Sindicales
20/3/1997|531
Carta de un activista de Fiat
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Este relato narra de manera genuina una vivencia por demás singular en la vida de un trabajador, participando desde hace un tiempo con hechos, con palabras, con acciones que han modificado su vida cotidiana.
Tal vez mi ignorancia no me permitió prever el inicio de una guerra, pero sí ¡alimentar mi dignidad! y la de todos mis compañeros. Este bautismo de fuego logró despertar mi sed de justicia y un sentimiento profundo hacia las primeras 42 víctimas.
Los trabajadores de Fiat debemos propalar inquietudes que deriven en acciones concretas y no estar esperanzados en acciones simbólicas, efímeras.
La nueva nave de Fiat Auto S.A. es una imitación perfecta de un mausoleo. Este monstruo es hijo de la flexibilización, y la política aberrante del gobierno es una parodia de un matarife de lujo, en el cual converge el imperialismo, el materialismo, el cinismo consumado y la saña, todo esto abrazado de un cinturón de grasa represora, dominados por la ambición desmedida y el ímpetu para contaminar el engranaje primario de este sistema que es el obrero. Debemos instalar en nuestros corazones la dignidad propiamente dicha, confederar nuestros ideales y no permitir el abuso arbitrario de los terratenientes. Nuestros pilares son las bases, no debemos separarnos de estos principios. No pretendo pisar en el terreno político, pero resulta intolerable no organizar un plan de lucha en solidaridad con nuestros compañeros despedidos con medidas concretas.
Para no transformarnos en administradores de la “injusticia”, instituyamos el camino de la libertad individual, retomemos el rumbo que nos proclamó héroes de luchas desiguales y seamos protagonistas de conquistas, cuyo objetivo es barrer con este sistema de superexplotación. Para finalizar y a modo de reflexión, quiero indicar que necesitamos de la fortaleza de los obreros cuando tienen claridad política, que esa claridad y solidez es de vital importancia para nuestra supervivencia. Los trabajadores somos productores de riqueza material ajena. (Debemos cambiar esta realidad).
Evitemos la atomización gremial.
Y por último, hago mías las palabras del compañero Gallo: la legalidad no la da sólo la justicia, sino también la fuerza de los trabajadores. Estos humildes conceptos, libres de cualquier ambición personal, están dedicados a todos los compañeros cesanteados.