Sindicales
19/11/2015|1390
Los “barones” de los sindicatos
El 22N y el movimiento obrero
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Ningún gobierno argentino gobernó -ni siquiera la dictadura- sin apoyarse en la burocracia sindical. Pero en el debate presidencial, ni Macri ni Scioli dijeron una palabra del tema. Afuera, los trabajadores de Cresta Roja, movilizados, llamaron la atención de la previa. Los contrincantes hicieron mutis sobre el conflicto inmediato que le espera al ganador, donde se juegan 5.000 puestos de trabajo. Tampoco se refirieron al salario, a los problemas más candentes como suspensiones y despidos, al trabajo en negro, la tercerización y la precarización laboral. Ni se preguntaron por ello uno al otro. No caracterizaron la crisis y sus consecuencias en el movimiento obrero, tampoco cómo impactará el desenlace capitalista que ambos promueven o el que ocurriría incluso al margen de ellos. La mención de Scioli a las paritarias o las consecuencias de la megadevaluación que le espetó a Macri, ocultaron cínicamente qué hará él con todo eso frente a los planes de devaluación gradual que proponen sus economistas.
Pero, tal vez, lo que más celosamente ocultaron es su política frente a los sindicatos. Ambos han comprometido la defensa del unicato sindical como moneda de cambio del acompañamiento al ajuste. Caló, penalmente imputado, se jugó abiertamente por Scioli junto con Viviani, en un acto desesperado de los sectores más dependientes del amparo K. Moyano, con guiños a Macri, evitó una definición plena, y convocó un acto propio y sin candidato alguno cinco días antes del balotaje.
La elección será determinante en el proceso político y de lucha del movimiento obrero. Curiosamente, el ascenso del macrismo tras su victoria en la provincia, fortaleció al grupo “unificador”. El inspirador es Moyano que, sin pelos en la lengua, ha declarado que “la economía deberá sincerarse y hay que acompañar”. El marítimo Insfrán fue más crudo: “Nos reunimos y algo quedó claro, apoyaremos al próximo Presidente”. Léase: negociaremos nuestras prebendas para acompañar los golpes al movimiento obrero bajo la modalidad que proponga el triunfador del domingo 22.
La burocracia ha logrado colocar al movimiento obrero a la rastra de las salidas capitalistas a la crisis. A la larga tregua electoral le seguirá otra: los primeros seis meses del gobierno emergente. El reflujo impuesto por esta política no evita grandes luchas, que la burocracia aísla como mejor puede. Fue el caso de la huelga general aceitera, la de la 60, la de la docencia bonaerense, como ahora Cresta Roja, por mencionar las más recientes y notorias. Hay que anotar las derrotas en las fábricas mecánicas y metalúrgicas que despidieron, en algunos casos en masa. Pero el movimiento obrero no llega derrotado al desafío contra el ajuste, llega contenido por una burocracia dividida y desprestigiada.
La crisis de la burocracia
Si el macrismo ha dado cuenta de la crisis del peronismo, la crisis de la burocracia sindical es un capítulo agudo de aquélla. Los burócratas tienen tantos o más motivos para ser removidos que los barones del conurbano, que han caído como moscas. El macrismo ha conquistado aparatos de Estado pero carece de andamiento en los sindicatos. La situación se asemeja en cierto modo a la etapa de los ‘80, que abrió un gran ascenso antiburocrático en los sindicatos. Alfonsín trató de aprovechar el “cajón de Herminio” (el Aníbal de la época) imponiendo la ley Mussi de “libertad sindical” estilo OIT y protagonizó un agudo choque, que terminó en un pacto con Lorenzo Miguel y la entrega del ministerio a un elemento del Opus Dei de Luz y Fuerza, archivando el golpe al unicato.
En la difícil hipótesis de un triunfo de Scioli, su giro hacia el “cambio” se tendrá que apoyar en los tenebrosos barones de los sindicatos, incluso garantizando impunidad a los Caló y compañía. Macri es un componedor serial con lo peor de la burocracia, Datarmini y Genta, en primer lugar (pero también con los yaskistas de UTE). Su promesa electoral con sordina ha sido “ayudarlos a limpiar los sindicatos de troskos”. Un choque contra la impronta antimafia de la elección que le hizo ganar la provincia con Vidal. Pero las tendencias de la juventud trabajadora son contrarias a la burocracia. El proceso de cuerpos de delegados combativos como el de Cresta Roja, sigue en la alimentación de Morán y en todo el movimiento obrero, con mayor o menor ritmo, contenido por el apoyo brutal del Estado a la represión patronal.
Para los trabajadores, la burocracia es un problema tan grave como el ajuste. Dicho de otro modo, con ella a la cabeza la lucha contra el ajuste va a la derrota. Este es un punto crucial en la caracterización de la etapa: un nuevo escenario en la transición política en el movimiento obrero. Las luchas obreras contra el ajuste de Macri o Scioli deberán poner en un lugar estratégico de igual jerarquía la expulsión de la burocracia sindical y la defensa de las reivindicaciones.
Quebrado el régimen bonapartista de poder personal de CFK y con él la cooptación kirchnerista de los sindicatos, el próximo gobierno tendrá que elaborar una nueva relación de sometimiento con aquéllos, que habrá que caracterizar y combatir y cuyas contradicciones deberán ser explotadas en pos del avance del clasismo.
El otorgamiento agónico de la personería a la AGTSyP, está indicando un preparativo para este giro por parte de los K. Buscará ser punto de apoyo futuro de los golpeados sectores K y al mismo tiempo da cuenta del debilitamiento de los Fernández y compañía para seguir gobernando los sindicatos en los viejos términos. Moyano, sin ir más lejos, tuvo listas opositoras al unicato en seis seccionales.
El desarrollo de agrupaciones clasistas y de la Coordinadora Sindical Clasista debe tomar en cuenta esta realidad, al igual que todos los sectores de activistas y corrientes de izquierda que se reúnen para establecer algún tipo de coordinación. El Frente Unico de clase tiene que tener un claro contenido de cara a la etapa. Junto a luchas como la de Cresta Roja, las inminentes elecciones en el Neumático, gráficos, técnicos aeronáuticos, Alimentación y otras pondrán a prueba una política de desarrollo de la izquierda en los sindicatos. Y así preparar la lucha general del movimiento obrero contra la descarga de la crisis sobre nuestros hombros.