Sindicales

16/1/1996|480

La burocracia, peón de un operativo patronal

Una semana después del acuerdo firmado entre la patronal de Aurora y la UOM Ushuaia —ver PO 479—, la burocracia de la UOM Avellaneda firmó su propio ‘arreglo’. A pesar de las múltiples declaraciones de ‘intransigencia’ por parte de Guerrero y Belén, el acuerdo de Avellaneda empeora, en más de un aspecto, las condiciones que se le impusieron a los metalúrgicos fueguinos. En primer lugar, se plantea una suspensión del personal por dos meses (en el Sur, la suspensión rige durante enero). Pero mientras que en Ushuaia el acuerdo se extiende hasta el 30 de mayo, en Avellaneda el compromiso patronal de no realizar despidos finaliza el 4 de marzo. Cuando ese día los trabajadores de la ex-Siam regresen a trabajar, la incertidumbre sobre los despidos estará planteada con la misma gravedad que en los dos últimos meses.


Cambio patronal


Junto con el acuerdo, los dirigentes de la UOM Avellaneda informaban del “cambio de conducción empresaria” en Aurora: a partir del 2 de enero, el grupo Taraciuk transfirió la mayoría accionaria de la empresa a Grundig de Alemania. La suspensión prolongada tiene, para la nueva patronal, una clara función: con la fábrica desocupada, encarará una “reorganización” de la fábrica a costa del convenio y la estabilidad laboral. El propio Guerrero abrió el paraguas al respecto: interrogado sobre un posible desmantelamiento de la fábrica, “aseguró que no es así, pero ‘si después del 4 de marzo, cuando hayan evaluado la situación de la empresa se implementan despidos (entonces) es que hay otra intención’” (Crónica, 6/1). Los trabajadores perderán dos meses, dispersos y con el sueldo reducido. La patronal ganará ese tiempo para preparar despidos, o convocar —como en Sevel— individualmente a los trabajadores a aceptar retiros ‘voluntarios’.


La burocracia de cuerpo entero


Durante meses, la patronal de Aurora agitó el fantasma de la “crisis” y el “cierre inminente”. La UOM acompañó todos estos argumentos, al punto de gestionar ante el gobierno de Duhalde un crédito blando para “recomponer el capital de trabajo de la empresa”. Ahora que los arreglos antiobreros se han firmado, la patronal se saca la careta. Las suspensiones masivas y reducciones salariales no tuvieron otra función que la de facilitar el negocio de la transferencia accionaria al pulpo Grundig, quien asume ahora la conducción de la empresa con las plantas vacías y los trabajadores en sus casas. La UOM ha sido un peón de este operativo empresario. La burocracia se empeñó en aislar y dividir esta lucha: primero, negándose a convocar a una acción nacional por la primera concentración metalúrgica del país. Después, dando curso a los “arreglos por separado” (seccional por seccional), a la medida de las pretensiones patronales.


En la asamblea donde se informó del acuerdo, los dirigentes anunciaron que “se podía pasar a cobrar el aguinaldo y la segunda quincena de diciembre”, presionando así a los compañeros a una rápida aceptación del acuerdo y a la disolución de la asamblea. “Cuando fuimos a cobrar —nos relataba un compañero— nos encontramos… con un vale a cuenta. ¡Cómo nos forrearon! era el comentario general”. El acuerdo no ha resuelto nada, pero ha servido para delatar la completa bancarrota de la UOM. El activismo debe prepararse para ser dirección de la gran lucha que se avecina en Aurora y en toda la UOM.