Sindicales
31/7/2014|1325
Lear: nuevos capítulos de una gesta obrera
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La represión a los obreros de Lear y a la militancia que los acompaña no sólo fue incapaz de poner la planta en funcionamiento, sino que reforzó la lucha del núcleo despedido y la simpatía entre los no despedidos. La detención de tres compañeros -dos de ellos obreros de Lear: el secretario general de la comisión interna y un ex delegado- actuó como revulsivo. Al punto que, al otro día, el piquete fue aun mayor, tanto en presencia de obreros de Lear como en delegaciones obreras y de la izquierda y, definitivamente, no entró nadie a trabajar a ninguna hora.
La carpa no fue movida y se reforzaron sus guardias. El fondo de huelga se hace significativo. Elia Espen regaló su pañuelo a los obreros en lucha (contra la estatización del pañuelo de las Madres), los diputados de izquierda conviven con la huelga y se transforman en voceros políticos de ella y sus alcances. Futbolistas, equipos y personalidades se hacen solidarios con la huelga. Los organismos de derechos humanos se pronuncian contra la represión a los trabajadores y contra la asamblea trucha de la burocracia.
El gobierno debió mentir, afirmando que reprimió para garantizar el libre tránsito por la Panamericana. Falso: reprimió para cubrir el carnereaje de la patota del Smata contra el piquete obrero fabril.
Después de dos meses de lucha y sitio de hambre contra las familias obreras, de un número masivo de despedidos, de prohibir el ingreso de la interna de un mes a esta parte, de 41 días de acuartelamiento de las tropas policiales de todos los distritos de la zona (especialmente, el de Massa), de varias represiones, de transformar el predio de la planta en la foto de un campo de concentración, de militarizar su interior prohibiendo el diálogo entre los obreros, de emplazar la patota de Pignanelli entre los trabajadores, de destituir la interna en una asamblea-secuestro, después de todo esto, la fábrica tuvo su mayor paro general el miércoles 30 de julio, al cierre de esta edición.
Este cuerpo de delegados, destituido con métodos fascistas, tiene tanta representatividad ganada -recordemos la lucha triunfante de hace un año contra el despido del activismo-, que logra parar la fábrica aun cuando ya hay -por lo menos -150 despidos concretados por hambre y desgaste.
Como todas las luchas profundas, marca cada día más claros los contornos de los protagonistas. En primer lugar, un gobierno profundamente reaccionario que no controló la importación de cables, no dispuso reincorporación ni siquiera concilió, no garantizó los fallos judiciales de ingreso de los delegados y, al contrario, envió la represión. La conducta del gobierno ante esta patronal, justamente norteamericana, es la otra cara de la moneda de las garantías a la Justicia norteamericana y al capital financiero en la crisis con los buitres. Su política es la “seguridad jurídica” sin límites del capital. La Justicia laboral restituye a los compañeros, pero no hace cumplir el fallo. La Justicia penal garantiza el fallo de “despejar” la zona.
Por otro lado, la profundidad de la lucha delata no sólo a los Pignanelli, sino a la burocracia opositora, ausente por completo. Desde la tímida visita de unos minutos de Facundo Moyano, no pudieron articular actitud alguna, a pesar de las reiteradas invitaciones de los obreros. Jamás se vio a la CTA en los piquetes. Todos, de una manera u otra, apuestan al aislamiento. El paro nacional -que debió llegar primero en auxilio de las huelgas salariales y después de las batallas contra despidos y suspensiones- no llega nunca.
Los diputados del Frente de Izquierda -mal que le pese a Pignanelli, que nos manda “a trabajar”-, impusimos, basados en Lear, una votación masiva de preferencia a nuestro proyecto de prohibición de despidos y suspensiones en la última sesión. De la misma manera se actuó en la Legislatura de la provincia. Con los obreros de Lear y Emfer actuamos en el parlamento como brazos políticos de la clase obrera en lucha. Lo mismo hicimos ante las detenciones.
La lucha alcanzó tal magnitud Lque la patronal, burocracia y gobierno se vieron obligados a echar lastre con 50 reincorporaciones. Han prometido algunas más. Pero el objetivo es la reincorporación de todos los compañeros con su cuerpo de delegados a la cabeza.
Como dijeron sus delegados en el acto de cierre del gran piquete del miércoles 30 de julio: “ésta ya no es una lucha sólo por nuestros despidos, es una lucha contra todos los despidos y suspensiones”, una conciencia de clase fogueada en la solidaridad de las internas de la zona, en la confluencia con Emfer.
Esta idea tuvo expresión práctica cuando 1.500 trabajadores marcharon al Ministerio con Lear. Sólo en la zona norte, Fate ha ido al paro general por un accidente de trabajo. En Donnelley, sus obreros velan las armas ante el anuncio de 123 despidos que no están dispuestos a aceptar. Emfer está muy cerca de Lear, luchando. Una convocatoria de Lear puede aglutinar a todo el movimiento obrero combativo, brindando el canal que no ofrece la burocracia sindical.
Esta y otras iniciativas pueden jalonar nuevos capítulos de esta histórica lucha.