Sindicales
2/4/1998|579
Hay mucho más que el fiasco de la Decibe
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Hace varias semanas que la dirección de Ctera aseguraba a quien quisiera escucharla, que la posibilidad del fondo de financiamiento educativo iba viento en popa. A partir de la sanción de un aumento salarial en la provincia de Buenos Aires por parte de la legislatura duhaldo-aliancista, cuya financiación todavía resulta sin embargo poco clara, Maffei y su entorno creyeron ver la vía de superación del conflicto docente. Una superación que sería ‘indolora’, porque armonizaría el aumento salarial con la prosecución de la ‘reforma educativa’ que impulsan el clero (congreso pedagógico de 1988) y el Banco Mundial.
Las negociaciones en curso parieron, al final, un aborto. La Decibe anunció un impuesto a los automotores sin el menor respaldo en el gobierno o el Congreso, que recaudaría menos de lo necesario para financiar los aumentos salariales, al cual agregó un préstamo equivalente del Banco Mundial sin precisar los condicionamientos, todo esto con la exigencia de que Ctera abandone el Estatuto del Docente y se someta a una ‘reforma laboral’ y de que las provincias procedan a una ‘racionalización’ de la administración pública (despidos masivos). El impuesto en cuestión es tan infame que grava en proporción mayor a los automóviles de menor precio, además de no representar ninguna carga para los ricachones pues podrán deducirlo del impuesto a las ganancias. Como se puede ver, un proyecto que no llega a ser tal pero que destila una fuerte dosis de perfidia.
Si la dirección de Ctera decidiera de una vez por todas sacarse las anteojeras que lleva puestas hace más de una década, podría sacar de este fiasco preciosas enseñanzas. Pero la lección va más allá de la docencia.
Los comentarios que suscitó el anuncio de la Decibe demuestran, por si hiciera falta, que la burguesía no quiere pagar impuestos, sea para educación o lo que fuere. Es lo que revela también el debate sobre la reforma impositiva, en el que los patrones dicen sí a la eliminación de sus aportes para jubilaciones pero no al impuesto a los activos de las empresas y a los intereses por préstamos del exterior, o al incremento a ganancias. Sí están de acuerdo con que el impuesto a los ingresos arranque desde los que reciben 700 pesos por mes, para meter mano en los salarios. La UIA, las patronales automotrices y hasta los legisladores del PJ repudiaron el impuesto de Decibe, que ni siquiera grava a los capitalistas, por la simple razón de que les afecta uno de sus negocios más rentables.
La política de negociar con el gobierno un acuerdo referente a la fuente del financiamiento educativo ha fracasado por completo. ¡Y con toda razón! Porque es imposible que tal cosa ocurra entre un trabajador y un capitalista; el primero pretende que los patrones carguen con el financiamiento de los salarios, mientras que el segundo quiere que la plata salga de los propios trabajadores. La función del movimiento sindical no es co-legislar con los gobiernos capitalistas; si esto fuera posible no haría falta un movimiento reivindicativo, bastaría un corporativo Consejo Económico entre patrones, sindicatos y gobierno.
Que el gobierno sabe encontrar la plata sin necesidad de asesores cuando se trata de beneficiar a los capitalistas, lo demuestra el rebalanceo telefónico, la renegociación de los peajes y de las concesiones ferroviarias, el aumento de tarifas del servicio de agua, el ‘perdón’ a la deuda de los Yoma, la tolerancia con los desfalcos bancarios, el pago, en fin, de la deuda externa. A los gobiernos capitalistas, los sindicatos tienen que emplazarlos con sus reivindicaciones, en este caso un salario básico docente de 700 pesos, no cabildear con ellos acerca de dónde encontrar el dinero.
La otra lección de todo este fiasco es que a la opinión pública hay que ganarla para un apoyo reivindicativo-político, no filantrópico. Grondona puede proclamar su solidaridad ‘humana’ con los docentes, pero no tiene con ellos una solidaridad política, es decir una solidaridad con las reivindicaciones y con los medios para arrancarlas. Grondona no quiere que le toquen el bolsillo a la hora de aumentar los salarios; en esto hace causa común con su clase social de los ganaderos. La Carpa ha sido, debido a esto, un gran éxito publicitario y un gran fracaso reivindicativo. Después de un año, hay que volver al viejo y trillado, pero siempre sólido, paro general. Claro que, aislado, tampoco sirve para nada.
La lección del fiasco educativo para todo el movimiento obrero, es increíblemente clara. Después de ocho años de ‘plan económico’, el gobierno está tan lejos como nunca de una política de concesiones. Como las ganancias capitalistas han crecido como consecuencia de una extraordinaria especulación financiera, las deudas oficiales y privadas son las más altas de la historia y en la mayor parte de los casos impagables. La ‘oposición’ tiene tan claro esto que sus voceros (Machinea) reclaman mayor ‘ajuste’ todavía. Solamente con una reivindicación clara de aumento general de salarios inmediato y con el respaldo de un plan de lucha y de una huelga general, es posible encarar la satisfacción de las reivindicaciones de la clase obrera.
El fiasco del financiamiento educativo ha reventado a todos los otros planteos de ‘financiamientos’ — como el del CTA para solventar lo que llama la”emergencia ocupacional” en lugar de desocupación masiva. El gobierno no necesita que le descubran dónde encontrar el dinero, porque él sabe mejor que nadie que la plata se encuentra en la Caja de los capitalistas. Lo que el gobierno ‘necesita’ es que el movimiento obrero lo enfrente en toda la línea en el terreno de las reivindicaciones populares y los métodos de lucha de las masas. Para los compañeros desocupados es necesario ir a la huelga y los cortes de ruta para que cobren 500 pesos de subsidios a partir de los 16 años.
La lección final de todo el fiasco es que ninguna de las fracciones patronales y de sus partidos es capaz de sacarse de encima la llamada política neo-liberal. O sea, más ‘austeridad’ para los que nada tienen y más especulación para los ricachones. Por eso ninguna organización popular puede establecer su política a partir de ilusiones en un ‘reformismo’ de la oposición; basta para sacarse las dudas observar al gobierno de De la Rua, Verani, Maestro o Mestre. En lugar de falsas ilusiones hay que impulsar un frente político y reivindicativo de todas las organizaciones partidistas y no partidistas de los trabajadores.