Sindicales

27/9/2018|1521

La estrategia del clasismo después de un gran paro

El paro fue total en el movimiento obrero industrial, transporte y bancos, y con una marcada adhesión en el comercio

El paro del 25 de setiembre fue el mayor de los realizados contra Macri. Fue total en el movimiento obrero industrial, transporte y bancos, y con una marcada adhesión en el comercio, lo que incorporó al pronunciamiento a sectores de la pequeña burguesía. Una realidad que se extendió hasta el último rincón del país, lo que muestra que el rechazo popular a las consecuencias devastadoras del desplome económico se ha hecho masivo. El carnereaje de Uatre no tuvo incidencia, como tampoco el de algunos taxistas que desfilaban vacíos en las grandes capitales. Lo de las pérdidas por el paro es una campaña absurda cuando todas las automotrices cordobesas, a excepción de Volkswagen, están con suspensiones, la industria trabaja al 50% de capacidad y con un fuerte stockeo.


Mientras Macri era premiado en Nueva York, se reunía con Templeton, el mayor fondo de inversión del mundo para escuchar sus “reclamos”, y el FMI lograba poner bajo control directo al propio Banco Central en el marco de la desesperada negociación por una ampliación del rescate, en la Argentina más de veinte millones de trabajadores paraban el país. La clase obrera mostró su capacidad para liderar a todas las clases populares contra el actual estado de cosas. Por lo tanto, su potencial social para derrotar al gobierno, al FMI y a todo el régimen político que sostiene al capital. El abismo entre Macri y los trabajadores se ha profundizado.


Pero la burocracia sindical ha logrado mantener este gran pronunciamiento en los marcos de la contención, precisamente para evitar liberar las energías de la clase obrera en su conjunto. Esto incluye al sindicalismo opositor que montó una ficción de un paro de 36 horas que no fue. Tomaron la bandera de la izquierda y la vaciaron. La muy modesta movilización a Plaza de Mayo no se basó en un paro activo, porque ni La Bancaria ni camioneros, ni Atilra ni gráficos, ni canillitas o el cuero, de la Corriente Federal y el moyanismo, pararon desde el 24. Sólo lo hicieron por 24 horas. ATE tampoco, a excepción del Astillero, en plena lucha. El Suteba y UTE pararon 48 horas, pero su movilización también fue escuálida. La Plaza de Mayo fue mayoritariamente ocupada por las organizaciones sociales. Todas las variantes de la burocracia sindical le siguen escapando como a la peste al paro activo nacional con abandono de tareas desde los lugares de trabajo.


En esas condiciones no hubo un canal de masas para movilizar. La excepción, hasta cierto punto, se dio en Mendoza, donde convocaron todas las centrales a una movilización de 10.000 personas el propio 25, mostrando que la disposición de los trabajadores está, lo que no hay es una dirección dispuesta a llevarla hasta las últimas consecuencias. En Rosario hubo tres actos, con algunos miles de trabajadores movilizados a pesar de la fragmentación. Los piquetes de la izquierda en todo el país, pusieron de relieve una vez más la política colaboracionista de la CGT.


El contraste más rico, sin embargo, es el que ofrecen las movilizaciones de masas de sectores en lucha, como ocurrió con la Marcha Federal de la huelga universitaria, que bajo una lluvia insoportable (en la Capital) movilizó medio millón de personas, veinte días antes del paro. Lo mismo vale, en menor escala, para las movilizaciones del Astillero Río Santiago, de Luz y Fuerza de Córdoba, del paro y movilización de la CGT San Lorenzo en el cordón de Rosario, o las movilizaciones de masas de la docencia y el pueblo de Moreno ante el crimen de Estado de Sandra y Rubén. Y también para las enormes movilizaciones del movimiento de desocupados.




Las direcciones del movimiento obrero no unifican las reivindicaciones y los movimientos de lucha que sacuden al país, empezando por el movimiento obrero, siguiendo por el aborto legal, los movimientos piqueteros o las movilizaciones estudiantiles. Son un factor de freno, aíslan y dividen. Subordinan totalmente su política a las salidas electorales 2019 de la burguesía, lo que resulta una política de derrota, pero no del FMI, sino de los trabajadores.


