Sindicales

12/7/2007|1000

La victoria de una huelga enorme

Después de 24 días de huelga, los trabajadores del molino Lagomarsino obtuvieron una contundente victoria. Los compañeros obtuvieron la reincorporación de los 34 despedidos y han vuelto al trabajo, mientras se discute el pago de los días caídos. Fue un duro golpe para la patronal y, también, para la burocracia y las autoridades del Municipio de Avellaneda.


La huelga


Lagomarsino, proveedora privilegiada del gobierno, se ocupa de abastecer a miles de comedores populares. Es un pulpo que tiene nueve plantas en Argentina y una décima en Brasil (Farisur).


El 4 de junio, los trabajadores inician un paro por tiempo indeterminado –con piquete, carpa y olla popular– por la reincorporación de 14 despedidos en represalia por distintos reclamos salariales.


Al quinto día de huelga, cuando la lucha se fortalecía, la directiva de la Uoma intentó desmoralizar el piquete; lo único que logró fue aumentar el repudio de las bases, que le exigían un paro general. La empresa intentó, infructuosamente, quebrar la lucha con aprietes. Tras este fracaso, la burocracia pretende “ponerse a la cabeza” de la huelga… para derrotarla.


En el Ministerio de Trabajo, la dirección del sindicato pretendió transformar los despidos… en ‘retiros voluntarios’. La maniobra fracasó por la firmeza de los delegados presentes.


Ante la falta de respuestas, los trabajadores le imponen a la burocracia que ponga micros para escrachar las oficinas de la empresa. Otra vez sin respuesta, vuelven a reclamarle a la dirección de Aoma otro micro para hacer un piquete frente a la planta de acopio de la empresa en San Justo; le arrancan el compromiso de un paro del gremio de 24 horas y de un aporte al fondo de huelga. El colectivo nunca llegó; el aporte al fondo de huelga fue tan miserable que aumentó la bronca.


El abogado de la patronal recorrió las casas de los despedidos instándolos a aceptar el despido, incluso ofreciendo una indemnización mayor. Mandó telegramas a todo el personal para que se reintegrara al trabajo sin sanciones ni descuentos. Fracasaron de nuevo: la huelga seguía firme.


Entonces, la patronal puso un aviso en los clasificados solicitando 30 operarios, mientras despedía a otros 20 compañeros. Los trabajadores cuelgan un cartel en la puerta: “No hay vacantes. No insista”. La huelga sigue firme.


Frente a las nuevas apretadas, los trabajadores de Lagomarsino ganaron porque lograron superar la parálisis de la burocracia. El jueves 28 resolvieron hacer un piquete en el molino de Navarro (sin micros del sindicato, se movilizaron por sus propios medios) y en la planta acopiadora de San Justo (en ese piquete participaron 40 compañeros del molino de Casanova).


Con dos piquetes, una planta parada 24 días, tras el fracaso de todas las maniobras y aprietes, el gobierno municipal intervino para salvar a la patronal del incendio. Así llegó la victoria.


El PO y la huelga de Lagomarsino


Desde un principio, el PO se puso a disposición de la lucha, difundió el conflicto en los demás molinos, pintó las paredes de Avellaneda, fuimos a los medios. Insistimos, de manera permanente, con el fondo de huelga y planteamos la necesidad de una movilización del conjunto del gremio, comenzando con asambleas y piquetes en las otras plantas de la firma, hasta llegar a un paro general. Néstor Pitrola participó en una asamblea con los trabajadores, señalando que estaba en juego el “derecho a luchar”.


La burocracia, la patronal y el gobierno municipal atacaron sistemáticamente al Partido Obrero. Cacho Alvarez, intendente de Avellaneda, repitió lo mismo que había dicho la burocracia: “la empresa despide porque hay gente del Polo Obrero adentro”. También fracasaron en oponer a los trabajadores en lucha con el Partido Obrero.


Para los trabajadores de Lagomarsino se impone sacar las conclusiones de esta lucha enorme. La primera, la necesidad de desarrollar un agrupamiento clasista, con un programa independiente de las patronales, la burocracia y el Estado, para recuperar el sindicato y ponerlo al servicio de los intereses de los trabajadores. La segunda, la necesidad de que la vanguardia obrera luchadora se sume a la construcción de un partido de la clase obrera, que sea una alternativa política –obrera y socialista– a los partidos que defienden los intereses de los explotadores.