El paro bancario del jueves 23 tuvo un fuerte acatamiento y contó con un amplio respaldo que, incluso, fue más allá de la multitud de sucursales cerradas, la participación en las movilizaciones y la desconexión masiva de los afectados al teletrabajo.

La voluntad de lucha de la base superó la ausencia de un verdadero empeño en la organización de la medida por parte del gremio, que no convocó a asambleas por sucursal o a plenarios de delegados.

Las “operaciones” que desplegaron las patronales, comunicando desde temprano la inminencia de la conciliación obligatoria –que el Ministerio de Trabajo finalmente dictaminó pasado el mediodía– no alcanzaron para desarticular la huelga.

Sin un reclamo concreto de aumento es claro que el planteo de que “el sector empresario se haga cargo de parte del Impuesto a las Ganancias que hoy pagan los trabajadores” fue un factor determinante.

En esta paritaria La Bancaria desempolvó la bandera de que “el salario no es ganancia” (desde el 2015 no se introducía en las actas paritarias como una demanda concreta) aunque Sergio Palazzo ya no habla de la necesidad de una reforma tributaria integral, como repetía cuando todavía no estaba integrado formalmente al aparato del gobierno.

El proyecto de Ley elaborado por Palazzo -uno de los voceros del kirchnerismo sindical y actual diputado- apenas propone modificar las escalas y atarlas al índice de evolución salarial, pero (en contraste con el proyecto presentado por el FIT-U) deja en pie la aberración del impuesto.

La negociación se encuentra ahora encorsetada en una conciliación obligatoria (que Palazzo, en su discurso al final de la movilización central sugirió podría desconocer; una bravuconada de muy improbable realización).

Ese plazo no es un detalle.

En primer lugar, los bancarios venimos con una paritaria vencida desde diciembre, sobre la que está aún pendiente un último ajuste por la inflación del 2022. Sin ningún tipo de anticipo o porcentaje “a cuenta del futuro acuerdo” (como acostumbra negociar La Bancaria) el deterioro del poder adquisitivo del salario se siente mucho.

Por otro lado, ya en la antesala de las negociaciones paritarias de los principales gremios, el gobierno se juega a imponer la pauta del 60% (recordémoslo: con una inflación proyectada superior al 100%). El Ministerio de Trabajo será una pieza clave de esta tentativa. La ministra Kelly Olmos acaba de declarar que “los sindicatos tendrán que adecuar sus expectativas salariales en torno al 60% anual previsto en el Presupuesto”. Obviamente la conciliación es funcional a este objetivo.

Pese a la dureza que vienen exhibiendo los bancos no se descarta que se termine negociando “un bono de compensación” de “una parte” de los descuentos por Ganancias, junto con un aumento paritario alineado con la pauta oficial. Sería un gran aporte de Palazzo al “programa antiinflacionario” de Sergio Massa, basado exclusivamente en profundizar el derrumbe de los salarios. Ya le adelantaron otros gremios del palo kirchnerista como ATE-Capital o la Ctera.

Sin dudas, el saqueo que representa el impuesto al salario es un tema explosivo para un sector de la clase obrera, en particular para los bancarios; un bono especial podría atenuarlo, pero no resolverlo. Al mismo tiempo, advertimos que podría ser utilizado como cobertura para hacer pasar nuevos acuerdos salariales a la baja y ocultar la realidad de un gremio arrasado por los “retiros voluntarios”, el cierre de sucursales, la flexibilidad laboral y la vulneración sistemática del convenio colectivo.

Impulsemos asambleas en cada lugar de trabajo para debatir y votar un pliego de reclamos concreto y como continuar con el plan de lucha.

https://prensaobrera.com/sindicales/la-uia-se-resiste-a-cumplir-con-la-reglamentacion-de-las-guarderias-materno-parentales/