cuya función era “fortalecer a Escalada y 'vigilar' a Poeto”, en palabras de cualquier activista.

En la asamblea conjunta del 12 de abril la huelga estaba en una encrucijada — 24 horas después se resolverla su “suspensión”. Pero aún en estas circunstan­cias la asamblea votó continuar y fue Poeto quien, cuando los trabajadores en su gran mayoría se hablan retirado, desconoció lo resuelto y llamó a una asamblea de la seccional para el día siguiente, donde informarla, para “apurar” el levantamiento, que Tolosa había levantado el paro, lo que era absolutamente falso.

El retome de la huelga encontró a las seccionales sin asambleas conjuntas, f ruto de todas estas maniobras y manoseos, que revelan no solo una política de derrota y una total carencia de principios, sino por sobre todo un cuadro de completa quiebra política.

Eduardo B. (corresponsal)