Sindicales
9/5/1996|493
Que la UOM, MTA y CTA larguen un plan de lucha
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El “plenario nacional de gremios” que se reunió en la Federación de Box el pasado 1° de Mayo, dio a conocer una declaración que contiene un programa de reivindicaciones para el movimiento obrero. Para cualquiera que haya seguido su trayectoria desde la asunción de Menem, resultará una sorpresa leer que los convocantes del Plenario digan que el “presente nuestro” se caracteriza por la pérdida de la “jornada de ocho horas”, de “los convenios colectivos”, de la “seguridad social”, de la “salud pública” y de la educación, y por la “degradación del salario”. Todos sabemos que ni el MTA ni la UOM y sus seguidores hicieron realmente nada por impedir el avance de la ofensiva antiobrera; que nunca se empeñaron en la defensa de las conquistas laborales; que fueron los peores cómplices de los ataques capitalistas; y que incluso hasta una fecha tan cercana como el 14 de mayo del año pasado, la inmensa mayoría de ellos apoyó la candidatura de Menem a la presidencia.
Por eso, los términos de la declaración y del programa del Plenario, están reflejando un cambio en el conjunto de la situación política.
1. El prolongado derrumbe del ‘plan Cavallo’ ha colocado a las, grandes masas, incluida a la clase media, ante una situación que no tiene perspectiva de salida; 2. La política de la burocracia sindical se encuentra en una completa impasse frente a la intensificada ofensiva obrera, que no se detiene incluso ante las prebendas económicas de la burocracia, como lo revela la privatización de las obras sociales; 3. La lucha popular se presenta como una amenaza a la capacidad de control del gobierno y de sus agentes en el movimiento obrero.
Es inocultable que el secretariado nacional de la UOM ha pasado de las tertulias con Menem a las denuncias y reivindicaciones del Plenario como consecuencia de la firma del convenio Fiat-Smata, que le ha arrebatado el sector automotriz del gremio y que amenaza con desatar fuertes conflictos sindicales en toda la industria. La burocracia de la UOM terminó de esta manera luego de haber entregado el plan de lucha de 1993, lanzado precisamente para renovar el convenio colectivo de trabajo. Durante cinco años la UOM agotó a los metalúrgicos con paros de 15 minutos sin obtener ninguna reivindicación, mientras toleraba la contratación de obreros por medio de agencias, los contratos de aprendizaje y las pasantías, y la reiterada aplicación de los concursos preventivos de crisis para despedir y suspender o para rebajar los salarios.
Ahora, el Plenario reclama “la suspensión de los contratos basura y el falso y fraudulento contrato de ‘aprendizaje”9. Reclama ‘‘la nulidad absoluta de todas las rebajas nominales de la remuneración”. Reclama “la reducción de la jornada de trabajo, sin mermas de salarios”. Reclama “la plena vigencia” de la negociación colectiva por industria. Reclama la “suspensión de la Ley de Riesgos de Trabajo” y hasta de las famosas “cláusulas de la ley de concursos y quiebras que suspenden los Convenios de Trabajo” (de cuya aplicación sistemática fue cómplice). Reclama la “actualización del salario mínimo”, lo cual equivale, consecuentemente entendido, a un mínimo de 1.200 pesos, que es el costo de la canasta familiar oficial.
Pero la declaración guarda un silencio sepulcral con respecto a la privatización de las jubilaciones, porque se trata de un negociado para el conjunto de la burocracia sindical, que la ata a los grandes pulpos por medio de fuertes intereses y que la condiciona, por lo tanto, en todos los terrenos.
Las reivindicaciones mencionadas constituyen un giro político, incluso para el MTA, porque al igual que el CTA confinó su oposición a generalidades y nunca planteó las reivindicaciones cruciales que estaban afectando al movimiento obrero. En un reciente programa contra el desempleo, el CTA propone subsidios a los capitalistas, reducción de los aportes patronales y hasta salarios por productividad.
Un programa de reivindicaciones sirve para impulsar una lucha, porque le da objetivos concretos y definidos. Pero esto es lo que evitó hacer, precisamente, el Plenario, que no plantea sus reivindicaciones como una acción práctica contra la ofensiva patronal, sino como una propuesta de modificaciones legales.
Propone la actualización legal del salario mínimo, no un plan de lucha para arrancar ése salario mínimo. Propone suspender la ley de quiebras, no ocupar toda empresa que pretenda valerse de ella para suspender, despedir o rebajar salarios. Propone la plena vigencia de la ley de convenciones colectivas, no el emplazamiento a las patronales a discutir un pliego concreto de reivindicaciones (no sujeto a ningún condicionamiento) con paritarios elegidos por la base. Se somete al ordenamiento legal, elige el camino más largo e inaccesible, no da una respuesta a los ataques cotidianos e inmediatos de las patronales, no plantea un plan de lucha.
El plenario reclama que la CGT tome estas reivindicaciones para poder justificar su propia falta de iniciativa.
El Partido Obrero plantea que los sindicatos emplacen a las patronales y al gobierno a discutir ese pliego de reivindicaciones. Que convoquen a congresos de bases para impulsar un plan de lucha para arrancar ese pliego. Que resuelvan la ocupación de toda fábrica que despida cierre y la huelga general de solidaridad con las fábricas que se ocupen. Que se repartan las horas de trabajo si hay una caída de la producción, sin mengua del salario. Que el Plenario, el MTA y el CTA convoquen a un paro general activo, comienzo de un plan de lucha.
El Partido Obrero llama a los activistas y a los luchadores a una campaña nacional por estos objetivos.