Sindicales
19/11/1998|608
La gran huelga del Castex
En más de dos semanas de huelga general, los médicos y enfermeros del Castex protagonizaron una de las grandes luchas del momento y de la historia de los trabajadores de la salud.
Ganaron la calle arrastrando delegaciones de innumerables hospitales, unieron todas las especialidades del hospital, llegaron a la progresiva evacuación de pacientes y, al mismo tiempo, obtuvieron 5.500 firmas solidarias de los propios pacientes, conquistaron un lugar en todos los medios de comunicación y pusieron en evidencia al gobierno de Duhalde y sus políticas de precarización de la salud y vaciamiento del hospital público y, finalmente, en las últimas horas, lograron pronunciamientos públicos y del soberbio ministro Mussi de que haría lugar al paso a planta permanente de los contratados.
Lo descripto, sucintamente, habla de una primera victoria de este combativo personal que preparó largamente esta lucha con movilizaciones previas que agotaron las ‘vías normales de diálogo’ en las que la política de ATE tiene empantanado al conjunto del hospital bonaerense con más de 8.000 contratados y becarios y otras modalidades de precarización como “reemplazos guardias”, con atrasos de sueldos, salarios de hambre de 400 pesos, y virtualmente en negro, por las condiciones de contratación.
El detonante en el Castex fue el cese de un convenio llamado CERes, cuyos fondos provienen de las Obras Sociales, que dejaba en la calle un número de trabajadores. Se trata de un inmenso problema de conjunto en los más de 200 hospitales de la provincia de Buenos Aires que desnuda el ‘modelo social’ del candidato a ‘presidente de los trabajadores’. Lo cual está en sintonía con el desguace del hospital público en todo el país mediante arancelamientos, tercerizaciones, autogestión, etcétera.
Conscientes de esto, los huelguistas tomaron con pinzas las promesas verbales de la Gobernación y una desbordante y combativa asamblea de alrededor de 300 compañeros rechazó el pedido de levantamiento del paro para “no negociar con el cuchillo en la panza” del Ministerio. Allí se reafirmó la huelga general y se exigió la firma de un acta con garantías para todas las reivindicaciones, exigiendo además la presencia de la Comisión Interna del Hospital al lado de ATE y la CICOP.
La dirección del Hospital y el gobierno mostraron sus verdaderas intenciones porque mandaron a la Secretaría de Trabajo de la Provincia a intimar y presionar con una inmediata conciliación obligatoria, algo que no tendría sentido si están dispuestos a otorgar los reclamos. Por su parte, los sindicatos plantearon sus temores a perder la personería si los trabajadores desconocen la conciliación.
Todo el conservadurismo del sindicalismo del CTA apareció retratado en estos incidentes. En lugar de organizar asambleas en cada hospital de la provincia, de decretar Un paro provincial, de organizar al conjunto de la salud para llevar al Castex a la victoria, se transforman en un instrumento indirecto de la presión del aparato del Estado contra la huelga.
Es que una victoria del Castex constituye un golpe a la flexibilidad laboral de Duhalde y, al mismo tiempo, al derrotismo de ATE. Por eso, aunque la solución está al alcance de la mano, habrá que sortear maniobras y desgastes de todo orden. La clave del triunfo está en llevar hasta el final los métodos de clase de esta huelga basada en la asamblea general de los trabajadores. Si las promesas no van al papel en las próximas horas, la clave es la extensión del movimiento a todos los hospitales que siguen con creciente expectativa el desenlace de esta gran lucha de la salud bonaerense.