Sindicales

28/3/1996|487

La ‘fábrica integrada’ de FIAT

La patronal de Fiat presenta su proyecto industrial como una experiencia revolucionaria. En un folleto dirigido a los trabajadores de CORMEC —“Fiat Auto, Fábrica Integrada”— explica que la constitución de los  equipos de producción (Unidad Tecnológica Elemental -UTE) modifica de raíz las relaciones tradicionales de la fábrica. Pondría fin a la tradicional división entre los que piensan y ejecutan, inauguraría una relación profesional y no de mando entre el trabajador y la patronal, y permitiría que obrero se “involucre” en el proceso productivo. La Fiat eleva su modelo a la categoría de una revolución en las relaciones sociales, porque responde “a algunas necesidades profundas de las personas… el de ser reconocidos como únicas individualidades”.


Con sólo recordar que la “fábrica integrada” va  estar regida por el convenio supernegrero entre la Fiat y el Smata, se cae la experiencia ‘revolucionaria’ y queda… un gigantesco verso. No hay relación profesional, sino explotación capitalista; no hay fábrica integrada, sino tercerización; no hay trabajo colectivo, sino competencia y desunión entre obreros; no hay reconocimiento a las personas, sino descalificación laboral (“contratos de aprendizaje”).


La fábrica “desintegrada”


La tendencia de la economía capitalista es a ‘tercerizar’, derivar a contratistas dentro y fuera de la planta operaciones que antes estaban a cargo del plantel permanente de la fábrica. El propósito es acrecentar la superexplotación y la reducción de los salarios, eliminar el convenio colectivo y la unidad de clase en la fábrica. “En julio —relata The Wall Street Journal (15/1/96)—, cuando la planta General Pacheco (de Volkswagen)… funcione a pleno, los obreros propios de VW sólo tendrán responsabilidad directa sobre la fabricación del chasis, el tren motriz (que incluye el motor y la transmisión) y otras pocas piezas. ¿Cuál es el objetivo? Reducir la cantidad de tiempo que VW dedica a construir cada auto… con este sistema VW reducirá el tiempo de fabricación de un auto, de casi 70 horas en su antigua planta, a entre 30 y 32 horas. En lugar de una sola patronal habrá docenas de empresas que ha contratado VW, que funcionarán en la misma planta y con distinto régimen laboral” (The Wall Street Journal, en La Nación, 15/1/96).


Por la vía de la ‘tercerización’, las grandes patronales se sacan de encima a sus trabajadores permanentes, y se desligan de cualquier responsabilidad laboral sobre aquellos ligados a las contratistas (como se encuentra establecido por la reforma laboral menemista). En esta planta ‘desintegrada’ habrá trabajadores de ‘segunda’ y de ‘tercera’, y un escaso núcleo que quedará en la terminal.


La ‘tercerización’ ya está en marcha en CIADEA, Mercedes Benz, las siderúrgicas, las grandes plantas metalúrgicas.


Las claves ocultas del ‘trabajo en equipo’


El palabrerío sobre el trabajo ‘colectivo’ y la UTE pretende ocultar el carácter negrero de la nueva organización de fábrica. En lugar de la ‘tradicional’ dictadura del capataz en la sección, o sea una supervisión individual, habrá una supervisión de varios, tan patronal como la otra. La patronal establece las tareas y los tiempos y promueve una autodisciplina colectiva a partir del grupo, que le ahorra los costos del control de calidad de los productos.


¿Cuál es la segunda gran innovación de la propuesta? La rotación de tareas, la polivalencia. La plusvalía para el capitalista aumenta no sólo en función del número de máquinas que cada trabajador atiende, sino también por la multiplicidad de las operaciones realizadas. Esta intensificación del trabajo es el componente fundamental del monstruoso avance de la productividad por obrero en la industria automotriz en los últimos quince años (casi un 300 %).


En función de la multiplicidad de tareas, el convenio Fiat-Smata desconoce la calificación técnica de los trabajadores y reemplaza el sistema de categorías por niveles de polivalencia, que miden al trabajador por el mayor esfuerzo o atención en las operaciones encomendadas y no por el dominio y la calidad de la tarea que realiza. Esta descalificación aleja al trabajador aún más de la comprensión del proceso productivo y lleva a una degradación global del contenido del trabajo (los productos ‘basura’).


La rotación de tareas, como la supervisión colectiva, llenan los bolsillos del capitalista a costa de la superexplotación obrera.


La crisis de la tercerización


Toda solución plantea un problema. En la búsqueda del mayor beneficio, el capitalista individual rompe, por medio de la ‘tercerización’, la planificación de la producción que existía con anterioridad. La ‘tercerización’, al reemplazar el intercambio entre secciones de una fábrica por la relación comercial con los subcontratistas, aumenta la anarquía del proceso de producción capitalista tomado en su conjunto. Lo que estaba sometido a un mando único y a un único proceso, depende ahora del nivel de eficiencia de cada una de las pymes contratistas instaladas dentro o fuera de la fábrica, y la ruptura de uno solo de los engranajes tercerizados por razones comerciales o financieras ajenas al proceso de producción, puede llevar al paro productivo. La eficiencia de las pymes (subcontratistas) está sujeta a su capacidad de inversión, su nivel de crédito, y en definitiva, al rumbo general de la economía, lo que plantea un factor constante de crisis. Muchas de estas contratistas son criaturas de las terminales y dependen económica y financieramente de ellas, lo cual explica que las terminales ahora reclamen al Estado… ¡el financiamiento barato para las pymes!


El convenio Fiat-Smata se propone bajar el ‘alto costo laboral argentino’, que sería el gran impedimento para un salto histórico en las exportaciones. No explica por qué los países imperialistas tiene un costo laboral cinco veces superior al nuestro y controlan el 90% del comercio internacional. Asistimos, en realidad, a una política mundial de reducción salarial, que pretende valerse para ello de la competencia entre los obreros de los diferentes países. La ‘tercerización’ aplicable a nivel internacional, es el medio para reducir los salarios de los obreros de los países desarrollados al nivel de los más atrasados.


La lucha contra el convenio Fiat-Smata es una batalla estratégica, que plantea la unidad internacional de la clase obrera y la lucha por un régimen social que elimine los gigantescos costos que exige el capitalismo para seguir funcionando.