CGT: triunvirato “a la baja”


La crisis de la burocracia sindical, sus divisiones internas e incapacidad para canalizar reivindicaciones elementales se explican en última instancia por el agotamiento del peronismo. El intento de superar la disgregación, reunificando la CGT detrás de una conducción compartida choca con ese límite histórico.


 


La declinación de la dirigencia sindical como “columna vertebral del movimiento” se puso de relieve con la marginación de los principales jefes -en especial del triunvirato- de las listas electorales.


 


Los piantavotos


 


Daer abandonó las filas del massismo para protagonizar la “renovación del PJ” junto a Randazzo. Pero terminó renunciando a su postulación por la debilidad en que quedó el ex ministro. Sergio Sasia, de la Unión Ferroviaria, uno de los referentes del Movimiento de Acción Sindical Argentino que impulsó a Randazzo, también hizo su “renunciamiento” a favor de Oscar Romero del Smata, que irá cuarto en la lista de Cumplir. Pero Romero perdió todo apoyo del gremio por sus enfrentamientos con Pignanelli. En la misma lista, pero en el séptimo escalón quedó el metalúrgico “Barba” Gutiérrez.


 


Juan Carlos Schmid también se bajó de las Paso del peronismo santafesino por falta de apoyos; en especial de los sindicatos rosarinos, que se alinearon contra el moyanismo. La derrota de Hugo Moyano no se reduce a Santa Fe; sin haber obtenido lugares expectables, es probable que tanto él como su hijo Facundo anuncien pronto su salida de 1País, siguiendo los pasos de Libres del Sur.


 


Carlos Acuña, el tercer triunviro, que aspiraba a saltar de su sillón en el bloque massista de la Legislatura bonaerense al Congreso, quedó muy relegado y sin posibilidades. En total, cinco de los once diputados de extracción sindical dejarán su banca en diciembre próximo; uno de ellos, el canillita Omar Plaini, buscó infructuosamente un lugar en Unidad Ciudadana. Los “sindicales” en la lista de CFK, Vanesa Siley, del Sitraju (judiciales), Walter Correa, de los curtidores, ambos integrantes de la Corriente Federal, y Hugo Yasky, de la CTA, no pertenecen a la estructura de poder de la CGT.


 


“Hay un desinterés de la política por la representación que ejercen los sindicatos”, se quejó amargamente Héctor Daer. Es exacto, y la razón de ese desinterés es que son piantavotos; amplias capas de la sociedad los repudian.


 


Una CGT dibujada


 


Es posible que la foto del Presidente y el ministro Dietrich, junto a Maturano, Schmid, Moyano y Cavalieri -tomada en la cena por los 130 años de La Fraternidad, pocas horas después del cierre de listas- haya ilusionado al triunvirato sobre las posibilidades de un reacomodamiento rápido. “Lo que importa ahora -declaró una alta fuente de la CGT- es el fortalecimiento institucional de la central”.


 


Pero el papel que el gobierno le tiene asignado a la central, y en general a las organizaciones obreras, quedó demostrado en el Consejo del Salario, donde impuso a través de un laudo -es decir de forma unilateral, una suba del mínimo a su gusto, que llegará a miserables 10 mil pesos recién en julio del año que viene.


 


El portazo de las delegaciones sindicales fue una escenificación. Varios interpretaron que el gobierno le ahorró a la CGT el costo político de firmar ese aumento a sabiendas de que no habrá ninguna reacción contra el decretazo; “el Ministerio de Trabajo tiene la facultad de resolverlo así”, se justificó Schmid.


 


Las mafias y los votos


 


Lo que no pudo conmover la miseria del salario mínimo o la ola de despidos y suspensiones, sí lo hizo la intervención al gremio de Canillitas dispuesta por la Justicia, que la CGT caracterizó a través de un comunicado como “un ataque a la institucionalidad sindical” dictada “por “objetivos políticos”.


 


En rigor, el tema se veía venir, luego de un allanamiento a la sede gremial hace dos meses y el rechazo por parte de la Cámara Federal a los pedidos de Plaini de anular la causa por fraude. Se repite lo ocurrido con el sindicato de marineros (Somu) -cuyo otrora poderoso secretario general, “Caballo” Suárez, continúa preso-, con el de Vigiladores Privados (UPSRA) y con el de azucareros (FEIA).


 


Las reiteradas menciones de Macri a “las mafias sindicales” no fueron exabruptos; es una línea que, por supuesto, tiene “objetivos políticos” e incluso electorales. Ante el descalabro económico, la engañosa batalla “contra la corrupción y las mafias” es lo que más le suma al gobierno.


 


El modelo sindical se defiende


 


La alarma precipitó una reunión que se pensaba dilatar para esquivar el reclamo de un Confederal, convocado por los que fueron marginados de la conducción: el Masa, la Corriente Federal y Las 62. Fue para iniciar una ronda de consultas con vistas a una movilización, promovida por el Consejo Directivo de la Confederación del Transporte (CATT) “en defensa del modelo sindical”.


 


Se hizo en sigilo y sin convocar a los gremios kirchneristas, aunque significativamente sí asistieron los de Las 62, la pata sindical de Cambiemos que fuera conducida por el fallecido “Momo” Venegas.


 


La consigna es frenar “la arremetida” del gobierno pero sin romper los puentes. Si algo es seguro es que, sin el cobijo parlamentario, la burocracia se arrimará al poder con menos disimulo aún del que exhibió hasta ahora. El mismo Daer, consultado sobre la posibilidad de un plan de lucha, respondió que “cualquier acción puede perjudicar las posibilidades de dar un debate serio de cara a las elecciones”.


 


La burocracia es consciente de que sus acciones están en baja, pero también sabe que el gobierno necesita un amplio acuerdo para ejecutar la escalada antiobrera y antijubilatoria que tiene en carpeta para después de octubre. Y cuenta con ella.