Sindicales

22/10/2009|1105

Paz social de una sola mano


Ante todo hay que clarificar qué se firmó en el Ministerio por parte de la mayoría de Comisión Interna como salida de fin de conflicto.


Se pactó una “paz social” que prohibe huelgas y piquetes de todo orden, a cambio de una tanda de reincorporaciones, pero a partir de considerar virtuales nuevos despidos a las 36 “suspensiones”. Lo que entró por una puerta salió por otra: el saldo son 53 despedidos que se suman a los 70 ya indemnizados, que de ningún modo se pueden aceptar como “retiros voluntarios”, porque son trabajadores que agarraron la indemnización por hambre durante los 60 días de conflicto.


El Cuerpo de Delegados de base ha sido desmantelado. En cuanto a la Comisión Interna, por fallos judiciales inducidos por el Ministerio de Trabajo, los delegados han entrado a trabajar, lo que constituye un límite al golpe patronal, al igual que son otro límite las 70 reincorporaciones en distintas tandas. Pero esos delegados de la Comisión Interna no tienen mandato, no se les ha prorrogado su vigencia, de manera que Daer se llevó un premio en el acta final guardando la llave del futuro proceso sindical en la fábrica: cuándo, de qué modo y con qué método se convocarán a elecciones sindicales. Además, legalmente el propio sindicato y su repudiada gente en el interior de fábrica son la representación reconocida, porque el acta establece expresamente que los mandatos se vencieron el 9 de octubre pasado.


La policía no se ha ido completamente de la planta y numerosos compañeros sufren causas penales que la empresa no ha levantado, cuya única acusación es haber ejercido el derecho de huelga. Los reincorporados sufren persecución y las condiciones de trabajo han sido alteradas en punto a ritmos de producción, medidas disciplinarias y violación de la categorías de convenio.


Asambleas viciadas y fractura de la Interna


Durante toda la jornada previa a la firma del acuerdo, los despedidos y suspendidos en lucha rechazaron el proyecto de acuerdo cuya letra ya había sido adelantada por el Ministerio de Trabajo dos días antes. Hicieron una contrapropuesta que suponía la incorporación incondicional de los suspendidos y que las 40 reincorporaciones finales fueran sobre compañeros efectivamente despedidos y no suspendidos. La moción de reincorporación total fue planteada por algunos compañeros aunque no prosperó. Llamativamente, ningún delegado de la Comisión Interna denunció que el acta no prorroga los mandatos, ni antes ni después de la firma del acuerdo, punto en el que se advierte un acuerdo no explícito entre todas las partes y corrientes de la Comisión Interna.


Por otro lado, se hicieron asambleas obrero-patronales en el interior de planta. Fueron con presencia de los inspectores del Ministerio, su organización corrió por cuenta de los “líderes” o capataces. No faltaron las filmadoras patronales, funcionarios jerárquicos de Kraft y hasta elementos de civil sin identificación. De ellas participaron los miembros de la Comisión Interna que luego firmarían, incluido Ramón Bogado.


La suerte de esas asambleas truchas fue diversa. A la mañana participaron 25 ó 30 personas sobre el mayor turno de la fábrica. A la tarde, sí hubo unas 400 personas y a la noche, el turno la boicoteó durante toda la noche y, a las 5 de la madrugada, unas cien personas repudiaron el acta delante de la Comisión Interna y de todos los funcionarios patronales y ministeriales, en lo que constituyó un bochorno para los miembros que convalidaron esa acta y esas asambleas, con la oposición del delegado del turno noche Javier Hermosilla.


Acá se prefiguró la posterior fractura de la Interna. La no firma de Ramón Bogado no se la cree nadie: ha sido caracterizada por la masa de la fábrica como una maniobra política.


Una paz social unidireccional


En el interior de la fábrica existe la sensación de una traición y muchos trabajadores lo gritan a voz en cuello en cualquier lugar.


Una lucha de este alcance no puede darse por terminada con una “paz social” que habilita la sanción a todo proceso de resistencia, con despidos masivos y desconocimiento legal de la Comisión Interna. Los firmantes del acta ataron a sus compañeros, cuando los objetivos estratégicos de descabezamiento de la organización obrera han sido salvados en gran parte por Kraft.


El Partido Obrero fijó esta posición en un volante repartido masivamente en la fábrica. Denunciamos un pacto final entre Kraft, Daer y Tomada, al que habría que agregar a la Embajada norteamericana que se llevó su salida “duradera”. Porque en las condiciones de una gran huelga y una gran lucha piquetera posterior de despedidos, activistas y organizaciones populares, la patronal y Daer rescataron buena parte de sus objetivos iniciales. Por ello propusimos asamblea general de activos y despedidos, sin presencia de funcionario alguno para considerar el acto y el curso de la continuidad de la lucha por la reincoporación de los despedidos, explicando a la masa de la fábrica la realidad de las cosas y votando un plan de acción.


Construir una agrupación clasista en el gremio de la alimentación


Semejante fractura de la mayoría de la Comisión Interna perteneciente a la CCC y el retiro de la escena, de la lucha y hasta de la fábrica, de algunos de los otros cinco miembros menos conocidos de la Interna, hacen suponer un replanteo político del gran campo antiburocrático que constituyeron las listas internas anti-Daer, los delegados de sector y el activismo madurado al calor de las luchas de los últimos años.


Toda una vanguardia está sacando aceleradas conclusiones. Incluso de todo el desarrollo huelguístico. Por qué no se convocó a asambleas de turno después de la represión, cuando adentro no había más que odio por lo sufrido por los compañeros reprimidos. Por qué nunca hubo una política de organización de la masa de los turnos, como la que se emprendió en el turno noche, por qué jamás hubo un piquete de huelga en los momentos de lock-out, por qué jamás se garantizó una gran movilización obrera al poder político con la masa de los compañeros obreros de Kraft. En los sucesivos plenarios de solidaridad, la propuesta del Partido Obrero y de numerosas representaciones obreras de una movilización decisoria del conjunto obrero hacia Plaza de Mayo fue sistemáticamente descartada por el total de la Comisión Interna. La idea de una marcha a pata y a pulmón por la Panamericana del conjunto obrero de Kraft tenía por objeto atraer el apoyo obrero de un activismo de la alimentación y de otros gremios que se conmovieron hasta los huesos por esta lucha.


A esto habría que agregar la ausencia de una política clasista en el resto del gremio de la alimentación, donde las internas opuestas a Daer no organizaron paro alguno en defensa de la huelga de Kraft, respetando el control de la burocracia de todo el proceso. Este problema es patente en Stani-Cadbury, donde 800 trabajadores están pendientes de la posible fusión y estuvieron pendientes del conflicto Kraft. Allí no hubo una asamblea general para fijar un programa para Stani ni una lucha común con Kraft.


Ciertos elementos combativos del gremio empezaron la huelga diciendo que “esta huelga es igual que la del Casino, pero la diferencia es que el sindicato de Daer y la CGT de Moyano están con nosotros”. Luego se tuvieron que reacomodar, porque Daer y Moyano prepararon las condiciones no ya de la entrega, sino hasta de la represión. La vieja política morenista de “embretar” a la burocracia se mostró inútil una vez más.


Es claro que a la luz de este balance, la constitución de una agrupación clasista en el gremio de la alimentación es una asignatura pendiente de la joven vanguardia obrera que se viene destacando en la luchas y se ha destacado en la huelga de Kraft.