Sindicales

25/4/2022

La precarización laboral de la juventud en primera persona

Desde Prensa Obrera entrevistamos a jóvenes precarizados que nos relatan su día a día.

Imagen: edición de Prensa Obrera.

Según las últimas cifras del Indec con relación al mercado laboral, la desocupación entre la juventud duplica al índice general. Si contrastamos los datos de empleo al cierre de 2021, en un índice conformado de manera binaria, hasta un 16% de las mujeres menores de 29 años se encuentran desempleadas, y un 13% de los varones de esta franja etaria corre la misma suerte. Pero otro tanto ocurre con la precarización del trabajo.

En agosto del año pasado se conoció por un relevamiento de Equifax que el 96% de los jóvenes de entre 18 y 23 años cobraba entonces menos de $50.000 mensuales, cuando la línea de pobreza entonces se ubicaba en el orden de los $70.000. Por eso, aproximadamente el 81% de los entrevistados por otra consultora que brindó resultados similares, Adecco, manifestó que quisiera cambiar de trabajo. Una encuesta reciente en redes sociales publicada en Ámbito (20/4) refleja esta realidad: se contrastan casos como el de un docente de Chubut que no alcanza los $45.000, una arquitecta recibida percibe $40.000 en un estudio, un estudiante de sistemas trabaja como Tester Jr. por $60.000 y un residente de medicina cobra $80.000 por 12 horas de jornada. Todos estos montos, claro, por debajo de la línea de pobreza.

Las estadísticas hablan por sí solas. Pero sin duda no gozan de la contundencia que tiene la palabra de quienes día a día la viven en carne propia. Por ello, desde Prensa Obrera entrevistamos a jóvenes que trabajan en algunos de los rubros que mayor presencia juvenil tienen, y que se convirtieron en un bastión de los salarios de miseria, el maltrato, los abusos laborales y la flexibilización de las condiciones de trabajo. A fin de resguardar la identidad de lxs entrevistadxs, reemplazamos los nombres con iniciales.

B nos dice que, en su experiencia laboral, casi todos los puestos a los que pudo acceder fueron en call centers. En uno de ellos, Cat Technologies, “te controlan todo, hasta el tiempo que usás para ir al baño”, relata. Así como “te monitorean permanentemente y te aducen errores usando criterios en que ni ellos mismos se ponen de acuerdo”. Esto, comenta, “afecta enormemente al salario, que depende enteramente de las comisiones, porque el básico es una miseria”. Esto fue corroborado por S, que trabaja en un call center al día de la fecha, y cobra actualmente un básico de $39.700; que en el mejor de los casos con las comisiones puede extenderse a $45.000

B destaca además que es un trabajo de por sí por demás insalubre. “Es muy común que la gente salga de ahí con licencias psiquiátricas, pero te la hacen muy difícil para conseguirlas”. Nos cuenta que la planta laboral rota permanentemente en estos ambientes laborales, amén de los contratos basura y los despidos sucesivos, porque “te quema la cabeza” y eso fuerza a renuncias por parte de los teleoperadores. De hecho, ella misma fue víctima de esta situación, llegando a sufrir ataques de pánico en la planta y siendo negado por Cat Technologies que tome los fármacos que le recetó la psiquiatra. “Esas pastillas son para dormir, vos acá venís a trabajar”, le dijeron.

Ahora bien, en diálogo con S, señala cómo son los teleoperadores la cara visible de una empresa a la que le administran los llamados, y que brinda un servicio pésimo, por lo que enfrentan cotidianamente el enojo y los reclamos de la clientela. Amén de esta situación, el conjunto de las condiciones laborales se hacen terribles. “Yo tuve que ir a trabajar con fiebre, porque me querían hacer recuperar las horas, incluso con certificado médico por gripe A de por medio. Enfermedad que me contagié en el trabajo, después de que hubieran varios casos por compañeros que les pasó lo mismo”, señala.

La cuestión de las horas es crucial. La compañera también comenta que tras las propias reuniones y actividades de la empresa ¡los obligan a recuperarlas!. Tampoco les cubren días por enfermedad de hijos a compañeras que son madres, ni les reconocen horas extra o días de estudio. De fondo opera un chantaje permanente de la empresa, que amenaza el salario por las horas “perdidas” pero también la fuente laboral, ya que tienen contratos mensuales y pueden ser despedidos sin más en cualquier momento.

R nos comenta que está próxima a renunciar a su call center, porque “la empresa te lleva a eso”. Relata que en la jornada laboral solo cuentan con cinco minutos en todo el día para ir al baño, y que si el trabajador se excede, tanto con esta franja de tiempo como con el “break” para almorzar, la patronal les modifica el cobro de las comisiones. A su vez, describe que las comisiones de la supervisora dependen de las ventas de su equipo a cargo, por lo que se genera incluso un clima de tensión y malos tratos hacia sus propios compañeros de trabajo. Concluye con una síntesis escalofriante: “te podés cagar, podés llorar, te puede agarrar un ataque de pánico, como le pasó a una chica. A nadie le importa”.

En tanto, N que trabaja desde hace siete años en gastronomía y hotelería, nos dice que “el 80 o 90% del tiempo fue siempre en negro”, y que cuando se dignaban a hacerle el contrato era siempre por la mitad de las horas. Luego aparece de nuevo el problema de la polifunción: dice que es parte habitual de sus tareas contar grandes sumas de dinero, pero sin que se les pague el bono que le corresponde por la negociación a los trabajadores. Además dice que muchas veces les pasó de estar solos, “expuestos a la violencia y a los robos”. Pone como ejemplo: “a mí me entraron a robar en un hotel, y en ningún momento el establecimiento se hizo cargo, al contrario, también te piden cuando hay un faltante en la caja que repongas el dinero de tu bolsillo”.

Estos testimonios ayudan a desmenuzar y digerir con mayor claridad cifras que ya de por sí son una dura advertencia. Hay generaciones enteras que están siendo condenadas a la precarización laboral, el desempleo y, por consecuencia, la pobreza. Tenemos que redoblar la lucha en defensa del trabajo genuino, un salario acorde a la canasta básica y la plena defensa de los convenios y cada uno de los derechos laborales. Es la lucha contra la reforma laboral en puerta que pretende consolidar este régimen de precariedad del trabajo.