Sindicales

4/2/1999|616

Los obreros automotrices estamos todos despedidos

No existe tal cosa como las llamadas suspensiones en la industria automotriz. Los acuerdos que Ford, Fiat y VW han firmado con Smata abarcan todo el año 1999 y prevén, de un lado, la posibilidad de convertir a las actuales suspensiones en retiros voluntarios y, de otro lado, computar a partir de cierto momento los actuales pagos del 75% del salario como un anticipo de las indemnizaciones por despido. Técnicamente, todo el mundo está en la calle y la patronal tiene el arbitrio de reincorporar o no a su personal en el caso de que se modifique la coyuntura económica.


Lo mismo ocurre en Brasil. Pero al menos aquí los funcionarios de las patronales son más claros, ya que dicen que al final de la crisis necesitarán un 65% menos de trabajadores en función de que quieren imponer un incremento del rendimiento por persona de un 200%. Los monopolios pretenden convertir al Mercosur en plataforma de competencia mundial en Estados Unidos, Europa y Asia, para lo cual necesitan provocar una reestructuración en gran escala. La presente crisis les sirve a estos propósitos.


De modo que cuando la burocracia del Smata o la de la CTA o quienes siguen al Ptp aseguran que no han habido despidos, mienten. Lo hacen para evitar una lucha a fondo contra los monopolios, lucha que plantearía una cuestión de poder en la Argentina y en Brasil. También en esto los compañeros brasileños la tienen más clara, por eso ya han ocupado varias veces la Ford y algunas autopartistas y están discutiendo una ocupación general en VW, Ford y GM a partir de las próximas semanas.


Ninguna fatalidad ‘tecnológica’ condena a los trabajadores al despido. Primero, porque en lugar de una reducción de personal se puede establecer una reducción de horas de trabajo sin afectar el salario. Segundo, porque si las necesidades de automóviles particulares estuviera saturada, no ocurre lo mismo con la necesidad de otro tipo de vehículos productivos, como tractores, transporte público, cosechadoras, etc. cuya aplicación elevaría enormemente el rendimiento productivo de la Argentina.


Los capitalistas prefieren mantener a sus fábricas paradas y a sus capitales ociosos, pero nunca reducir su dominio sobre la clase obrera, como ocurriría con un reparto de las horas de trabajo. Un reciente estudio estimó en 130.000 millones de dólares las pérdidas contraídas por la industria automotriz mundial a causa de la capacidad ociosa existente de 20 millones de vehículos. Se trata de un gigantesco parasitismo que los trabajadores bancamos con una desocupación creciente.


Está claro entonces que hay que pararse frente a las patronales monopólicas desde una posición de lucha, para discutirles el reparto de las horas de trabajo y para empezar a elaborar un plan obrero y popular de reconversión de la industria y de la economía en función de las necesidades de la mayoría desposeída. Para eso hay que juntarse y discutir la ocupación de las fábricas que despidan.