Sindicales

9/1/2022

carta abierta

Contagiados de bronca

La situación alarmante de los trabajadores de la salud, en primera persona.

Es sabido que durante el último mes los casos de Covid han ido en escalada. No importa si la variante es Delta, Ómicron, Alfa, Beta: hoy estamos todos expuestos al coronavirus. Y mientras vemos que los casos aumentan día tras día de a miles, ¿qué es lo que nos pasa a los trabajadores de la salud?

La bronca y la vocación

Todos los días nos enfrentamos a dos tipos de violencias: la social, de gente que hastiada de largas filas (que son producto del ajuste) nos exige a los trabajadores de la salud lo que los gobiernos no hacen. Nos maltratan a los que día a día ponemos el cuerpo para curar, sanar y cuidar a decenas de pacientes en más de un trabajo. Y luego está la violencia más importante: la estatal.

El Estado ha cumplido un rol fundamental en el desprecio que hoy vivimos los trabajadores de la salud, disminuyendo nuestras responsabilidades y labores diarias con reconocimientos banales como placas o convocando a que nos aplaudan, pero que en los hechos nos han dejado a la deriva, debiendo resolver nosotros mismos el desastre al que nos llevó la desidia de todos los gobiernos durante estos años. ¿El gobierno nacional? un desastre. Las provincias, un desastre. Los municipios también.

Tenemos salarios de menos de $60.000, las horas módulo de enfermería se pagan con chirolas, en la Ciudad nos otorgaron un bono ¡por $8.000! Y ni hablar de la negativa de pasar a los enfermeros y a profesionales de escalafón general a la carrera profesional propiamente dicha. A su vez, ya tenemos el alerta de que “no hay suficientes insumos” para los trabajadores más expuestos. Tampoco hay pañales, ni sábanas, ni baños para los enfermeros de sala. Ni aires acondicionados en todos los containers de las UFU, que son de chapa.

Probablemente, más pronto que tarde, comiencen a suspender licencias por estudio, por estrés, decretos y vacaciones. Pero diputados y senadores de los bloques patronales pueden darse el lujo de faltar a sesiones, mientras cobran sus abultadas dietas de todas formas, argumentando que pensaron que “ya había terminado el año” o irse de vacaciones a destinos paradisíacos.

El Estado es el primer violento con los trabajadores de la salud. Y eso lo reproduce la sociedad. Se contagian compañeros, pero nunca somos “contacto estrecho”. Aunque estemos siete horas por día hacinados en un lugar sin ventilación… cada vez somos menos trabajando en el hospital. Y hay temor, y hartazgo, y bronca.

Pero mientras tanto, plata para pagar al FMI hay. Para recomponer los salarios de los que salvamos vidas no…  al fin de cuentas, se supone que lo hacemos por vocación, ¿no?. Esa es la prioridad de estos gobiernos miserables.

¿Y los sindicatos?

Agarrados de sus sillones, los líderes sindicales que deberían representarnos se limitan a escribir largas notas que no dicen nada, bajo el fresco de sus aires acondicionados. Mientras, cientos de enfermeros hacen fila bajo el rayo del sol para poder concursar y ser planta permanente (cosa que debería hacerse directamente). Nada de caminar, nada de discutir, nada de convocar asambleas; nada de luchar.

Bajo la dirección de la burocracia sindical, los gremios se han convertido en estudios jurídicos que amenazan por carta con la liviandad de nunca llevar nada a cabo. Los trabajadores de la salud estamos desamparados, trabajando a destajo sin ningún apoyo más que el de nosotros mismos como compañeros.

Pero hay que poner un límite a este vapuleo gratuito de parte de los gobiernos, la burocracia sindical y la gente que no nos reconoce. Organicémonos contra el maltrato, por salarios igual a la canasta, aumento de personal, que se respeten las vacaciones y licencias. Que se respeten los contactos estrechos. Necesitamos atender con las normas de seguridad acordes: ventilación, aseo, y que no se vuelvan a retacear los EPP.

Los trabajadores de la salud debemos salir a luchar porque nadie lo hará por nosotros. Ahora es cuando.