Sindicales

3/11/2016|1435

¿Quién boicotea Aerolíneas?


“Aerolíneas nos cuesta dos jardines de infantes por semana”. Con este cínico golpe bajo, Macri presionaba a los pilotos para evitar el paro ante una provocativa oferta patronal del 35%, inferior a las anteriores. En sintonía, Isela Costantini, presidenta de Aerolíneas decía: “Los trabajadores que se opongan a nuestro negocio no van a estar más en la empresa” y los medios presentaban a los pilotos como “privilegiados de altos sueldos”, sabiendo que estos profesionales altamente calificados ganarían más en cualquier otro país.


 


Acusan a los trabajadores de boicotear Aerolíneas, como hizo antes Cristina, que en 2011 exhibía un recibo de sueldo sin aclarar que sumaba el aguinaldo y deudas anteriores, mientras la burocracia repartía camisetas con la leyenda “yo no boicoteo”.


 


Boicot patronal y oficial


 


Macri copia a Menem cuando entregó la compañía a Iberia en un acuerdo fraudulento convalidado por una Corte Suprema ampliada al efecto. Iberia pagó con títulos en defol de deuda de Argentina -claro, a su valor nominal en dólares- y vendió los aviones para pagar el saldo, iniciando así el vaciamiento que llevó a sucesivas crisis y cambios de mano hasta la estatización K.


 


El operativo “nacionalista” fue una cortina de humo para los vaciadores de Marsans, que dejaron un tendal de deudas. En lugar de juzgarlos e ir sobre sus patrimonios, la “estatización” de 2008 se limitó a un contrato de compra con precio a convenir. Así, los españoles conservaron las acciones mientras el Estado pagaba sus deudas. Los fondos buitre que hoy poseen esas acciones litigan en el Ciadi por una formidable indemnización que el macrismo seguramente pagará. 


 


El vaciamiento K fue otro desfalco del “proyecto” que sólo los trabajadores sabrán investigar. La entrada de LAN, coima mediante, desplazó a Aerolíneas del mercado de cargas. Aerolíneas también compró con sobreprecios y coimas 20 aviones a Lula y se firmó un acuerdo ruinoso con SkyTeam que desplaza a Aerolíneas de las rutas internacionales. Vaciaron los talleres de repuestos tercerizando reparaciones hacia otros países.


 


Cielos abiertos, privatización  del control aéreo  y convenio antihuelgas


 


El macrismo pretende una reconfiguración completa del negocio aéreo. Primero, rescindió el contrato que unía a Aerolíneas con SOL, llevándola a la quiebra (300 despidos). Las “low cost” Ryanair y Norwegian informaron que comenzarán a operar en 2017 y están negociando con el Ministerio de Trabajo para habilitar sindicatos de empresa y convenios flexibles.


 


Al pasar las torres de control del Estado a Eana, se impuso un convenio donde los controladores perdieron su estabilidad como estatales y su derecho de huelga, obligándolos a asistir, en caso de conflicto, un 50% de los vuelos comerciales, con un régimen carcelario que viola la privacidad de los mails y requisa celulares antes de ingresar.


 


Los trabajadores y la burocracia


 


Durante años, cada crisis encontró a los aeronáuticos enfrentando la destrucción de Aerolíneas con paros, tomas de hangares y acampes que mantuvieron los puestos, las condiciones de trabajo y el salario.


 


Con la “nacionalización”, las burocracias impusieron siete años de paz social y paritarias a la baja. 


 


Ahora, Aerolíneas genera ganancias por el retroceso de los salarios medidos en dólares, por la caída del precio del combustible y gracias al aumento de la explotación por incremento de vuelos y pasajeros, y la eliminación de 400 puestos de trabajo.


 


Las burocracias saludaron el buen trato que recibían de la gestión macrista, defendiendo a Isela en sus disputas de gabinete. Frente al cierre de SOL rechazaron cualquier medida de fuerza de la Fapa (Federación Aeronáutica), a pesar de que todos los gremios que la componen tenían afiliados despedidos.


 


Con el vencimiento de la paritaria y un salario que se había derrumbado en un año, eligieron la “táctica genial” de “golpear separados”.


 


El resultado transitorio revela el total fracaso de estas direcciones impotentes. Brey (aeronavegantes) se apresuró a firmar por un 35%, en negro por 11 meses y un “bonito”, dejando en banda a los pilotos que no se bajan de su reclamo del 45% conscientes que el aumento se lo lleva “Ganancias”. 


 


La patronal no sólo amenaza. Conspira con la burocracia, imponiendo traslados de activistas en sectores que deben votar delegados.


 


Pero en la línea de Ezeiza, los técnicos mantuvieron un quite de colaboración por un mes contra la suspensión de tres compañeros acusados por un accidente causado por falta de personal y herramientas. A pesar de las presiones burocráticas y patronales, los compañeros resistieron logrando una reducción significativa de los días de castigo. Ese es el camino. Los delegados de técnicos de Austral se movilizaron al gremio exigiendo información sobre lo que se está negociando con la empresa, pero no fueron recibidos por la directiva. En un comunicado denuncian a la burocracia de Cirielli, planteando todos sus reclamos pendientes hace meses. 


 


Los trabajadores de Aerolíneas no han sufrido derrotas significativas. Su pasividad relativa de años refleja un respaldo político a la estatización K. La burocracia ha fracasado en su colaboración con la nueva patronal, pero se dispone a capitular. En su momento, la lucha de los aeronáuticos contra el vaciamiento de Marsans puso un límite a la pérdida de conquistas, un estatus que el gobierno necesita cambiar con una confrontación de conjunto. La patronal y el gobierno, cualesquiera sean sus planes (retirar subsidios o privatizar), necesitan “sanear” la empresa, imponiendo un régimen de flexibilidad y caída salarial.


 


Sobran motivos para un paro nacional de todos los gremios aeronáuticos, primer paso para quebrar el ajuste en Aerolíneas y en todas las empresas. En la asamblea de pilotos no se votó el paro, sino la renuncia de los afiliados que cumplen funciones jerárquicas a esas tareas, un retroceso en relación al último paro de 11 horas. Aunque también se escucharon voces preguntando por los demás gremios, especialmente los técnicos.


 


 En medio de este proceso surge un activismo que quiere recuperar los sindicatos como herramienta de lucha, una pelea que se disputa día a día y en cada sector. Queda planteado organizarse, en forma independiente, antiburocrática y clasista.