Sindicales

28/11/1996|521

La peor de las variantes

El acto en la Aduana en favor de la patronal contrabandista de la Unión Industrial, además de inscribirse en el pacto Duhalde-CGT, sirvió a un objetivo político desmovilizador que empezó a tramarse en las vergonzantes reuniones ‘reservadas’ de Daer, Miguel y West Ocampo con Bauzá, Rodríguez y Corach.


La burocracia mudó los objetivos políticos de los paros de agosto y setiembre —contra los decretazos y la flexibilidad laboral—, por la “lucha contra la corrupción” en la Aduana, una reivindicación que en manos de los Cavallieri, los Daer y los Cassia, ha causado más de una carcajada entre los trabajadores.


Con todo, el verdadero objetivo de la movilización a la Aduana es la cancelación del plan de lucha, para permitir el tratamiento de los proyectos laborales.


Un tema crucial de la negociación son los llamados ‘convenios articulados’, que aseguran el objetivo estratégico de la burguesía de legalizar el convenio por empresa, pero que partiría de un ‘convenio marco’  para el conjunto de la actividad.


La teoría no es de ahora, la burocracia maneja desde hace varios años esta idea “europea” para justificar las violaciones del convenio en las fábricas. Tal es el caso del diario La Nación, en gráficos, donde se habilitó una jornada de 12 horas, cuando el convenio (¿marco?) indica 6 horas, o el caso de Impresora Americana, donde se firmaron, con la presencia ‘articulada’ del sindicato, horas extras al 30%, en lugar del 50, o el caso del convenio Suchard, en alimentación, una réplica del convenio Fiat-Smata.


En realidad, los adicionales salariales de empresa, la adecuación de categorías y las diversas modalidades en la aplicación de los convenios colectivos, existieron desde que existen los convenios, por la diversidad natural de la producción y por las luchas fabriles. Al punto que, por ejemplo, en el convenio gráfico, hay una cláusula (art. Nº 73) que establece que “el convenio no modifica ningún beneficio mayor estipulado por prácticas vigentes en cada empresa o las que puedan establecerse en el futuro”. Es decir que el convenio colectivo es, formalmente, un piso.


La idea de ‘marco’, en cambio, representaría una especie de expresión de deseos a la cual llegaría el que puede. No se sabe entonces si esos convenios marco serían un techo o un piso para los convenios por empresa, pero el proyecto establece que los convenios pueden modificar tanto para arriba como para abajo. De manera que, formal y definitivamente, el convenio marco no tendría ningún valor.


En toda esta estafa, ¿qué es lo que se está negociando? La participación de la burocracia central en los convenios por empresa. La peor de las variantes: convenio por empresa pero con burócratas del sindicato. El monopolio de esta casta parasitaria acentuaría así su carácter de policía política y bombero de las luchas obreras que hoy ejerce en los sindicatos.


Por eso está más vigente que nunca nuestra consigna de retiro incondicional de los proyectos laborales del parlamento.