Sindicales

18/4/1995|444

La burocracia docente le entrega a la iglesia la dirección de la lucha

Más de 20.000 docentes, padres y alumnos se movilizaron el pasado miércoles 12 por las calles de Córdoba en defensa de la educación. La movilización —a la que al día siguiente La Nación no dudó en calificar como “imponente”— fue la mayor de los últimos tiempos y una de las más numerosas desde 1983. La masividad de la marcha es la respuesta de la población ante la total parálisis de la educación, como resultado de que el gobierno aún no terminó de pagar los sueldos de febrero y aún debe totalmente los de marzo. La movilización fue convocada por los sindicatos docentes (UEPC, Amet, Sadop) y estuvo precedida por innumerables movilizaciones, asambleas zonales, tomas de edificios públicos, en las que los maestros, los padres y los alumnos estaban unificados detrás de la consigna “que se les pague a los docentes ya”.


El rasgo distintivo de la marcha, sin embargo, fue la importante presencia de los colegios privados y, sobre todo, los confesionales. La Iglesia y la patronal privada impulsaron la marcha como protesta por el atraso del gobierno en hacer efectivos los subsidios a la enseñanza paga: no era, pues, un reclamo obrero sino un reclamo enteramente patronal. La jerarquía eclesiástica imprimió su propio sello político a la marcha, con la anuencia de las direcciones sindicales docentes: se impidió marchar con carteles, se impuso el silencio a los participantes y, en el documento leído, se reclamaron mayores subsidios y la aplicación de la clerical y antieducativa Ley Federal de Educación. El copamiento político de la marcha por la curia llegó al extremo de alterar su recorrido: no fue de plaza Colón a plaza San Martín (como estaba programado) sino de María Auxiliadora a la Catedral …


La acción desembozada de la Iglesia provocó cortocircuitos en el gobierno: por primera vez en once años, Angeloz no concurrió a la procesión de Pascuas. Al mismo tiempo, los docentes cuestionaron a la burocracia haber entregado la marcha a los curas —que no levantan la consigna de mayor presupuesto para la educación pública pero no vacilan en reclamar mayores subsidios para la educación privada.


Los curas y los parásitos de la educación —con el consentimiento de la burocracia docente– pretenden montarse en el descontento popular y usar a los maestros y padres como arietes para sacarle mayores prebendas a un gobierno impotente y en crisis.