Una estrategia clasista


Nuestra política es la intervención de la clase obrera en la crisis, para abrir un curso a sus reivindicaciones y, a su turno, a una salida de los trabajadores a la debacle económica y social. Este paro no estuvo en esa dirección. La CGT ha dicho: no estamos contra Macri sino contra el FMI, no somos desastibilizadores, queremos “dialogar y ser escuchados”. Palazzo, desde la tribuna dijo: “El ajuste llegó hasta acá”, pero no explicó cómo lo frenaríamos en seco. Yasky dijo que “estaremos en la calle hasta que cambien el modelo económico”, o sea que habrá “movidas” al servicio del voto opositor 2019, algo que todos los oradores se encargaron de recomendar. El papel más penoso lo hizo Micheli, quien planteó que se vayan y luego se encargó de desmentirlo en todos los medios, diciendo que primero está “la democracia”.


He aquí un debate clave. La burguesía extorsiona a todo el arco político y sindical con el “golpismo” de quienes pretendan plantear que hay que terminar ahora mismo con esta política que hunde a los trabajadores. Poner la inviolabilidad del mandato de Macri por encima de las reivindicaciones urgentes de los trabajadores, como hace cada vez que puede otra de las oradoras de la Plaza, Sonia Alessio, de Ctera, es trabajar por la gobernabilidad del ajuste fondomonetarista, por mucho que se ladre. Los aterra otro Argentinazo, que ya los encontró en la vereda de enfrente cuando el pueblo echó a De la Rúa y Cavallo. Con el agravante de que el kirchnerismo, la variante presuntamente más radicalizada de la salida capitalista 2019, garantiza no romper con el FMI si gobierna de nuevo. Y pagar las deudas, especialmente la del FMI como ya lo hicieron Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner.


Por lo pronto, el sindicalismo opositor llama el 20 de octubre a marchar a Luján, un indisimulado guiño a la Iglesia que juega a fondo en la contención, como lo acaba de mostrar interviniendo directamente en el Astillero, ante un atisbo de ocupación de planta. El otro eje del bloque del 21F es una gran movida cuando se trate el Presupuesto. Habrá que movilizar contra el Presupuesto, sería un golpe político que no se apruebe, pero la cuestión pasa por otro lado.


El valor de la intervención del Plenario del Sindicalismo Combativo, que organizó la columna independiente y el acto en el Obelisco, y ordenó la intervención común en Córdoba y en todo el país del clasismo, fue denunciar la política de toda la burocracia sindical y marcar el camino de un plan de lucha hasta derrotarlos, lo que significa la huelga general. Marcó una ruta de independencia política frente al sindicalismo pro-kirchnerista. Los oradores de la CSC plantearon el plan de lucha y abordaron la crisis de poder, con el planteo de la Constituyente con poder, para reorganizar sobre nuevas bases sociales.


Las reivindicaciones motoras


El nuevo punto de partida es una política para la reapertura de general de paritarias que requiere duplicar los porcentajes firmados. Este punto fue el eje de la huelga general de 1975 contra el rodrigazo. Es crucial ahora también. La ocupación de las plantas que cierran o despiden masivamente, el rechazo a las suspensiones para que se repartan las horas de trabajo sin afectar el salario. La duplicación de jubilación mínima y planes sociales.


No se trata meramente de reclamar continuidad de un plan de lucha que la burocracia no hará nunca. A la huelga general hay que arrancarla. Tenemos que realizar una tenaz campaña de asambleas fabriles, de agitación sindical y política, alrededor de las reivindicaciones y de una salida de los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas.


Hoy tenemos un rodrigazo, pero sin huelga general. En la resolución de esa contradicción está el punto crucial de una política socialista y de clase ante la crisis. Un verdadero paro activo en la tradición del Cordobazo sigue siendo el puente para ello.