Sindicales

20/5/2010|1129

CÓRDOBA - ALIMENTACIÓN

Resultados y perspectivas de una gran huelga

Finalmente en la madrugada del martes 18, Morán, Daer y Morcillo terminaron de firmar el acuerdo salarial para el gremio de la alimentación después de 28 días de conflicto, en los cuales la Federación había decretado paros de dos y cuatro horas por turno, una movilización y dos paros de 24 horas, el último de ellos el jueves de la semana pasada. Sin embargo, el epicentro del conflicto estaba en Córdoba, donde tres plantas de Arcor (Colonia Caroya, Totoral y Bagley) estuvieron más de 20 días de paro sin interrupción. A ellas se fueron sumando primero Nestlé, más tarde Georgalos y finalmente Orieta y CeBeSé; en la última semana hubo prácticamente una huelga general de la alimentación en Córdoba.

El acuerdo firmado no alcanza el reclamo reafirmado por los trabajadores reiteradamente, pero es mucho más de lo que la patronal había ofrecido, incluso ya desarrollado el conflicto. Los trabajadores exigían un mínimo de 3.200 pesos y un aumento inmediato del 35%. Al 35% se llega en abril del año que viene de la siguiente forma: un aumento del 21% al básico más 150 pesos no remunerativos (significa el 29,57%) de mayo a agosto; en septiembre, la incorporación de los 150 pesos al básico y un adicional de 80 pesos hasta marzo de 2011 (32,67%); en abril se incorporan los 80 pesos en el básico más 50 pesos (35,21%). A esto se suman por única vez para los efectivos, 300 pesos con la segunda quincena de mayo de este año. El básico, de esta forma, llega a casi los 3.000 pesos dentro de un año.

Los trabajadores de Bagley, Colonia Caroya y Totoral han puesto el ojo en el pago de los días de huelga que la burocracia no contempló en su acuerdo. Es una herida abierta que ha quedado de este conflicto; se trata de sumas importantes (en algunos casos 2.000 pesos) que desde ningún punto de vista son compensadas por los 300 pesos de abril acordados por la burocracia central por toda compensación.

El no pago de los días de huelga es un castigo a quienes cambiaron el curso de la lucha salarial del conjunto de los trabajadores, por eso la burocracia no lo cerró. La paritaria jamás debió ser firmada sin los días caídos; lo actuado retrata a una dirección empujada por los trabajadores, jamás al frente de la huelga.

Los trabajadores de Arcor cargaron sobre sus espaldas el desarrollo de todo el conflicto. Los paros de dos horas de la burocracia se convirtieron en paros de ocho, con piquetes en las puertas y cortes de ruta. La declaración de la conciliación obligatoria fue pasada por encima, sin miramientos, en tres oportunidades, instalando un paro por tiempo indeterminado de hecho. En el medio, la iniciativa obrera se superaba día a día, tomando los trabajadores en sus manos el control de conflicto, yendo a garantizar el paro a Arroyito o estableciendo un “comité de huelga móvil”, por ejemplo. Las amenazas de despidos fueron conjuradas con la decisión de ocupar las plantas; el gobierno pasado por encima; la burocracia enfrentada, incluso físicamente (Bagley); el intento de aislar la iniciativa obrera (arreglo parcial con Arroyito) fracasó y la huelga terminó sumando otras fábricas que no eran del grupo.

La lucha cordobesa terminó llevando a la burocracia a una profunda crisis con cuatro sectores visibles: el de Daer en Buenos Aires, Morán en la Federación, Morcillo en Córdoba y el de Romero de Arroyito. Lo único que los une es enfrentar el activismo obrero que emergió con todo.

Es decir, la lucha cordobesa “dejó pagando” juntos a gobierno, patronal y burocracia.

Fue esta lucha la que mantuvo “a la UIA con un alto nivel de inquietud” (La Nación, 18/5). La semana anterior, en el recambio de las autoridades de la Unión Industrial cordobesa, el presidente saliente (Guardinelli, del grupo Arcor) recibió un caluroso aplauso como forma de “desagravio” (así fue presentado) por la huelga que se vivía en sus plantas. La suerte de la paritaria de todo un gremio a nivel nacional quedó en manos de los trabajadores cordobeses. Esto explica que el gobierno haya aceptado y las patronales hayan decidido echar lastre rompiendo los topes que se habían fijado.

El conflicto en las plantas de Buenos Aires siguió otro curso. Daer impuso el ritmo, incluido el carnereaje del paro nacional del lunes 10, y en las plantas de Kraft se hicieron horas extras hasta ese entonces. Las internas de Kraft y Pepsico nunca se salieron de las “medidas oficiales de lucha”, ni aprovecharon el vendaval cordobés para poner en pie las asambleas generales de fábrica y avanzar sobre la burocracia derrotada en las elecciones de interna. Los intentos, a último momento, por revertir en algo esta situación fueron sólo eso: intentos de último momento, y fracasaron. El carneraje de Daer y la disciplina de las internas a la política de la burocracia privaron a los huelguistas cordobeses de una palanca fundamental para haber arrancado el 35% desde ahora y no en abril del año que viene. Las corrientes que influyen sobre estas internas han demostrado que nunca superaron el conservadurismo que supieron mostrar en la gran lucha de Kraft del año pasado.

Poner en pie una fuerte grupación clasista en la Alimentación

La lucha de la alimentación en Córdoba ha sido una gran escuela. Como dice la compañera citada en el copete: “Ahora sabemos cómo actuar”.

La conclusión más importante de esta lucha es que se ha procesado una ruptura de los trabajadores con la burocracia; en los debates sobre el acuerdo, los obreros de las tres plantas han hecho explícita su voluntad de sacarse a la burocracia de encima y proceder a una organización interna de fábrica que exprese esa ruptura. Se han puesto a prueba no sólo la dirección local del sindicato, hoy cuestionada, sino también los delegados que se pusieron al frente y los que no, los mejores activistas de cada planta que pueden desarrollarse sobre las nuevas bases creadas por la huelga, claro, con la condición de cualquier represalia patronal que sea respondida con los mismos métodos con los que se actuó durante la huelga.

La rebelión de los trabajadores de Arcor es una continuidad (pero profundizada) de los métodos de la gran lucha de docentes y municipales del año pasado y de los choferes de Ciudad de Córdoba este año: el rechazo a la conciliación obligatoria y el sostenimiento de la lucha a pesar y en contra de la burocracia.

Están maduras las condiciones para un agrupamiento del activismo que se destacó en esta lucha, para poder procesar las conclusiones y llevarlas adelante, lo que no es otra cosa que poner en pie una agrupación clasista y antiburocrática de los trabajadores de la alimentación de Córdoba. Los trabajadores de Arcor se sumarán así a una tendencia fuerte que ya ha dado grandes pasos en la UTA, en municipales, en telefónicos, en docentes y en otros gremios.

Nos colocamos al servicio de esta tarea.